El obispo Auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio José Báez, fue duro y directo contra la dictadura, contra los «militares altaneros y corruptos» y la policía represora, a quienes llamó a reflexionar para cambiar de vida y que «reconozcan sus graves delitos contra la vida y la justicia, respeten los derechos humanos, y no priven al pueblo de sus libertades».
En su homilía de domingo, 10 de septiembre, el obispo Báez, obligado al exilio por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, desde la Iglesia Santa Ágata, en Miami, EE.UU., dedicó su prédica al libro de Ezequiel, el profeta de Israel en el exilio, que se convirtió por órdenes de Dios, según la Biblia, en el centinela de la fe de su pueblo y en el guía para la conversión, incluso del malvado.
Báez reflexionó que cuando un profeta habla a su pueblo sus palabras no brotan del odio, ni llaman a la violencia. «Las palabras de los profetas son un llamado apasionado y lleno de amor de parte de Dios, quien «no se complace en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta en su conducta y viva (Ez 33,11)».
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En ese sentido, el obispo sostiene que la palabra de un profeta es necesaria en la sociedad para mantener viva la verdad y las exigencias de la justicia.
Llama a dictadores a volver a Dios y pedir perdón
Monseñor Báez, que sufrió amenazas de muerte y hasta agresiones físicas en Nicaragua por parte de fanáticos azuzados por Ortega y Murillo, recordó que es necesario alzar la voz «en nombre de Dios» y llamar a la conversión a quienes son «verdugos del pueblo y se han endiosado exigiendo ser obedecidos y adorados».
«La voz profética se alza hoy para hablarle a los dictadores, invitándolos a reflexionar y a cambiar de vida: ¡Reconozcan sus graves delitos contra la vida y la justicia, respeten los derechos humanos, no priven al pueblo de sus libertades, liberen a los presos políticos, no atenten contra la educación y la cultura del pueblo, cesen en su criminal intento por destruir a la Iglesia, bájense de sus tronos de barro y permitan que la gente decida su futuro y construya su historia!», dijo monseñor Báez.
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El obispo exiliado, aunque sin mencionarlos por sus nombres, se refirió a los dictadores Ortega y Murillo que a diario atacan a la Iglesia y violan los derechos humanos y los exhortó: «conviértanse a la justicia, vuelvan a Dios, pidan perdón y cambien de vida».
Militares altaneros y Policía represora
Así mismo, el líder religioso dijo que la voz profética se alza también «contra los militares altaneros, corruptos y culpables de crímenes de lesa humanidad», a quienes les pidió que «dejen de amenazar las voces libres que claman por justicia». Además los instó a que, si alguna vez tuvieron fe, «¡Vuelvan a Dios, pidan perdón por sus delitos y cambien de vida!».
La enseñanza del obispo exiliado también se refirió a las fuerzas represoras de la Policía, que «encarcela y tortura a inocentes». «¡Ustedes están para servir al pueblo, no para aplastarlo. Respeten a la gente, no sean sumisos a órdenes inhumanas. Reflexionen, pidan perdón a Dios y sirvan a la justicia!», exhortó el religioso a las fuerzas policiales de la dictadura.
De igual manera, dijo que todas aquellas personas que se han dedicado a vigilar a los religiosos, a los que «merodean los templos para asustar y espiar a sacerdotes valientes que anuncian la palabra de Dios: ¡Reconozcan su servilismo y la inutilidad de su intento por acallar la voz de Dios. Pidan perdón al Señor, vuelvan a él y cambien de vida!».
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Tampoco dejó escapar a los comunicadores como Moisés Absalón Pastora, Adolfo Pastrán y otros que antes eran declarados antisandinista y ahora arrodillados a los Ortega-Murillo, a quienes, sin mencionarlos con nombre y apellido, llamó «voceros del régimen» que «por dinero se arrastran ante el poder para ser cómplices de la corrupción, servidores de la mentira y viles artesanos de ofensas. ¡Sientan vergüenza de su bajeza y, si alguna vez tuvieron fe, reconozcan que están equivocados, pidan perdón a Dios y cambien de vida!», predicó el obispo.
El religioso nicaragüense que predica en Miami desde que se fue al exilio en 2019, cerró su prédica recordando a los feligreses que la presencia de Jesús debe impulsarlos «espontáneamente a cuidarnos, como centinelas y hermanos, dirigiéndonos y ayudándonos unos a otros con misericordia, responsabilidad y valentía».