En septiembre de 2018 Javier Espinoza, conocido como «el sonidista azul y blanco», fue uno de los pocos nicaragüenses que logró salir de las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), conocidas como «El Chipote», su testimonio sobre los malos tratos, las pésimas condiciones y los sufrimientos a los que eran sometidos los presos políticos han sido confirmados por algunos de los reos a los que ahora el régimen les otorgó casa por cárcel en la última semana.
Suboficial detenido por la misma Policía
A mediados de agosto, fue detenido el suboficial de antimotines Julio César Espinoza. Se había negado a reprimir al pueblo por lo que fue llevado a El Chipote y luego a La Modelo. Al igual que el resto de reos políticos, Espinoza recibió casa por cárcel y en un vídeo divulgado en redes sociales se le puede observar todavía con secuelas de las golpizas que recibió el 19 de febrero.
«Solo por el hecho de cantar el himno nacional, eso para ellos es un delito duro», aseguró Espinoza.
En su celda, Julio César no estaba solo, también estaba detenido con su cuñado, Reymundo López, y su padrastro, Alejandro Bermúdez, a quienes acusaron de posesión ilegal de armas y la quema de una estación policial en Carazo.
Otro de los presos políticos que fue puesto bajo el régimen de casa por cárcel fue Ariel Calderón, quien estuvo cuatro meses privado de libertad, uno en El Chipote y tres en la cárcel La Modelo.
«Hubo maltrato físico, bastante, tanto del alimento en la comida nos salían tucos de clavos, a los compañeros los hacía defecar sangre», afirmó Calderón, quien también confirmó que fueron golpeados el 19 de febrero por cantar el himno y por levantar la bandera de Nicaragua dentro de la cárcel y la bandera de Venezuela.
Problemas en la vista y las articulaciones
Otro de los presos políticos que pasó por las celdas de El Chipote y de la cárcel La Modelo, fue Carlos Silva Rodríguez, de 43 años, secuestrado el 25 de agosto, cuando salía de un partido de baloncesto.
En una entrevista para El Nuevo Diario, Silva denunció que desde que fue llevado a El Chipote fue golpeado, humillado y desnudado frente a varios agentes de Policía.

«Después que me desnudé me obligaron a correr frente a ellos, pensé que me iban a disparar por la espalda y comencé a pedirle a Dios que me protegiera. Cuando me dijeron basta, me detuve todo bañado en sudor y me llevaron a una celdita donde uno solo puede estar de pie y, por último, antes de dejarme en la celda 21, me llevaron a un cuartito donde hay un escritorio, dos sillas viejas y un cristal desde donde lo ven a uno para interrogar», dijo Carlos Silva al periódico nacional.
A Silva lo apodaron como «el castigador», por un seudónimo que se había puesto en sus redes sociales. Luego de ser golpeado en varias ocasiones y de pasar en el encierro durante varios días sin salir a la luz del día, Silva presenta problemas de movilidad en su muñeca derecha y pérdida de visión.
«Me decían que me iban a matar»
En medios de comunicación internacionales lo han llamado «el Forrest Gump nica», Alex Vanegas es el preso político que más veces ha entrado y salido de El Chipote. Describe que las celdas donde están los presos políticos son pequeñas, algunas permanecen húmedas y huelen a heces y orines, y que en las madrugadas es la única hora en la que hay agua potable.

Al igual que Carlos Silva y el periodista, Miguel Mora, la mayoría de los presos políticos denuncian que son encerrados en celdas de castigo donde pueden permanecer aislados durante varios días y no tienen energía eléctrica por lo que ahora presentan problemas en la vista.
«Me decían que me iban a matar, me levantaban en las madrugadas para preguntarme quién me pagaba por andar corriendo, porqué protestaba contra el comandante», aseguró el maratonista.
Luego de que el Ministerio de Gobernación (Migob) publicara una lista de 100 presos políticos enviados al régimen de casa por cárcel, el Comité Pro Liberación de los Presos Políticos, denunció que dicha lista expone a los prisioneros excarcelados, ya que detallan sus números de cédula, dirección de sus casas donde muchas habitan con sus familia, lo que podría provocar ataques por parte de fanáticos orteguistas.