El obispo auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio José Báez, durante su homilía de este domingo, primero de agosto, pidió a los nicaragüenses no dejar de soñar con el ideal de libertad, por muy duro que sea el presente, y llamó a la reflexión sobre las dificultades que se deben superar para continuar el camino a hacia esa libertad.
El religioso dedicó su prédica a recordar, en forma de comparación con los difíciles tiempos que vive Nicaragua, la lluvia de maná que Dios hizo caer para alimentar al pueblo de Israel en el desierto, cuando caminaba hacia la tierra prometida luego de liberarse de la esclavitud en Egipto. El pueblo de Israel, según recordó el religioso, ya estaba hambriento y reclamaba a sus líderes insinuando incluso, que preferían regresar a la esclavitud que seguir caminando en medio del desierto y lleno de dificultades.
Noticia relacionada: Monseñor Báez: Falta de compasión en los gobernantes los convierte «en delincuentes legalizados»
«El desierto es una tierra árida que no se puede cultivar. Cualquier esfuerzo humano para procurarse alimento en el desierto es inútil. En aquel momento los israelitas se quejaron delante de Moisés y Aarón diciéndoles: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (Ex 16,3). Se olvidan de que el desierto es solo un lugar de paso que hay que atravesar y lo sienten como un lugar al que han llegado definitivamente para morir», predicó el obispo Báez.
Con ese pasaje bíblico el obispo auxiliar de Managua hizo ver que en la vida no faltan los momentos de desierto en los que surgen graves dificultades, aflora la conciencia de la propia debilidad y se experimenta temor, confusión y soledad.
«Cuando esto ocurre, es necesario mantener viva la memoria y recordar lo que Dios ha hecho amorosamente por nosotros en el pasado. Dios que ha sido bueno, lo seguirá siendo siempre. Esta memoria humilde y creyente nos dará fuerzas y nos dispondrá a abrirnos a nuevas manifestaciones salvadoras de Dios en el futuro», dijo.
Noticia relacionada: Monseñor Báez: «Los regímenes totalitarios no soportan que les cuestionen»
«También en la historia de los pueblos que luchan por su liberación hay momentos en que las fuerzas parecen agotarse, se tiene la impresión de que no se ha avanzado nada y que todo ha sido inútil. Cuando esto ocurre hay que recordar el pasado y traer a la memoria los momentos en que hemos podido experimentar la libertad y la justicia como posibles. Lo que fue posible en el pasado sigue siendo posible ahora. Los pueblos no deben echar en el olvido las ocasiones en que han llegado a sentir que podían cambiar la historia. Este recuerdo fecunda el presente y nos anima a seguir caminando. A través de la memoria el Dios de la vida y de la libertad nos da fuerzas y anima nuestra esperanza en el esfuerzo por construir una nueva sociedad», destacó Monseñor Báez, quien tuvo que salir de Nicaragua ante serias amenazas que la dictadura Ortega-Murillo podría atentar contra su vida y el Vaticano ordenó su traslado a Roma.
Asimismo, el religioso instó al pueblo de Nicaragua a no perder de vista la meta a la que se encamina, «por duro que sea el momento presente, no hay que olvidarse del final del camino. No hay que dejar de soñar. Cuando perdemos la capacidad de imaginar el futuro y ya no nos sentimos atraídos por el ideal al que nos encaminamos, agrandamos los problemas y nos volvemos prisioneros del presente como si fuera una situación definitiva».
Noticia relacionada: Monseñor Silvio Báez: «No desanimarnos en nuestro esfuerzo por el bien y la justicia»
«Los pueblos no deben confundir nunca el sometimiento con la tranquilidad ni la esclavitud con la libertad», insistió. Además, indicó que, así como el maná ayudó a los israelitas para sobrevivir en medio de extremas dificultades, gracias al amor de Dios, «en los desiertos de la vida, cuando se caen las seguridades humanas y experimentamos la propia debilidad, Dios está junto a nosotros como un padre que nos cuida amorosamente y no nos deja nunca abandonados y solos».
«Jesús es el auténtico maná que nos alimenta y da fuerzas en los desiertos de la vida. Con su palabra Jesús es el pan que nos sustenta en el camino de cada día animando nuestra esperanza. Con su amor Jesús es el pan que fecunda y hace florecer nuestro corazón para que lleguemos a ser también nosotros pequeños trozos de pan para la vida del mundo», finalizó su homilía el líder religioso.