El octavo informe: «Sistematización de 158 casos de tortura», presentado recientemente por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, detalla los impactos en la salud mental de víctimas y sobrevivientes de tortura a manos del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, durante y después de la rebelión cívica del 2018.
Según el informe, las víctimas sufrieron acciones de tortura contra su integridad física y psíquica antes de las detenciones arbitrarias, entre las que están persecución, asedio y amenazas, así como la violación al derecho de libre tránsito; impedimento por parte de fuerzas policiales y paramilitares de ingresar o asistir a determinados lugares, incluyendo la casa de habitación de la persona afectada.
Otras de las arbitrariedades que refleja el Colectivo de Derechos Humanos están la violación al derecho de libre expresión, «negando la posibilidad de expresarse y alzar la voz para defenderse».
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Subraya que antes de la detención arbitraria, las personas fueron víctimas de tratos crueles, inhumanos y degradantes que incluyen palabras soeces y el uso intencionado de la fuerza física para causar serios golpes.
Además se destaca la violación del derecho a la salud (negación de atención médica en hospitales públicos) y la negación al derecho de reunión, manifestación y asociación. Los malos tratos incluyen «la exposición de la persona desnuda ante policías, funcionaros penitenciarios y otros privados de libertad».
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Denuncian, también, que al momento de los interrogatorios, las víctimas de detención arbitraria sufrieron torturas psicológicas, debido a que fueron interrogadas de forma violenta, «donde el uso intencionado de la fuerza, abuso físico, las amenazas contra la vida de la persona y la familia se usan como métodos para obtener una falsa confesión».
Las agresiones físicas no pudieron faltar, según las víctimas, al momento de ser detenidos por la Policía y paramilitares, ya que los agentes de la dictadura de Nicaragua les propinaban golpes en partes importantes del cuerpo, la cual podría tener daños irreversibles.
«La técnica conocida como el teléfono, esto es, golpes con mano abierta en ambos oídos, golpes reiterados en los ojos, boca, nariz, testículos, pechos, cuello, estómago, cabeza, rodillas, áreas más sensibles del cuerpo con los puños o utilizando armas de alto calibre no solo para apuntar a la persona, también golpear con palos de madera y tubos metálicos. Extracción de piezas dentales y uñas», describen los defensores de derechos humanos.
Negación de asistencia médica y alimentos
Un dato importante en el informe del organismo de derechos humanos es la negación de asistencia médica a los presos políticos, incluido la negación de medicación a personas con enfermedades crónicas.
También está la prohibición al derecho a recibir alimentos alimentos o sí los recibían, eran contaminados, ya que los mismos eran entregados con excremento de rata, cucarachas y vidrios molidos.
Cabe señalar que a las víctimas se les suministraban sedantes o sustancias alucinógenas y eran aislados e incomunicados, exponiéndolos así a una total oscuridad o a luz blanca permanente.
En los testimonios de las víctimas no pudieron faltar los relatos de abuso sexual al que fueron sometidas por los verdugos del régimen de Ortega, en las que se incluyen acoso sexual, tocamientos de índole sexual públicos muy frecuente en población LGBTIQ+ y violación grupal y múltiple.
Impactos en la salud emocional
En cuanto al impacto en la salud emocional de los presos políticos una vez que fueron excarcelados, desterrados de Nicaragua o bien obligados, por diferentes razones, a seguir en el país, según el análisis psicólogo del Colectivo, muchos sufren de depresión, ansiedad, estrés permanente (sentirse en bajo constante amenaza, en peligro de muerte) y pensamientos irracionales.
Además, presentan ataques de pánico, irritabilidad, ira, insomnio, pesadillas, disminución de la memoria, falta de iniciativa, apatía. También emociones fuertes e incontrolables, así como indefensión, parálisis afectiva y flashbacks (imágenes mentales ligadas al evento traumático), miedo al recuerdo, a conectar con el daño, sensación de imposibilidad de trasmitir a los demás, de que le comprendan que refuerzan la desconexión y aislamiento.
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El estudio destacó que el «destrozo» en la vida de las víctimas de tortura ocasionó que estas presentaran conductas autodestructivas, como consumo de drogas, alcohol y otras sustancias, autolesiones, auto-sabotajes, ruptura y desconexión de vínculos importantes.
Finalmente expone que el exilio, al que se han visto obligados miles de nicaragüenses, ha implicado en las víctimas de tortura la separación y desintegración a nivel familiar, comunitario, social, causando duelos que pueden volverse traumáticos, y otros casos extremos mucho optan por el suicidio como opción frente al sufrimiento.