La vicedictadora de Nicaragua, Rosario Murillo, en su discurso lleno de epítetos que enfatizan su animadversión contra todo aquel que no comulga con el gobierno que dirige ella y su esposo, Daniel Ortega, fue constante en amenazar a los contrarios a su política diciéndoles que «nadie se atreva a atentar con la paz» que pregona su gobierno.
En su intervención de ese tres de mayo, Murillo dijo que «nadie quiere más discursos de odio, nadie quiere ser destruido». Sin embargo, unas palabras más adelante empezó a descargar contra los que tilda de «malvado, que se quedaron pensando, en la maldad y la destrucción».
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Aseguró que su administración venía trabajando bien, según ella, cumpliendo el mandato supremo de nuestro fe de cristianismo y socialismo que es amor al prójimo y amar a Dios sobre todas cosas, con dignidad e inmediatamente inició sus ataques contra los que llamó «esos serviles a los amos» ante los que confirman su sentido de dignidad.
La portavoz mezcla su amor al prójimo y sus ataques constantes a la oposición. «¡Qué hermoso ver al hermano, qué hermoso es sentirnos hermanos y qué hermoso es ver que cada vez hay menos seres rezagados en un discurso destructivo, maldosos!. Esa maldad cada vez es menos, pero todavía se expresa en algunos, en algunas mentes cortas, reducidas, almas reducidas, ¡Qué desgracia! Hay quienes piensan que ofreciendo, ofertando destrucción le van a creer ese discurso, y nadie quiere ser destruido, y nadie quiere más odio, nadie quiere más destrucción, nadie quiere más discursos de odio», dijo Murillo.
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Asimismo, la segunda al mando del régimen Ortega-Murillo aseguró que su Gobierno garantiza el derecho de todos al trabajo, tratando de obviar que en todas las instituciones públicas es obligatorio presentar un aval político del partido sandinista para poder aspirar a tener una plaza laboral por sencilla que sea y quien no se declare partidario de su ideología no tiene derecho a estar en ese puesto.
«Todos tenemos derecho al trabajo, derecho a vivir en concordia, Que nadie se atreva a jugar con la paz, con la paz no se juega, con los derechos del pueblo, no se juega», expresó Murillo quien en un lapso de tres minutos repitió en 14 ocasiones la frase que se ha convertido en una de sus favoritas amenazas, claramente dirigidas a los opositores que protestan, a los que les dice que «no se atrevan a jugar con la paz».
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Asimismo, la vicedictadora, al referir a las presiones internacionales, pidió respeto a los procesos políticos e institucionales que lleva a cabo su régimen porque, según afirma, es un asunto de «dignidad».
«Somos un pueblo que exige respeto a los procesos que vivimos, a la soberanía nacional y esa dignidad que debe ser respetada y reconocida sobre todo lo que son nuestras instituciones, nuestra constitución, nuestras leyes y a nuestro modelo (de gobierno)», finalizó Murillo.