Familiares Erick Antonio Jiménez López, de 34 años, asesinado el 17 de julio del año pasado por el régimen de Daniel Ortega, conmemoraron un año de su muerte con una misa en la iglesia San Miguel Arcángel de la ciudad de Masaya, presidida por el Padre Donald García López, a cargo de la iglesia, en ausencia del párroco Edwin Román.
Erick Jiménez, originario del barrio Cuatro Esquinas, en el barrio indígena de Monimbó en Masaya, fue víctima de un tiro en el pecho, muriendo al instante, a las fuera de su casa.
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Según familiares de la víctima, éste se encontraba afuera de la casa, ayudando a los jóvenes que huían para no ser blanco de los paramilitares que entraron con armas de guerra a desmontar los tranques que los ciudadanos habían levantado hacía tres meses, para protegerse del asedio del régimen de Daniel Ortega.
“Erick estaba afuera de la casa, trataba de ayudar a los muchachos que venían huyendo para que no los mataran los paramilitares, cuando él se da la vuelta para regresarse, recibió un balazo el pecho, la bala le atravesó la espalda y cayó muerto instantáneamente. Yo corrí bajo la lluvia de balas, a mí me tiraron a matar, pero no me importaba, lo que yo quería era recuperar el cuerpo de mi sobrino” narró muy conmovida, Nelly López García, de 37 años, tía de la víctima.
Sin justicia
Según Nelly López, hasta la fecha no se ha hecho justicia por la muerte de su sobrino, quien dejó en la orfandad a un niño de ocho años.
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“Ese día (17 de julio) jamás lo voy a olvidar, mataron a mi sobrino, era como mi hijo, fue difícil meter el cuerpo a la casa, porque los paramilitares no dejaban de disparar, los muchachos que estaban con morteros lograron replegar a los paramilitares y así lo metí a la casa. Hasta la fecha no se ha hecho justicia, pero seguiré protestando para que el asesinato de mi sobrino no quede impune.
El 17 de julio de 2018, es calificado por el pueblo de Masaya como el “día negro” vivido por todos los ciudadanos de Monimbó, quienes fueron victima de allanamientos y secuestros ejecutados por las fuerzas paramilitares y policiales del régimen, quien sigue asediando y reprimiendo a los ciudadanos de Masaya.
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“El 17 de julio fue el más negro para toda mi familia, fue difícil velar el cuerpo de mi sobrino, las pocas personas que nos acompañaron, tuvimos que encerráramos, porque toda la noche pasaron los paramilitares”, concluyó Nelly López.