La Policía de Daniel Ortega emitió una segunda versión sobre el ataque terrorista que acabó con la capilla de la Sangre de Cristo, en la Catedral de Managua. Según las “investigaciones” de la institución armada, ahora el atomizador anaranjado que no se derritió con el fuego que carbonizó la imagen de Jesús crucificado, era entregado por las religiosas a la señora Xiomara Castro para aplicar alcohol como desinfectante en las manos de los feligreses.
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En la nota de prensa número 157-2020, la Policía detalla que en el peritaje participó un equipo técnico de oficiales de investigación policial, peritos de criminalística y bomberos. Al mismo tiempo agregan que “entrevistaron” a dos testigos. Una de ellas es la misma ciudadana identificada como Xiomara Castro, quien fue sacada de la Catedral de Managua con violencia y sin dar ninguna explicación, pese a las súplicas de sacerdotes y monjas que la soltaran.
El reporte policial indica que la testigo Xiomara Castro, quien se dedica a vender veladoras en el interior del templo, refirió a los investigadores que la entrevistaron que el viernes, 31 de julio, a las 11:20 de la mañana, en el lugar donde ocurrió el ataque terrorista únicamente se encontraba ella (Castro) y un feligrés que estaba rezando frente a la imagen de la Sangre de Cristo.
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El reporte de la Policía insiste en que la testigo agregó que mientras se encontraba sentada contando el dinero de la venta de veladoras, notó que la capilla estaba tomando fuego, por lo que avisó al feligrés que saliera por “que se estaba quemando”
La Policía agrega con notoria insistencia, en negrita y subrayado que “al momento del incendio en el interior de la Capilla de la Sangre de Cristo, únicamente estaba ella y un feligrés”.
En su afán por negar la versión de otros testigos que desde minutos después del incendio señalaron a un joven de unos 20 años que entró encapuchado a la capilla, la Policía repite que la testigo Xiomara Castro habría referido a los entrevistadores policiales que “previo al incendio no observó a ninguna otra persona ni notó nada sospechoso”.
Igualmente destacan que Castro habría confesado que al entrar a su trabajo “las hermanas (religiosas) le entregan un atomizador anaranjado con blanco (encontrado en la escena), que contiene alcohol en líquido, a fin de que los feligreses lo utilicen para desinfección de sus manos”.

Igualmente intenta sostener la versión que dio antes que cualquier perito policial la primera dama y vocera de la dictadura, Rosario Murillo, de que el incendio fue provocado por veladoras, aun cuando el cardenal Leopoldo Brenes negó enfáticamente que en ese espacio se permita encender candelas.
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“En el interior de la Capilla todos a las 7:00 de la mañana un sacristán enciende una veladora ubicada en un candelabro alto, como de un metro de altura, que se encuentra frente a la cúpula de la Sangre de Cristo”.

En el mismo comunicado de cuatro páginas, la Policía también presenta como testigo al ciudadano Manuel Salvador Bravo Alvarado, de 70 años, de quien según dice, repite todo lo declarado por la ciudadana Xiomara Castro, pero además insiste, según el reporte policial, que al momento del siniestro “estaba únicamente él y la señora que vende veladoras”, además, remarcan que antes del incendio “no observó a nadie que hubiese lanzado algún objeto, ni escuchó ninguna explosión”. Igualmente insisten en que el segundo testigo también habría declarado de la existencia de un “candelabro alto con una vela encendida frente a la cúpula de la Sangre de Cristo”.
La Policía mantiene su versión de que en la escena del crimen no encontró ningún rastro de pólvora, ni productos derivados de hidrocarburos.