La actual vicedictadora de Nicaragua, también llamada «co-dictadora», Rosario Murillo, definitivamente tendrá serias dificultades para controlar el poder e iniciar su anhelada sucesión dinástica hacia sus hijos, tras la desaparición física de su marido y caudillo sandinista Daniel Ortega, por una poderosa razón: Los militares no están dispuestos a subordinarse a ella y menos a uno de sus hijos, a los que no les reconocen méritos para liderar al sandinismo, sostiene el analista político y dirigente opositor Félix Maradiaga.
Durante una entrevista a Maradiaga, realizada por el director de Artículo 66, Álvaro Navarro, para el programa En Contacto, de este medio de comunicación, el politólogo y exreo político de la dictadura, analizó las posibilidades reales de una sucesión dinástica encabezada por Murillo, tras la desaparición física de Daniel Ortega, y afirmó que la co-dictadora no las tiene fácil, sobre todo por la oposición que podría enfrentar de una buena parte de la alta oficialidad del Ejército de Nicaragua.
Es la segunda vez que un analista con conocimiento del comportamiento de la oficialidad de las fuerzas armadas pone en duda la posible subordinación de la institución castrense a Murillo, en caso de relevar a Ortega en el máximo cargo, que por ahora comparten en la llamada estrategia de co-gobierno que el sandinismo ha instalado desde el 2017.
Antes había puesto sobre el tapete este tema el recién fallecido general de ejército en retiro Humberto Ortega, jefe fundador de las Fuerzas Armadas, hermano del dictador y cuñado de Murillo. El militar retirado dijo en una entrevista con el medio Infobae que tras la desaparición de su hermano, habría un vacío de poder que nadie podría cubrir. Dejó claro que su cuñada y los hijos de ella no serían capaces de controlar el poder y por tanto, el Ejército tendría que tomar control y convocar a elecciones.
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Maradiaga considera que el análisis y la previsión del general Ortega eran bastante acertados pues sabe que Rosario Murillo y sus hijos gozan de muy baja aceptación dentro de las estructuras del Frente Sandinista.
El analista explicó que ya para el 2016, dos años antes del estallido social, como parte del trabajo del ilegalizado Instituto de Estudio Estratégico y Políticas Públicas (IEEP), realizaban «análisis sobre los niveles de aceptación que tenía Rosario Murillo» y en ese año, en grupos focales realizados en La Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), Managua, con jóvenes que se identificaban como afectos al sandinismo «los niveles de rechazo a Rosario Murillo eran muy altos. Solo aproximadamente un 40% decía aceptarla. Es decir, 6 de cada 10 sandinistas no aceptaba a Murillo, ya en ese tiempo», dice Maradiaga.
Ante tal rechazo explica el politólogo, Murillo ha desplazado al llamado sandinismo histórico para rodearse de nuevos sandinistas que no tienen referencia histórica más allá de los años 90.
Murillo busca «cultivar una nueva generación de personas leales a su figura, particularmente aquellos que no venían del sandinismo histórico, es decir, militantes del Frente Sandinista que tenían referencias históricas posteriores al 90 y es por eso que Rosario ha tenido un encontronazo muy fuerte con las figuras históricas del sandinismo, que nunca le han reconocido, como efectivamente no tiene, ningún peso histórico dentro del sandinismo», explica el analista.
Pacto perverso Murillo-Ortega por caso Zoilamérica
El dirigente opositor recordó que Murillo se sostiene en el poder al lado del dictador Ortega como parte de un «pacto perverso» surgido a raíz de la denuncia por delito sexual que Zoilamérica, hija de Murillo, hizo contra su padrastro, el tirano Ortega. Esa acusación habría significado el fin del caudillo si no hubiera sido por el apoyo que recibió de Murillo.
El analista señala que para 2016, de cada 10 sandinistas, seis ya rechazaban a Rosario Murillo. «Eso es un elemento importante, esos números probablemente son mucho mayores ahora, pero yo creo que hay un elemento de peso entre Rosario y Daniel. Creo que el caso de Zoilamérica fue un punto de partida importante para esos acuerdos políticos perversos entre los dos», recordó.
Y agregó que «Rosario (Murillo) jugó un rol importante en rescatar a Ortega de lo que en un Estado de Derecho hubiera sido una cárcel segura por sus barbaridades, por sus crímenes no solamente contra Zoilamérica sino contra otros nicaragüenses, claramente Ortega le debe mucho a Rosario».
Ejército «no se cuadrará» ante Murillo ni ante sus hijos
En todo ese contexto de rechazo a la figura de la co-dictadora Murillo, Maradiaga considera que la sucesión dinástica, al menos con la aceptación de las fuerzas armadas, está difícil.
«No puedo mencionar la fuente, pero yo tengo información directa de oficiales de muy alto rango, de esos desafectos que se recogen en una frase: no estaríamos dispuestos a cuadrarnos (ante Rosario Murillo ni sus hijos). Esa es la frase de un alto oficial del ejército, de muy buena fuente», dijo el politólogo quien fue secretario general del Ministerio de Defensa durante el gobierno del ya fallecido expresidente Enrique Bolaños (2001-2006).
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Asimismo insistió que no está tratando de lavarle la cara al Ejército, de sus errores, de sus crímenes, incluso de su complicidad, particularmente de la cúpula militar actual, con la dictadura.
El exreo político valora que sí hay una posibilidad de que los uniformados puedan reaccionar contra Murillo una vez desaparezca el caudillo Ortega. Opina que el dictador no podrá «transferir» a su esposa su liderazgo e influencia sobre los altos oficiales «y tampoco quiere hacerlo».
En ese sentido, el analista sostiene que si Murillo quiere tener alguna influencia o apoyo de los militares va a tener que pagar un precio «altísimo» alimentando el «clientelismo económico de la cúpula militar», una cúpula militar mercantilista que prácticamente ha vendido sus lealtades al mejor postor.
«Así que Rosario (Murillo) tiene a su favor enormes cantidades de recursos económicos que le ha robado al pueblo de Nicaragua y tendrá que pagar favores a los militares si quiere que estos, de alguna forma, reconozcan una eventual sucesión, pero no la tiene fácil», advierte el politólogo.