El sacerdote exiliado Erick Díaz dijo durante una misa con presos políticos desterrados, oriundos de Jinotega, que la Iglesia católica nicaragüense no puede callar ante los abusos del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua.
«La Iglesia no podía quedarse callada cuando desterraron a los primeros nicaragüenses, la Iglesia no podía quedarse callada cuando asesinaron a los más de 356 jóvenes, la Iglesia no podía quedar callada cuando mirábamos al hermano que estaba pasando por el dolor, la Iglesia solo pidió paz como es su cometido, la Iglesia pidió justicia también y libertad, porque eso ha sido la iglesia», dijo ayer, 19 de febrero.
Desde tempranas horas de la mañana del domingo, los nicaragüenses que viven en Indianápolis y Chicago empezaron a movilizarse en pequeñas caravanas portando la bandera azul y blanco, otros con la bandera de Estados Unidos, para dirigirse a la parroquia Santa María del Lago para participar en la misa donde estarían presentes tres excarcelados políticos, dos de Jinotega y uno de Santo Domingos, Chontales.
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Durante su homilía, el padre Díaz aseguró que desde la llegada de los 222 presos políticos desterrados, «la Iglesia ha estado presente con cada exiliado, ha estado acogiendo y apoyando con sus instituciones, con su solidaridad, a lo largo y ancho de los territorios. Esta es la belleza de la Iglesia», afirmó.

Arrancados de la montaña, llevados a la cárcel y al destierro
El religioso denunció que miles de nicaragüenses han tenido que abandonar Nicaragua, «por el simple hecho de querer un país digno para todos». Recordó que todas esas acciones de demandas de derechos ciudadanos, ha llevado al destierro a muchos nicaragüenses.
«Les han quitado la ciudadanía y la pertenencia a la patria, pero los nicaragüenses somos conocidos, nos caracterizamos por ser gente honesta, trabajadora, luchadora y aguerridos», expresó.
Dos de los presos políticos desterrados que llegaron a este Estado y que ayer estaban en la misa del padre Erick Díaz son humildes campesinos de las profundas montañas de la microrregión de Ayapal, municipio de San José de Bocay, en Jinotega.
Yerlin Uriel Cruz Soto fue capturado por la policía en su casa, trasladado desde Ayapal, luego llevado a la unidad policial de la ciudad de Jinotega. Allá fue condenado a cinco años de prisión bajo la acusación de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas a través de las tecnologías en perjuicio del Estado nicaragüense.

Cruz Soto se contó entre los 222 presos políticos desterrados y despojados de su ciudadanía. Llegó a Estados Unidos sin saber qué hacer, no tiene familia y ahora vive gracias a la solidaridad del exilio radicado en Chicago.
Otra víctima del régimen de Ortega es Antonio Sevilla Zelaya, quien pasó tres años de prisión, supuestamente por posesión ilegal de armas de fuego, fue torturado y por las golpizas que recibió perdió la audición de uno de sus oídos.
«Primeramente le doy gracias a Dios que me da la oportunidad de estar libre, a este gobierno de este país (Estados Unidos) y a los derechos humanos que miran por las dificultades que pasamos. En prisión, no tenía acceso a hablar con otros detenidos, ni a tomar sol, cuando mi hermano me llegaba a visitar me daban 10 minutos, para mí fue muy duro, en mis cuarenta años nunca había estado preso», contó.
Según Sevilla Zelaya, la policía del régimen fue violenta con él. «Me machucaron, me perdieron este lado (señala con sus manos uno de sus oídos), solo escucho por aquí, (señala su otro oído), quedé muerto (inconsciente) y no hubo medicamentos para mí. Fue duro», dice muy cerca del quebranto.
«Soy nicaragüense y volveremos»
La actividad finalizó con una tarde cultural con bailes y cantos nicaragüenses. Los presos políticos subrayaron cada uno por su lado que rechazaban haber perdido su nacionalidad. «Soy de Ayapal y eso no nadie lo quita, ni ley, ni nada», aseguró Sevilla.
«No me niego mi dirección y tengo fe en Dios que un día voy a llegar a Nicaragua de vuelta, porque es mi país. Mientras estemos vivos y estemos en libertad vamos a pensar en volver, porque somos nicaragüenses», mantuvo.
Por Voces Unidas