Hoy se cumplen 37 años de la primera histórica visita del papa Juan Pablo II a Nicaragua, que en ese entonces –como ahora- estaba dirigida por Daniel Ortega como coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional.
El pontífice llegaba con la finalidad de cumplir una agotadora agenda de un día que lo llevaría a recorrer Managua y León y tener dos encuentros multitudinarios. Lo que nunca se imaginaron las autoridades eclesiásticas de Nicaragua y del Vaticano es el irrespeto de las turbas del FSLN durante la homilía del papa en la misa vespertina en la capital, frente a 700 mil personas.
En el documental de 2005 llamado “Juan Pablo II en Nicaragua” dirigido por la periodista María Lily Delgado; el sacerdote Bismarck Carballo –hoy cercano al régimen dictatorial-, aseguró que el sumo pontífice venía con la intención de poner orden frente a los desmanes de la denominada “iglesia popular”, que estaba siendo alentada por parte del gobierno de la Revolución en detrimento de la Iglesia católica y sus obispos.
“El papa habló en ese discurso (sic) y es lo que provoca cierta reacción, de la unidad de la Iglesia. Habló de la dificultad que sería una iglesia popular. El papa vino a dar una doctrina clara sobre la unidad de la Iglesia pero evidentemente habían muchos intereses para que esa doctrina no quedara clara porque la iglesia popular era el brazo religioso del Frente Sandinista”, asegura Carballo durante el documental.
En el mismo documental, según el testimonio del historiador y simpatizante del orteguismo Aldo Díaz Lacayo; la visita del papa Juan Pablo II era “un conflicto” previamente anunciado porque a su juicio “habían dos temas doctrinarios” que el pontífice rechazaba: La creación de una iglesia popular paralela a la Iglesia Católica y el viraje hacia posiciones comunistas que estaba teniendo la revolución nicaragüense.
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“La información que llegó a Roma fue contradictoria. Dentro de Nicaragua habían personas que no querían que el sandinismo se aprovechara de la visita del papa y seguramente otros intereses geopolíticos querían aislar al gobierno. Entonces el papa con toda esta información llama a los obispos para tomar una decisión final”, recuerda Carballo, quién entonces era portavoz del arzobispado de Managua.
Dificultades para la visita desde el inicio
Según el libro La revolución perdida del sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, entonces ministro de cultura del gobierno revolucionario; hasta por “lo más nimio se discutía”. Juan Pablo II consultó con los obispos nicaragüenses y con el nuncio apostólico Andrea Cordero Lanza di Motezemolo.
Según el relato del historiador eclesiástico y exsacerdote jesuita Edgar Zúñiga, todos los consultados por el papa, menos el arzobispo Miguel Obando –ya convertido en un férreo opositor a la revolución-, le manifestaron al líder de la Iglesia católica que no habría problemas.
“Monseñor Obando le contestó: ‘Santo Padre: Prepárese para lo peor’. Entonces intervino el cardenal (Agostino) Cassaroli (secretario de Estado del Vaticano): ‘Usted siempre peleándose con los gobiernos. Usted se peleó con el régimen de Somoza que había favorecido a la Iglesia, ahora sigue peleando’. El Santo Padre se quedó callado”, rememora Zúñiga, autor del libro Historia Eclesiástica de Nicaragua.
Sin embargo, Bismarck Carballo recuerda esa reunión previa con el papa de una forma muy distinta. “Fue un viaje relámpago para una consulta final y definitiva sobre la visita y ahí estaba claro el Papa que había una fuerte propaganda ideológica con afiches y carteles. El cardenal Obando le explicó que podía haber situaciones difíciles y en esa reunión se decidió que el papa venía y que por su figura no iba a ser ensombrecido”, resalta el sacerdote en un reportaje de El Nuevo Diario publicado en 2014.
La profanación de la eucaristía
La tensión entre la Iglesia y el gobierno, comenzada en febrero de 1983 desde el inicio del anuncio de la visita papal llegó a su culmen el día 4 de marzo. Nada más llegar al Aeropuerto de Managua, el papa Juan Pablo II tuvo un primer encontronazo con el gobierno revolucionario al amonestar públicamente al sacerdote y poeta Ernesto Cardenal.
“Me dijo en tono de reproche: ‘Usted debe regularizar su situación’. Como no contesté nada, volvió a repetir la brusca admonición. Mientras me enfocaban las cámaras del mundo”, señala Cardenal en su libro de memorias La Revolución Perdida.
Juan Pablo II después del acto protocolar de bienvenida en el Aeropuerto, se trasladó a León para encontrarse con el mundo de la educación y por la tarde, regresó a Managua para celebrar la misa en la extinta plaza 19 de Julio de Managua. En ese lugar, el FSLN celebraba sus concentraciones y habían colgados enormes carteles en homenaje a Carlos Fonseca y Augusto C. Sandino que el gobierno revolucionario se negó a retirar.
Los grupos de católicos fueron impedidos desde un primer momento a estar cerca de la zona del altar. El hoy obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez Lagos, quién en 1983 era miembro de la Pastoral Juvenil, lo recuerda así en el documental “Juan Pablo II en Nicaragua”: “Nuestra primer parada la hacemos en el colegio Cristo Rey, porque ya el ambiente ya está un poquito ofuscado. Nosotros empezamos ya a escuchar gritos, consignas de aquel entonces y eso nos hace detenernos. Eran las turbas, pero ellos no nos dijeron que eran los sandinistas; pero definitivamente eran ellos”.
El obispo coincide con el testimonio del escritor y entonces miembro de la Junta de Gobierno, Sergio Ramírez; quién en su libro Adiós Muchachos, expresa que la Dirección Nacional de Seguridad del Estado (DGSE) siempre ocupaba los primeros lugares de cualquier manifestación con el fin de “prevenir atentados”.
“La pugna por ocupar la parte delantera de la plaza había sido resuelta muy temprano a favor de los sandinistas, en encontronazos que la Policía había ayudado a desplazar al bando contrario. Además, por regla, en todas las concentraciones la Seguridad del Estado colocaba a ‘fuerzas territoriales´ compuesta por gente fiel de los barrios”, narra Ramírez en sus memorias.
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La tensión en la plaza llegó al momento álgido cuando el papa Juan Pablo II durante la homilía exigió el respeto por la unidad de la Iglesia. Las turbas, que según reportes periodísticos, tenían instalados micrófonos, empezó a gritar “Queremos la paz” y “No pasarán”. En las imágenes de la televisión estatal SSTV, se ve a las turbas arengando consignas con fotografías en sus manos.
“Ese fue un error (de los sandinistas) el no haber respetado la eucaristía en ese momento y no respetar la autoridad del Papa, la cátedra en cuanto a la enseñanza en esa celebración”, señala el sacerdote Carballo.
Tras varias interrupciones y tras haber solicitado varias veces silencio a las turbas del régimen, el papa, visiblemente molesto grita la frase “La primera que quiere la paz es la Iglesia”, arrancando sonoros aplausos que son rápidamente acallados por la manipulación del audio en favor de los grupos pro-gubernamentales.
“Uno mira los videos y hubieron personas que tomaron los micrófonos, pero obviamente no los que estaban a la vista. Se ve que había micrófonos y aparatos que estaban ligados al audio y que estaban escondidos (…) Lo que más le dolió al papa fue el irrespeto a Jesús Sacramentado”, subraya el obispo Rolando Álvarez en dicho documental.