La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo finalmente liberó, bajo condición de destierro, a los obispos monseñor Rolando Álvarez, de la Diócesis de Matagalpa; a monseñor Isidoro Mora, de la Diócesis de Siuna; a 13 sacerdotes y a tres seminaristas, para un total de 18 religiosos nicaragüenses a quienes el régimen tenía en sus prisiones, algunos bajo desaparición forzada.
Según distintas fuentes, la expulsión de los clérigos se produjo en horas de la madrugada de este domingo, 14 de enero. Los 18 religiosos católicos habrían sido enviados hacia El Vaticano, la sede mundial de la iglesia católica, en Roma, hasta donde ya habían sido desterrados otros 12 sacerdotes el pasado 18 de octubre de 2023.
Lista de sacerdotes liberados
La lista de los obispos, sacerdotes y seminaristas desterrados este 14 de enero estaría compuesta por Monseñor Rolando Álvarez, obispo de la Diócesis de Matagalpa; Monseñor Isidoro del Carmen Mora, obispo de la Diócesis de Siuna; el sacerdote Pablo Villafranca, párroco de la iglesia Nuestro Señor de Veracruz; monseñor Carlos Avilés, vicario general de la Arquidiócesis de Managua; el padre Fernando Calero, párroco de Nuestra Señora de Fátima, Rancho Grande; el padre Marcos Diaz, sacerdote de la parroquia Santo Tomás Apóstol, del Puerto de Corinto.
Además, está monseñor Silvio Fonseca, párroco de la iglesia Santa Faz y vicario de Familia y Vida de la Arquidiócesis de Managua; el padre Raúl Zamora, párroco del templo religioso Divina Misericordia; el padre Mykel Monterrey, sacerdote de la parroquia Nuestra Señora de Candelaria; el padre Gerardo Rodríguez, párroco de la iglesia Purísima Concepción; monseñor Miguel Mántica, párroco de la iglesia San Francisco de Asís; el padre Héctor Treminio, párroco de la iglesia Santo Cristo de Esquipulas; el padre Jader Hernández, párroco de la Iglesia Madre del Divino Pastor; el padre Ismael Serrano, párroco de la iglesia San Miguel Arcángel de la Arquidiócesis de Managua; el padre José Gustavo Sandino Ochoa, párroco de la iglesia Nuestra Señora de los Dolores en Santa María de Pantasma.
Los seminaristas desterrados son Tony Palacios, Alester Sáenz y Francisco Odorico.
Aunque la dictadura sandinista guarda silencio sobre este operativo de destierro de los religiosos, distintas fuentes periodísticas y de la iglesia católica han confirmado la información.
El periodista Emiliano Chamorro aseguró en su cuenta de X (anteriormente conocida como Twitter) que fuente fidedignas le confirmaron que «todos los sacerdotes secuestrados, incluidos monseñor Rolando Álvarez y monseñor Isidoro del Carmen Mora, obispo de la Diócesis de Siuna». De acuerdo al periodista, Nicolas Maduro, presidente de Venezuela, intervino para la liberación de los sacerdotes.
A su vez, el medio Café con Voz aseguró, en sus redes sociales, que «Un avión con los 18 sacerdotes, monseño Rolando Álvarez y monseñor Isidoro Mora y los seminaristas que estaban secuestrados, aterrizó en Roma este domingo 14 de enero. Todos fueron desterrados por la dictadura Ortega-Murillo».
La información también fue confirmado por el exembajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA) Arturo Mcfields Yescas. Según el exdiplomático, «fueron liberados y desterrados a Roma los sacerdotes secuestrados, incluyendo a Monseñor Rolando Álvarez y Obispo Isidoro Mora, todos arrestados injustamente».
El destierro también fue comentado por el administrador de justicia, Yader Morazán, quien contabilizó que este «desplazamiento» ocurre al cumplirse 528 días de prisión del obispo Álvarez.
Morazán acusó a la dictadura de seguir, con esta maniobra, cometiendo «crímenes de lesa humanidad», al tiempo que se preguntó «¿cómo queda la iglesia católica en el país?».
Destierros por «paquete»
El pasado 18 de octubre, cuando el régimen desterró a los otros 12 líderes católicos hacia El Vaticano, la dictadura emitió un comunicado en el que confirmó el «desplazamiento» de los prisioneros religiosos y agregó que todo había sido producto de «fructíferas conversaciones con la Santa Sede», sin embargo, en esta ocasión, el gobierno sandinista está en silencio.
Monseñor Rolando Álvarez estaba encarcelado por Daniel Ortega desde el cuatro de agosto del 2022, cuando fue confinado por la Policía del régimen en el palacio episcopal de Matagalpa, aledaño a la Catedral de esa Diócesis. Luego, el 19 de agosto, la Policía tomó por asalto la casa del jerarca católico y lo llevó a Managua, donde lo encerró bajo «prisión domiciliar», mientras que a los ocho religiosos que acompañaban a monseñor Álvarez los conminó en El Chipote, donde los tuvo encerrados hasta el nueve de febrero de 2023, cuando los montó en un avión con rumbo a Estados Unidos. Esa fue la operación que se conoció como el grupo de los 222, entre los que iban mayoritariamente activistas, defensores de derechos humanos, líderes opositores y exaspirantes presidenciales. En esa ocasión, según lo dijo el mismo Daniel Ortega, el obispo Álvarez se rehusó al destierro.
En vengazan, Ortega ordenó encerrarlo definitivamente en una cárcel del Sistema Penitenciario Nacional de Varones Jorge Navarro, conocido como «La Modelo» en Tipiptapa, en las afueras de la capital.
Desde el nueve de febrero del 2023, el obispo Álvarez estuvo bajo candado, aislado y el régimen únicamente difundió fotos de al menos cuatro visitas de sus hermanos, además de fotografías de supuestas visitas de médicos y jefes policiales.
La última redada contra la iglesia en plena Navidad
Como para no dejar dudas de su fuerza y su odio, justo en la víspera de las fiestas de Navidad de 2023, fechas con alto sentido simbólico para los católicos, Ortega ordenó una última embestida contra los sacerdotes.
El 20 de diciembre mandó a secuestrar al obispo de Siuna, monseñor Isidoro Mora. La decisión, según algunas fuentes, se originó porque el prelado asistió a celebrar una misa en la Diócesis de Matagalpa, donde anunció que la Conferencia Episcopal estaba en oración por monseñor Álvarez, quien ya acumulaba 500 días preso. El obispo Mora además habría dicho en plena eucaristía que la jerarquía tenían en oración a toda la comunidad católica de la Diócesis norteña.
Más tarde, se desató una persecución contra otros sacerdotes en varios departamentos del país. Supuestamente la causa era la misma. Pedir oraciones en el púlpito por su obispo encerrado y por los sacerdotes que ya estaban siendo secuestrados.
Toda esta embestida de la dictadura sandinista se realizó en total oscuridad. Ninguno de los 17 sacerdotes, desde el obispo Mora hasta los seminaristas, fueron sometidos a un proceso judicial, que se supiera, y los defensores de derechos humanos denunciaban las acciones como una «desaparición forzada».