Varios familiares de los 12 indígenas asesinados el 23 de agosto en el cerro Kuwinkumbaih, en el corazón de la reserva de Bosawas, ofrecieron fuertes testimonios de la difícil situación que están viviendo en sus territorios. A través de sus narraciones, dejaron entrever que la Policía no está diciendo la verdad sobre el crimen y piden ayuda para rescatar los cadáveres que aún permanecen regados en el lugar de la masacre.
En una conferencia de prensa virtual, organizada por el organismo defensor de los derechos indígenas Prilaka Community Foundation y el ONG ambientalista Fundación del Río, fueron presentados comunitarios de las zonas de Santa Clara, Santa Fe, Wiwinak y Saslaya, hermanos, padres y esposas de algunos de los asesinados, según aseguran, a manos de colonos armados que la Policía ahora parece proteger porque no los menciona como sospechosos.
Juan Gutiérrez, padre de una de las víctimas mortales, contó que su hijo estaba en el cerro Kuwinkumbaih lavando oro y ahí fue asesinado por colonos.
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Por su parte, Reyli Jarquín Wilson y Ermita Gutiérrez, padres de Heylin Gutiérrez Jarquín, mencionaron que su hija estaba en el cerro sagrado buscando ganar dinero para mantener a sus dos hijos que ahora han quedado en orfandad. Uno de dos años y uno de seis meses. «Hasta ahora observamos que no hay justicia. Pedimos ayuda en ese sentido. Nosotros buscamos justicia y esperamos que el Gobierno pueda resolver», demandó el matrimonio indígena.

Agregaron que necesitan ayuda para llegar hasta el lugar del crimen «a recoger los huesos de nuestra hija para darle cristiana sepultura. Les pedimos a todas las personas y organizaciones nacionales e internacionales ayuda. Que se denuncie la violación de los derechos humanos de nuestras comunidades», demandaron.
En tanto, Wilmor Wadan y su esposa Alicia Salgado contaron que su hijo Jems Waldan fue asesinado en la masacre del 23 de agosto y dejó en la orfandad a dos niños. «Mi hijo andaba buscando ganar algún ingreso para alimentar a sus hijos. Mi hijo no andaba robando, andaba trabajando en Kiwuakumbaih y ahí fue asesinado por colonos y mayangnas».
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«Desde el 23 de agosto que asesinaron a mi hijo hasta ahora, el Gobierno no ha hecho nada. Ha capturado a algunos mayangnas, pero no ha capturado a los colonos culpables», denunciaron.
Obligaron adolescente a presenciar crimen múltiple
De acuerdo con el testimonio brindado por los comunitarios, la atrocidad y ensañamiento de los asesinos contra los indígenas mayagnas y miquitos que trabajan en la mina artesanal de Kiwuakumbaih, fue tal que a uno niño de 12 años lo obligaron a ver uno por uno los asesinatos y torturas.
«Yo tengo un sobrino pequeño, de 12 años, que contó que a mi hijo (y a los demás asesinados) no los mataron solo mayangnas, sino que fueron colonos. (Al adolescente) Lo amarraron de pies y manos a un palo, le dijeron que le iban a mostrar una película y después iban a hablar». La película que obligaron ver al niño fue la masacre. La tortura uno a uno de las víctimas y los asesinatos con saña.
En tanto, la señora originaria de las comunidades autóctonas Isabel Franco resaltó que a su hijo lo torturaron, primero le dieron un balazo en el estómago luego lo colgaron. «Fue muy feo y muy malo lo que le hicieron», declaró.
Invasión y asesinatos por más de 10 años
La comunitaria Ignacia Tylor Martínez, quedó viuda tras el asesinato en el 2015 de su esposo José Álvarez Blandón, atestiguó que el proceso de invasión a los territorios indígenas y asesinatos a los comunitarios no es reciente sino que viene ocurriendo desde hace unos 10 años.
«Hoy los derechos de los misquitos están siendo negados, como a un venado que busca agua y no encuentra. Hasta hoy, los recursos y las riquezas de los misquitos están siendo usurpados por los colonos, las tierras, los bosques. Nos quitaron nuestra mina Murubila, ahora nuestra gente se ha movido a buscar vida a otros lugares donde están siendo asesinados como animales. Le preguntamos al Gobierno de Nicaragua, ¿esto va a continuar así?», se quejó la mujer indígena.

Agregó que sus derechos no son «un chanchito, una gallina, y una mata de plátano que nos quiere regalar el Gobierno. ¡No! Nuestra riqueza son nuestras tierras donde crezcan nuestros hijos, nuestros recursos que nos están robando. Si Daniel los metió, (a los colonos) que los venga a sacar».
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«Nosotros nos estamos organizando en nuestras comunidades porque queremos cazar en nuestras tierras, hacer balsas y flotar en nuestros ríos y vivir como antes. No queremos que vengan los colonos, los que son de Chontales, Jinotega, Matagalpa, que se vayan», alzó la voz la mujer comunitaria
Aseguró que en las comunidades de los territorios indígenas reina el miedo. Ya los hombres no salen a las parcelas a buscar alimento, pues ya ha pasado que cuando los colonos los encuentran «los hacen picadillo, los asesinan y por eso tenemos mucho miedo de entrar al monte».
Ermita Gutiérrez dijo que sus hermanos Borlan Gutiérrez y Sixto Gutiérrez fueron asesinados en la masacre de Bosawas. Borlan dejó tres hijos y Sixto, tres. «Pedimos ayuda para poder recoger los restos de nuestros familiares», clamó.
Por su parte, Apolinar Tylor de la comunidad de Saslaya dijo que hay amenazas serias contra los pobladores. Les roban sus reses, desde el 2010. En los último años, desde el 2020, no pueden trabajar en el campo por las amenazas y sus parcelas han sido ocupadas por los colonos. Les advierten las tierras ahora son de ellos y que no vuelvan a llegar.