La hija de la presa política Tamara Dávila cumple este 12 abril seis años de vida y no podrá celebrarlo junto a su mamá, por que la activista permanece cautiva en las celdas del Complejo Policial Evaristo Vásquez, mejor conocido como el «Nuevo Chipote». El régimen de Ortega ha negado por diez meses que Dávila tenga comunicación con su hija.
«El 12 de abril de 2016 a las 10 de la noche nació mi nieta. Desde ese día ha llenado de luz y de amor nuestra existencia. Hoy que cumple 6 años enfrenta la más grande de las ausencias: no puede abrazar, ni celebrar con su mamá», lamentó Josefina Vijil, madre de Tamara Dávila, a través de su cuenta de Twitter.
Tamara Dávila, miembro de la Unión Democrática Renovadora (Unamos), ha pedido en reiteradas ocasiones que le permitan al menos una llamada telefónica a su hija, pero su petición nunca se toma en cuenta.
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También, los familiares de la rea de conciencia han solicitado de diferentes maneras la más mínima comunicación entre Tamara y la menor, sin embargo el régimen de Ortega se ha negado a esta demanda.
La presa política, este 12 de abril cumple 10 meses encarcelada en condiciones de tortura e inhumanas. La opositora fue detenida arbitrariamente el 12 de junio de 2021. La dictadura de Nicaragua decidió encarcelar a Dávila por supuestamente violar la Ley 1055 o Ley de Soberanía. La acusa de «conspiración para el menoscabo de la integridad nacional» y «traición a la patria».
«Hace exactamente 10 meses abrazó a su mamá por última vez, el 12 de junio de 2021, cuando más de 60 policías allanaron su casa en su presencia y voltearon de cabeza su vida», resaltó Vijil.
«Anoche me preguntó “Abu y si mi mamá no me reconoce cuando vuelva?”. Le aseguré que su mamá SIEMPRE la va a reconocer y amar y escuchamos juntas la canción de Drexler», añadió.
Ana Lucía Álvarez Vijil, hermana de la presa política, anteriormente declaró que esa constante negativa representa una «doble violación: al derecho de ella (Tamara Dávila) de ver a su hija y al derecho de la niña de poder crecer con la comunicación de su mamá.
En comunicación con Artículo 66 Álvarez denunció las diarias torturas psicológicas que sufre su hermana. En los interrogatorios, los operadores del orteguismo, con un afán claro de atormentarla, «le dicen que es una mala madre que dejó a su hija abandonada por meterse a las protestas».
El tres de marzo, Tamara Dávila fue condenada a ocho años de prisión, por supuestamente «conspirar para cometer menoscabo a la integridad nacional». El veredicto fue dictado por el juez Quinto de Distrito Penal de Juicios, Félix Ernesto Salmerón Moreno.
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La presa política fue juzgada junto a los aspirantes a la Presidencia Arturo Cruz, Juan Sebastián Chamorro y Félix Maradiaga, así como los líderes de la oposición José Pallais y José Adán Aguerri y la dirigente de la Unidad Nacional Azul y Blanco (Unab) Violeta Granera.
La líder opositora, al finalizar el juicio maratónico de siete días en el Chipote, reiteró su inocencia y dijo que su «único “delito” ha sido ejercer mi derecho a defender derechos y denunciar las injusticias. Por ello he sido perseguida y detenida ilegalmente».
Tamara Dávila demandó a la justicia orteguista que le permitan ver a su hija y comunicarse con ella regularmente, que cese el aislamiento de todos los prisioneros políticos y que pongan un alto a las torturas psicológicas.
«Estoy en tal aislamiento, que fue el martes 15 (de febrero), cuando inició el juicio, la primera vez en más de ocho meses que comí con alguien. Esto es tortura, exijo que se restituyan mis derechos», subrayó la rehén de conciencia, a través del mensaje que divulgó su familia en las redes sociales.