El hijo de la pareja presidencial nicaragüense, Laureano Ortega Murillo, dijo este jueves que la dictadura de sus padres, Daniel Ortega y Rosario Murillo, mantiene una «cooperación histórica en seguridad y defensa» con Rusia, la cual —según sus propias palabras— ha permitido «preservar la paz en Nicaragua, la seguridad del pueblo nicaragüense y preservar nuestra soberanía e integridad territorial».
En Nicaragua es de sobra conocido que cuando la dictadura sandinista habla de «preservar la paz» en realidad se refiere a todos las acciones armadas, de espionaje, vigilancia, persecución y de la utilización de todo el aparataje represivo para perseguir a opositores, incluso cometiendo los crímenes de lesa humanidad que han sido documentados por las instancias internacionales de derechos humanos y por el Grupo de Expertos de Derechos Humanos Naciones Unidas para Nicaragua (GRHEN).
Estas declaraciones de Laureano Ortega Murillo, que confirman explícitamente el respaldo militar ruso en esas acciones criminales contra los nicaragüenses, fueron ofrecidas durante una entrevista con el canal oficial del Kremlin, RT en Español, durante las labores de propaganda rusa a propósito de los desfiles militares por el 80 aniversario del triunfo del llamado Ejército Rojo soviético, sobre las fuerzas de Adolfo Hitler.
Las afirmaciones de Ortega Murillo levantan nuevas alertas sobre el papel de Nicaragua como plataforma de influencia de Rusia y China en el continente, especialmente en un contexto en el que se han reactivado las tensiones geopolíticas, guerras, espionaje y expansionismo autoritario. En la misma entrevista, el hijo del dictador también confirmó que su gobierno desarrolla un proyecto con la corporación estatal rusa Rosatom para instalar un centro de «medicina nuclear» en Nicaragua, lo que también representaría una expansión del alcance nuclear ruso en Centroamérica. Rosatom es la empresa que controla el sector nuclear ruso, incluida la industria armamentista y energética, y ha sido señalada en el pasado por su rol estratégico dentro de la maquinaria de poder del Kremlin.
«Estamos ahora desarrollando con Rosatom un centro de medicina nuclear para Nicaragua y la región centroamericana», expresó Laureano Ortega, sin detallar los alcances tecnológicos del convenio ni la supervisión internacional sobre el uso de tecnología nuclear en el país.
Además de confirmar la presencia rusa en temas de defensa, Ortega Murillo enmarcó esta cooperación dentro de lo que llamó «un nuevo orden mundial» y justificó las alianzas con Rusia, China y los países BRICS como parte de un bloque que busca —según dijo— contrarrestar la «mentalidad imperialista» de Estados Unidos y sus aliados. «Vemos estas alianzas estratégicas con Rusia, con China, con quienes estamos trabajando cada vez con mayor fortaleza (…) sin duda alguna, son como una amenaza para el imperio», manifestó, utilizando el mismo lenguaje ideológico con el que el régimen justifica su política exterior.
En relación con China, Laureano Ortega sostuvo que desde el restablecimiento de relaciones diplomáticas en 2021, el régimen ha profundizado sus vínculos con Pekín, participando en la iniciativa de la Franja y la Ruta, desarrollando infraestructura logística como puertos y aeropuertos, y programas de energía solar y eólica, además de promover una cooperación científica y técnica intensa. Confirmó también la participación del régimen en el foro China-CELAC que se realizará el próximo 13 de mayo en Beijing.
Las declaraciones, transmitidas por RT, ofrecen un retrato directo del alineamiento geopolítico del régimen de Ortega y Murillo con potencias autoritarias y antidemocráticas, y revelan la existencia de acuerdos en áreas sensibles como la defensa, la seguridad nacional y el desarrollo de capacidades nucleares, en un país sin transparencia, bajo una dictadura, y fuera de los controles de organismos multilaterales independientes. Desde hace años, analistas y gobiernos democráticos han advertido sobre el uso de Nicaragua como punto estratégico de Rusia en América Latina, una sospecha que hoy adquiere aún más peso con la confesión de Laureano Ortega.
La presencia de la inteligencia rusa en Nicaragua
La estrecha alianza entre el régimen de Daniel Ortega y el gobierno de Vladimir Putin no solo ha sido política y diplomática, sino que se ha traducido en una inquietante expansión de infraestructura de inteligencia rusa en suelo nicaragüense, lo que representa un riesgo geoestratégico para la región centroamericana. Uno de los elementos más visibles de esta presencia es el llamado Centro de Capacitación del Ministerio del Interior de Rusia (RTC), inaugurado en 2017 en Managua bajo el pretexto de formar policías. Sin embargo, informes independientes y sanciones impuestas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en 2024 revelan que el centro ha sido utilizado para capacitar fuerzas represivas del régimen en técnicas de vigilancia, control social y represión de la disidencia interna, consolidando así un modelo autoritario con respaldo ruso.
A esta infraestructura se suma la instalación de una base de operaciones en el Cerro Mokorón, en las inmediaciones de la Unan-Managua. Según una investigación publicada por el medio Confidencial, en esta zona estratégica se han instalado antenas satelitales, radares y tecnología de interceptación de comunicaciones que permitirían a Rusia operar un centro de espionaje regional. La presencia de personal técnico ruso en la base, el uso del software de vigilancia SORM-3 y el acceso a las comunicaciones de redes móviles e internet refuerzan la hipótesis de que Nicaragua ha sido convertida en una plataforma de escucha y monitoreo en Centroamérica, lo que ha despertado preocupación en organismos de inteligencia de países vecinos.
Más allá de la vigilancia doméstica, las capacidades técnicas desplegadas en territorio nicaragüense podrían ser utilizadas para recolectar información estratégica sobre movimientos políticos, estructuras militares, diplomáticas y económicas de otros países de la región. Esto otorga a Rusia un punto de anclaje geopolítico en el continente americano, al margen de sus alianzas tradicionales, y le permite intervenir indirectamente en el equilibrio de poder hemisférico, en momentos en que también consolida vínculos con regímenes como Venezuela y Cuba.
Este avance tecnológico y militar ruso se produce en un contexto de creciente cerrazón del régimen de Ortega, que ha expulsado a organismos internacionales y se peleado con varios países, persigue a medios independientes, y ha impuesto un Estado policial de facto. La cooperación rusa, por tanto, no solo fortalece al aparato represivo interno, sino que permite proyectar vigilancia extraterritorial. En conjunto con el discurso de multipolaridad que Laureano Ortega ha defendido ante medios rusos, se configura un bloque de poder que desafía los marcos de seguridad tradicionales en Centroamérica.
