«Los tiranos le tienen miedo a la fe, al canto, al baile y a la alegría del pueblo que brota de su fe en Dios», manifestó monseñor Silvio José Báez, durante su homilía dominical, en un contexto que la dictadura de Nicaragua enjuicia sacerdotes y prohíbe a la feligresía católica celebrar a sus santos patronos con procesiones.
«También los pueblos sometidos deben alabar y cantar a Dios. Los opresores quieren silenciar la alabanza de los pobres, impidiendo las manifestaciones religiosas populares e intimidando a la gente», denunció el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua este domingo, nueve de octubre, desde la iglesia Saint Agatha, en Miami, Estados Unidos.
Ante la represión sostuvo que lo más importante de la vida no es recibir una gracia, sanar de una enfermedad o resolver un problema, sino encontrarnos con Jesús y acoger la vida nueva que sólo Él puede dar, «entonces, surge espontánea la alabanza alegre y gozosa, y la acción de gracias al Señor, siempre y en todo lugar».
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«No permitamos que la opresión y la crueldad de los poderosos logre silenciar jamás el canto de la fe, ni callar la voz agradecida de los pobres que cantan a Dios», exhortó, luego que los creyentes de Nicaragua dieran una muestra de su fe en Masaya, donde miles celebraron a sus santos patronos, a pesar del asedio policial.
Aceptó que «es difícil cantar en esta situación. No es un canto fácil. Pero, no hay vida cristiana sin alabanzas, sin canto y sin acción de gracia».
Ante la crisis sociopolítica y económica desatada por la dictadura de Daniel Orteag y Rosario Murillo, que ha desterrado y obligado a salir del país a más de cien mil habitantes, entre ellos, más de 50 sacerdotes exiliados, el obispo se preguntó «¿Cómo cantar a Dios en tierra extranjera?».
El líder religioso forzado al exilio en 2019, respondió que, aún bajo estas circunstancias, «es necesario cantar a Dios cuando vivimos con la esperanza puesta en Él y caminamos con fe en un éxodo en el que Dios nos va conduciendo a la liberación».
Monseñor Báez da la bienvenida al sacerdote en el exilio Erick Díaz
El consejo lo dio mientras tres párrocos de Nicaragua exiliados participaban en la misa: El padre Edwing Román, quien era párroco de la iglesia San Miguel Arcángel de Masaya y no regresó al país debido a las amenazas en su contra en 2021; el padre Guillermo Blandón, de la parroquia Santa Lucía de Boaco, de la diócesis de Matagalpa, que fue impedido de ingresar al país en septiembre; y el padre Erick Díaz Fernández, párroco de San José Obrero en El Tuma- La Dalia, de la diócesis de Matagalpa, que decidió salir de manera irregular en agosto ante la amenaza de cárcel en su contra.
Monseñor Báez presentó al padre Erick Díaz ante los asistentes, manifestando que el religioso «ha salido acosado desde hace más de un mes, dos meses casi, por la Policía y tenemos la alegría de tenerlo aquí entre nosotros. Erick, “dichosos los perseguidos por causa de la justicia”. Bienvenido».

«Pastores que han querido ser simplemente fieles al Evangelio y fieles al pueblo de Dios que se les ha encomendado. Con ellos aquí presentes recordamos a tantos, tantísimos más, sacerdotes de Nicaragua que están huyendo al exilio por la violenta represión de la dictadura en el país», añadió el obispo.
También insistió en continuar orando por monseñor Rolando Álvarez, de quien dijo «padece injustamente». «Como todos los domingos y mientras dure este drama, celebro esta eucaristía recordando a mi hermano obispo monseñor Rolando José Álvarez, obispo de Matagalpa, secuestrado, privado de su libertad por la Policía de la dictadura en Nicaragua. Le pido al Señor que sea respetado en su integridad y puesto en libertad porque es inocente, y pueda volver en medio de su pueblo como pastor», manifestó.
«Necesitamos grupos que caminen juntos, no buscando privilegios o aplausos»
En su homilía sobre el pasaje bíblico de la curación de los diez leprosos, monseñor resaltó que «aquellos leprosos no se resignan a vivir rechazados, rumiando su propio dolor y viendo que su vida se apaga en el sufrimiento y la soledad» y «cuando los hombres imponen barreras que dividen y se imponen con su crueldad destruyendo la dignidad de las personas, nos queda siempre el último recurso, el más poderoso: la oración. Gritar a Dios en la oración».
«También la fe es un camino, a veces oscuro e incomprensible, pero también hay que transitar el camino de la fe, aún sin entender, aún abandonando nuestras seguridades y certezas. El secreto es caminar, pero nunca solos», hay que ayudarse mutuamente y buscar el bien común, insistió.

«Ya hemos sufrido mucho a causa de egoísmos estériles y confrontaciones inútiles que han hecho de la convivencia social una grotesca competencia. Necesitamos personas y grupos que caminen juntos, sin ponerse zancadillas, ni descalificarse unos a otros. No hay que caminar para llegar primero y acaparar privilegios y aplausos, sino para construir entre todos una convivencia nueva basada en la fraternidad, la paz y la justicia», añadió el prelado.
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Finalizó reiterando que «la grandeza y la fuerza de nuestro pueblo es que no deja de cantar a Dios en el corazón mismo de la injusticia, mientras al mismo tiempo se esfuerza por soñar y construir una sociedad nueva. Agradezcamos y alabemos siempre a Dios (…) el Dios que está de parte siempre de quienes luchan por un mundo nuevo, liberado de tantas lepras que denigran y humillan la dignidad humana».