El papa Francisco, la máxima figura de la Iglesia católica, culminó este siete de marzo una de las visitas más importantes de su pontificado, pues estuvo por tres días en Irak, un país donde el cristianismo está «a punto de extinguirse».
El Sumo Pontífice, de nacionalidad argentina, aterrizó en Bagdad el cinco de marzo en un viaje que desafió la seguridad y la pandemia y a la vez reivindica la soberanía del país centro oriental ante los intereses de potencias extranjeras, según han analizado expertos en materia de relaciones extranjeras, pues con la llegada del papa se reconoce en toda su magnitud y como tal, al estado iraquí.
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La visita De Francisco ha sido definido por altas fuentes vaticanas como la «más importante de este pontificado», ya que, posee, además, un componente geopolítico articulado a través de la comunidad chií, (grupo religioso predominante en ese país), en permanente disputa con Estados Unidos.

Francisco condenó, apenas tocó tierra en Irak, la violencia y «la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad en la que se ha sumido el país en los últimos tiempos», al tiempo que pidió «no más extremismos, facciones, intolerancias». El jerarca lanzó un claro mensaje a las potencias extranjeros a las que les dijo que que no deben «imponer intereses ideológicos y políticos».
El papa de la Iglesia católica romana reivindicó la soberanía de Irak cuando llamo a respetar ese Estado y a no imponerles ideologías, que «cesen los intereses particulares, esos intereses externos que son indiferentes a la población local».
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Uno de los objetivos más destacados de la visita papal a Irak es acercarse a la comunidad cristiana de ese país, donde según la tradición religiosa monoteísta, nació Abraham, en la región de Ur, de donde partió, llamado por Dios, para establecerse en otras tierras y expandir la creencia en lo que ahora se conoce como «el Dios de Abraham».
Abraham es considerado el padre de las tres principales religiones monoteístas del mundo, en ese lugar, actualmente vive una minoría cristiana que está al borde de la extinción debido a, entre otras razones, la persecución de grupos radicales como el autodenominado Estado Islámico.
Los viajes del papa Francisco (este es el número 33) siempre se han dirigido a las periferias del mundo y del cristianismo; lugares donde la las comunidades cristianas viven amenazadas o han sufrido agresiones causadas por los conflictos bélicos, como Irak, donde dijo que «el nombre de Dios no puede ser usado para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión».
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El Papa, de hecho, visitó por la tarde del viernes la catedral donde en 2010 fueron asesinadas 57 personas por Al Qaeda durante una misa. Un tipo de acto terrorista que se vio multiplicado entre 2014 y 2017, cuando el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) intentó acabar con su presencia en las zonas que controlaba. Otros datos indican que de más de 1,5 millones de cristianos apenas 250.000 permanecen en ese país. Se estima que al menos un millón de ellos huyeron a Europa y EE.UU. debido a los conflictos internos originados por la invasión y otros fueron desplazados por los grupos islamistas.
Analistas de la Iglesia católica han llegado a advertir que el catolicismo en Irak está en el límite de la extinción, y la advertencia más enfática sobre su inminente extinción la ha hecho varias veces el arzobispo de Erbil -una de las ciudades que visitará Francisco-, el reverendo Bashar Warda.
La cita más importante se cumplió el sábado, cuando se reunió, en Nayaf, con el líder espiritual de los chiíes de Irak (alrededor de un 60% de la población) y una de las figuras más influyentes del chiísmo en el mundo, el gran ayatolá Ali Sistani. Au que la parte oficial describió el encuentro como una vista de cortesía, en realidad su magnitud trasciende lo meramente protocolario. Sistani, de 90 años, no aparece en público y apenas recibe visitas. Desde que Sadam Husein fue derrocado, se ha convertido en una de las figuras de referencia del país.