La diplomacia de la dictadura de Nicaragua ha naufragado en todos los escenarios en los que ha tratado de imponerse, tal como lo demuestran las derrotas diplomáticas de los últimos meses, lo que para la organización opositora Concertación Democrática-Monteverde es «un fracaso de la errática política exterior del régimen».
El grupo opositor destaca el más reciente revés de las gestiones diplomáticas del sandinismo, que resultó en una humillación para el tirano Daniel Ortega, pues no logró colarse en el grupo de economías emergentes conocido como BRICS, donde incluso fue abandonado por sus supuestos «aliados estratégicos», China y Rusia que no abogaron por él.
Los BRICS realizaron su cumbre mundial en Kazán, Rusia, entre el 22 y del 24 de octubre en Rusia, y los países miembros, encabezados por las dos potencias totalitarias, Rusia y China; obedecieron sin miramientos el veto del mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva que impidió la entrada como miembro del bloque de Nicaragua. Ortega ha encaminado su política exterior hacia los rusos y chinos, al punto de apoyar a Rusia en su guerra contra Ucrania y a China contra Taiwán, pero esta vez sus «socios estratégicos» lo ignoraron en Kazán.
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La organización opositora expone, en un comunicado enviado a los medios de comunicación, que la dictadura sandinista ha terminado provocando «vergüenza» entre sus propios aliados.
Fracaso en el SICA
Pero las derrotas sufridas por la tiranía en el campo diplomático se suceden una tras otra. El pasado 28 de agosto, los cancilleres de los países miembros del Sistema de la Integración centroamericano (SICA) rechazaron la propuesta de Ortega para nombrar como secretario general de ese organismo al operador político de la dictadura Valdrack Jaentschke. El régimen, a través de la vicedictadora y vocera gubernamental Rosario Murillo, tuvo que reconocer que no había logrado imponer a su ficha política y catalogó la derrota como «falta de consenso» para no decir «rechazo».
La tiranía ha tenido que presentar dos ternas ante el SICA para que se escoja de entre ellas al nuevo secretario general. Sin embargo, en opinión de analistas, si la primera fracasó por la presencia de Jaentschke en ella, la segunda va camino al mismo abismo pues esta vez Ortega propuso a tres mujeres, las tres sancionadas y dos de ellas señaladas de ser criminales de lesa humanidad junto a Ortega y Murillo.
Aislamiento en la ONU
Si el fracaso en el SICA ya es monumental, en la Organización de Naciones Unidas (ONU) es peor. El organismo internacional conformó, en marzo de 2022, el Grupo de Expertos en Derechos Humanos (GHREN, por sus siglas en inglés) y le otorgó mandato por un año, prorrogado por dos años más, para investigar a la dictadura sobre crímenes y violaciones a los DD. HH. cometidos en el país a raíz de las protestas sociales de 2018.
Pese a que la diplomacia de la dictadura ha tratado de imponer la versión de que fueron víctimas de un «intento de golpe de estado» orquestado por fuerzas extranjeras con apoyo de opositores internos, el cuento no se lo creyeron, y el GHREN ha emitido tres informes contundentes: La dictadura Ortega-Murillo ha cometido crímenes de lesa humanidad.
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La diplomacia sandinista no logró desvirtuar ante la comunidad internacional los señalamientos de los expertos y las acusaciones de cientos de víctimas, organismos de derechos humanos y grupos opositores.
En opinión del politólogo Félix Maradiaga, en el reciente periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, celebrado a finales de septiembre pasado, Nicaragua fue aislada y no logró los acercamientos que buscaba.
«La participación de la delegación de Ortega en la Asamblea General de la ONU fue un absoluto fracaso. El régimen intentaba proyectar una imagen de resistencia y obtener nuevos apoyos, pero en lugar de eso salió aún más aislado, sin poder ampliar sus alianzas y con un creciente rechazo internacional», señaló Maradiaga consultado por Artículo 66
La política exterior de la dictadura va de mal en peor. Ahora se debate entre el rechazo de la comunidad internacional, sanciones recientemente renovadas por la Unión Europea y Suiza, señalamientos de crímenes de lesa humanidad por la ONU, dificultades para acceder a créditos internacionales y finalmente el rechazo de sus propios espacios políticos.