Este miércoles, 14 de febrero, la iglesia Católica en el mundo inicia la Cuaresma con el tradicional «Miércoles de Cenizas», un tiempo litúrgico que se caracteriza por el ayuno y la penitencia, como un recordatorio de los 40 días en que Jesús permaneció orando en el Huerto Getsemaní, antes de su muerte y resurrección.
En Nicaragua, los católicos viven este tiempo de una manera distinta a años anteriores y aunque actualmente no hay sacerdotes presos, ni secuestrados, los feligreses están claros que no habrá procesiones y la Semana Santa será celebrada bajo represión, como ocurrió el año pasado.
Muchas comunidades del país no verán a los sacerdotes, que por años han celebrado la fe en esos días especiales, pues el pasado 14 de enero, el régimen nicaragüense desterró a sacerdotes y seminaristas, entre ellos dos obispos que mantenía secuestrados en sus cárceles.
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«Nada está normal»
Para los feligreses, esta próxima Semana Santa «pinta» diferente. A horas del inicio de la Cuaresma, doña María Alemán, habitante del municipio de Siuna, en la Costa Caribe Norte, elabora un pequeño altar en su cuarto. Ahí, ha colocado una pequeña imagen de Jesús con la cruz a cuestas y en el otro extremo, a la Virgen Dolorosa.
En la parte superior dice que pondrá una foto en la que aparece ella junto a monseñor Isidoro Mora, el obispo de Siuna que, en enero, fue desterrado a Roma por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
La última vez que doña María compartió con su obispo fue durante una visita pastoral que el jerarca hizo a su humilde parroquia. «Esta Cuaresma haré ayuno y mucha oración por nuestros sacerdotes, principalmente por el obispo, quien fue separado de su diócesis sin motivo alguno», comenta doña María.
«Aunque no hay obispos ni sacerdotes presos, hay que orar por nuestra Iglesia. Aún en medio de este ‘valle de lágrimas’ que vivimos y transitamos como Iglesia en Nicaragua, Dios nos ha demostrado su amor y nos ha hecho el milagro de la liberación de todos los sacerdotes presos. Me da gusto que monseñor Rolando Álvarez e Isidoro Mora estén libres», agrega.
Doña María, quien se considera una mujer «de fe», también eleva sus plegarias por quienes atacan a la Iglesia católica. «Quienes hacen eso necesitan de la misericordia de Dios. Solo una persona que no tiene a Dios en su corazón comete semejantes actos contra lo divino», acusa.
La «triste» ausencia de monseñor Álvarez
Para los católicos del departamento de Matagalpa, tanto esta Cuaresma como del año pasado, «dejó de ser la misma» ante la «dolorosa» ausencia de monseñor Álvarez. Desde que el jerarca católico fue secuestrado, encarcelado y desterrado, su voz dejó de escucharse, al obispo tampoco se le ha visto publicar en su cuenta de X, como lo hacía antes de su arresto.
«Esta Cuaresma para nosotros no será igual. No tenemos a nuestro obispo y eso duele mucho porque el régimen desterró a los vicarios de Catedral», dice don José Zeledón, habitante del barrio La Virgen, en el departamento de Matagalpa.
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Don José tiene en el altar de su casa una fotografía donde se ve al obispo Álvarez de rodillas, con el Santísimo expuesto, orando ante policías fuertemente armados que lo asediaban afuera de la residencia episcopal.
«Desde la cárcel, nuestro obispo nos mandaba el mensaje de resistencia. Mientras él resistía, nosotros oramos por él, para que el Espíritu Santo le diera las fuerzas necesarias de poder soportar los malos tratos y lo liberara», expresa.
«No escuchar la voz profética de monseñor Álvarez duele mucho en un país donde se ha profanado a Dios y hasta hay quienes lo ven como enemigo», señala.
Palmas, el símbolo del sacrificio
Un sacerdote nicaragüense consultado al respecto sobre cómo vivir la Cuaresma en Nicaragua en estos tiempos, llamó a los feligreses a vivirla «como manda la Iglesia, con ayunos, oración y penitencia», para que Dios «fortalezca el alma del creyente». «Solo así se le gana al diablo», declara.
«Las palmas benditas no son para hacer cruces, ni otras figuras. Las palmas que se reparten los Domingos de Ramos nos recuerdan ‘sacrificio’, es decir, que en la vida de la persona, principalmente del creyente, también se sufre y así como esa palma se seca, así se seca nuestra alma si no oramos a Dios», explica el sacerdote.
«Cuando la palma se seca, podemos representar el sacrificio de Jesús, pero después de ese calvario, hay una victoria, que es la resurrección de nuestro Señor. Siempre hay que tener fe en Dios», finalizó el clérigo.