El transcurso de la noche del jueves nueve para amanecer viernes, 10 de febrero de este año, era una noche común y corriente para la mayoría de nicaragüenses, pero para 223 opositores al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo era una noche que jamás olvidarán. En completo secreto, el Gobierno de Estados Unidos desarrollaba la «Operation Nica Welcome» (Operación Nica Bienvenidos).
Era la excarcelación y evacuación hacia suelo norteamericano de los presos políticos que llevaban, muchos de ellos, más de dos años en las mazmorras orteguistas sufriendo torturas.
Esa noche, el régimen Ortega-Murillo cedía ante la presión nacional e internacional y excarcelaba a 223 reos de conciencia, tras un largo y difícil proceso de «diplomacia encubierta», pero hubo uno que se negó a ser expulsado de su patria, el obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, monseñor Rolando Álvarez, que se negó a subir al avión que lo llevaría a la libertad, pero desterrado.
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Este viernes, 15 de diciembre de 2023, 10 meses y seis días después de ese histórico momento, la Association American Foreign Service (Asociación Estadounidense del Servicio Exterior, AFSA por sus siglas en inglés) dio a conocer por primera vez algunas fotos, hasta ahora inéditas y detalles del operativo de traslado.
Así fue la «Operation Nica Welcome»
En un extenso relato bastante detallado, publicado en el sitio web oficial de AFSA, firmado por la diplomática Kate Applegate, se narra que la operación inició con el despegue del avión pasada la medianoche, casi vacío, con 10 funcionarios del Servicio Civil y del Servicio Exterior de Estados Unidos que se dirigían a Nicaragua.
«Dos días antes, la mayoría no tenía idea de lo que estaba por suceder. Lance Hegerle, entonces subdirector de Asuntos Centroamericanos del Departamento de Estado, se había acercado crípticamente, invitando a colegas a una misión con los más mínimos detalles: hispanohablantes. Viaje en avión. Pasaporte diplomático. Veinticuatro horas».
Los elegidos para la misión, dice la diplomática en su narración, solo supieron los detalles de la misión a la que se dirigían «justo antes del despegue desde una base naval en Norfolk», y el dramatismo de esos momentos la funcionaria lo describe afirmando que todo «sonaba más a Hollywood».
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«Saldrían de la Estación Naval de Norfolk, EE.UU., en un avión financiado por USAID, aterrizarían en Managua, llenarían el avión con unos 200 prisioneros políticos sacados horas antes de sus celdas y los llevarían a Estados Unidos, todo en cuestión de horas».
Agrega la diplomática que aunque la misión «no era secreta», sí sabían que «había vidas en juego» y expone que «los labios flojos (una delación o algo dicho fuera de lugar) podrían hundir el viaje, condenando a los presos políticos a seguir encarcelados bajo el régimen de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo».
El texto señala que el plan para liberar a los reos de conciencia nicaragüenses surgió en cuestión de días, «después de largos meses de diplomacia encubierta». La operación cobró vida cuando el ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Denis Moncada, «le planteó una pregunta inesperada al entonces embajador Kevin Sullivan, quien había encabezado la Embajada de Estados Unidos en Managua desde 2018: ¿Aceptaría Estados Unidos a todos los presos políticos de Nicaragua?».
«Siguió una oleada de actividad. El embajador Sullivan abordó un avión con destino a Washington para impulsar la respuesta interinstitucional, confiando a la encargada de negocios Carla Fleharty y a un pequeño equipo de la embajada la tarea de lograr un acuerdo con el régimen sobre la logística, los plazos y la garantía de que solo los prisioneros que consintieran libremente saldrían hacia Estados Unidos», explica el relato.
Asimismo, afirma que las negociaciones con el régimen Ortega-Murillo fueron difíciles hasta el último minuto «cuando el embajador superó un importante desacuerdo que había amenazado con descarrilar toda la operación. Una vez terminada esa llamada telefónica, la Operación Nica Bienvenidos estaba en marcha».
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«Mientras el avión volaba de Norfolk a Nicaragua, un equipo de la embajada se reunió en Managua. El encargado de negocios Fleharty, el jefe adjunto de misión interino Ryan Reid, la oficial de información Gaby Canavati, la jefa consular interina Katie Jonas, el oficial de Seguridad Regional interino Will LaChance y el teniente coronel agregado de Defensa Dennis Rhoan se subieron a una camioneta todoterreno, portando una gran caja de plástico llena con más de 220 pasaportes nicaragüenses recién impresos. Para los prisioneros sin pasaporte previo, el régimen había proveído fotografías policiales», prosigue la narración.
Aquel 9 de febrero de 2023, con la operación ya en marcha «el equipo de la embajada se reunió con sus contactos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua en el aeropuerto de Managua después de la medianoche. Al llegar a la pista del lado militar de las instalaciones, Reid vio a policías vestidos con pasamontañas y empuñando armas automáticas. De la oscuridad surgió el rugido de una docena de autobuses de fabricación rusa. Las ventanas estaban cubiertas con mantas o papel, pero los diplomáticos podían ver los perfiles de los pasajeros: con las manos esposadas y la cabeza gacha. “Ese fue el momento en que fue real”, indica el texto.
Muchos de los reos de conciencia estaban desconcertados. Algunos creían que iban a una audiencia judicial o a otra prisión. «Al ver el avión, otros pensaron que se dirigía a Cuba o Venezuela. Algunos estaban aterrorizados de que estuvieran a punto de ser ejecutados. Parecían no tener idea de lo que estaba pasando. Se bajaban del autobús y se les podía ver procesando el avión, sabiendo que se iban, pero sin saber exactamente qué estaba pasando», narra la diplomática.
Dice el relato que uno de los primeros en reaccionar fue el empresario Michael Healy que gritó: «¡Marta, te amo!».
Lo que siguió fue entregar pasaportes previamente facilitados por el régimen, cotejar nombres y abordar el avión. «Después de aproximadamente dos horas y media, los autobuses estaban vacíos. Cuando el sol comenzó a salir, la tripulación del avión realizó comprobaciones previas al vuelo y verificó tres veces el manifiesto. Finalmente, el Omni Air 767 rodó por la pista y despegó».
«El equipo de la embajada observó en silencio. Canavati (funcionario a cargo de la misión) sacó un celular para grabar el momento. «Ahí va», susurró mientras filmaba el avión ascendiendo hacia el cielo cada vez más brillante. ¡Dios bendiga América!, dijo»
El relato señala que los nicaragüenses recién liberados entonaron el himno nacional. «Se escuchó un coro de cánticos que ensalzaban las ciudades de Nicaragua: ¡Viva, Nicaragua Libre! ¡Viva Managua! ¡Viva Masaya! ¡Viva Chinandega!», gritaban los opositores.
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«Estamos aquí para ustedes y es un honor acompañarlos»… «No todos los días puedes viajar con más de 200 héroes», les anunciaban a los excarcelados a través del intercomunicador del avión.
Al aterrizar en Dulles, los presos políticos liberados eran celebridades. El embajador Sullivan los recibió en la pista. Un helicóptero de los medios de comunicación sobrevoló cerca para cubrir en vivo. Familias, amigos y la diáspora se reunieron más allá de las puertas corredizas del aeropuerto, sosteniendo banderas azules y blancas de Nicaragua.
«Ninguno de los involucrados olvidará jamás el vuelo de la libertad. El secretario de Estado, Antony Blinken, elogió la operación como un “modelo de lo que la diplomacia puede lograr en favor de los derechos humanos y la democracia en las circunstancias más difíciles”».