La vicedictadora de Nicaragua, Rosario Murillo, reaccionó con odio contra los sacerdotes católicos, acusándolos sin mostrar pruebas, de asesinos, sacrílegos y agentes del imperio, luego que el pasado domingo durante su homilía el obispo auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio Báez, invitara a la propia Murillo, a su esposo, el dictador Daniel Ortega, a los «militares altaneros» y la «Policía que reprime al pueblo», a que se arrepientan de sus pecados y vuelvan a Dios.
Murillo reaccionó con su acostumbrado discurso de odio, cargado de epítetos y acusaciones de las que nunca aporta pruebas, contra los sacerdotes sin mencionarlos, pero haciendo claras alusiones que se refiere a los jerarcas católicos.
El obispo Báez, refiriéndose a los dictadores de Nicaragua, dijo: «¡Reconozcan sus graves delitos contra la vida y la justicia, respeten los derechos humanos, no priven al pueblo de sus libertades, liberen a los presos políticos, no atenten contra la educación y la cultura del pueblo, cesen en su criminal intento por destruir a la Iglesia, bájense de sus tronos de barro y permitan que la gente decida su futuro y construya su historia!», al tiempo que les pidió que vuelvan a Dios.
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Murillo, en su intervención diaria a través de sus medios de propaganda oficialista, contestó acusando a los sacerdotes de haber impuesto en Nicaragua lo que la dictadura llama «tranques de la muerte» para luego tildar a los religiosos como «los perversos, los diabólicos…».
La vicedictadora, notablemente ofuscada, acusó a los sacerdotes de haber impuesto la zozobra en este país. «Cuánta muerte sembraron, todos ellos y todos juntos, y otros, que preferimos no mencionar, pero que todo el mundo sabe quién tocaba las campanas para que llegaran a asesinar a los hermanos en los municipios».
La vicedictadora Murillo que, según reportó en su memento el diario El País, de España, en 1990 convocó la celebración en Nicaragua del primer Congreso Mundial de Brujería, ahora llama sacrílegos a los sacerdotes por exhortarla a reconocer sus pecados y volver a Dios.
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«¿Quién mandaba a tocar las campanas…? Ahora se pronuncian, sacrílegamente, porque el que manda a matar es sacrilegio lo que está, de verdad, haciendo. Es sacrilegio lo que comete. Sin embargo, ya sabemos que esos son los protegidos, los preferidos de los imperios, para su desgracia, porque son criminales de lesa humanidad», vociferó la la vicedictadora, a quien se le atribuye la frase «vamos con todo», que significó la orden dada a policías, militares y paramilitares de disparar a matar contra los manifestantes desarmados en abril de 2018.
Asimismo, la segunda al mando del régimen de Nicaragua acusó a los curas católicos de «usar los instrumentos de la paz, de las pastorales, de las concordias (las campanas), para mandar a matar. ¡Qué sacrilegio, por partida doble!», señaló.
La paz a balazos de Ortega y Murillo
Según la vicedictadora, ante la amenaza que representan para su Gobierno los sacerdotes y el toque de las campanas en las iglesias, su régimen «custodia celosamente la paz», para que «el dolor no vuelva a Nicaragua en forma de atrevimiento mortal, porque eso es lo que es. Y de ataque a la vida, sencillamente por el egoísmo y la codicia de los mismos de siempre, que en el 2018, desgraciadamente, fueron respaldados por quienes ya sabemos, aquí, localmente, y fueron dirigidos, financiados, por quienes ya sabemos, externamente», dijo Murillo, como siempre, acusando sin dar nombres ni pruebas.
«Bueno, agentes del imperio son, al fin y al cabo, todos ellos, todos incluidos (los sacerdotes). Por eso reiteramos, decimos, trabajamos, todos los días, para reafirmar que con la paz no se juega», sentenció la vicedictadora, señalada por organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales como criminal de lesa humanidad.