¿Qué pasa en Nicaragua? El mayor de los países centroamericanos atraviesa una de sus más oscuras y perturbadoras época de represión política: secuestros policiales de sacerdotes, destierros transcontinentales, despidos masivos, cierre de iglesias y confiscaciones de bienes privados a granel.
El menú de los abusos es amplio y aterrador: todo comienza con los discursos de odio de la vicepresidente del régimen, Rosario Murillo.
Cada mediodía, en la cadena de medios administrados por sus hijos, Murillo vomita insultos, amenazas, burlas, expresos deseos de daños y cuanta bajeza se le ocurra contra sacerdotes, periodistas, intelectuales, empresarios, diplomáticos y líderes mundiales o pueblos democráticos de todo el mundo.
La tormenta detrás de cada discurso de odio
Son discursos anormales, monótonos, con mezclas de mediocres elegías, datos de supuestos logros sociales, dudosas invocaciones espirituales junto a auto-adulaciones y citas bíblicas forzadas a acoplarse en la retórica a favor del viejo caudillo que tiene por pareja, Daniel Ortega.
De esos discursos, salen las pistas de las siguientes barbaridades a cometer o ya consumadas: un ejemplo de ellos fue el destierro a Roma de siete sacerdotes que habían sido secuestrados y desaparecidos días previos de sus parroquias.
Murillo, con una voz aguda y fría, cada vez más evidente el seseo por el evidente deterioro dental, anunció el pasado 8 de agosto que siete sacerdotes que habían sido secuestrados de sus templos días antes, habían sido desterrados.
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«El día ayer miércoles 7 de agosto, salieron de Nicaragua hacia Roma, Italia, siete sacerdotes nicaragüenses que han llegado bien y que han sido recibidos por la Santa Sede», dijo con indiferencia.
Se sumaron así a los 34 sacerdotes que entre enero y abril habían sido detenidos y desterrados sin juicio a Roma, sede del Vaticano.
Guerra a la fe
Y es que la persecución religiosa en Nicaragua, bajo la dictadura familiar Ortega-Murillo es considerada la más atroz de todo el continente por la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos (USCIRF).
Esta agencia clasificó además a Nicaragua entre los países con peor persecución religiosa en el mundo, señalando un empeoramiento significativo de las condiciones en 2023.
Desde 2018 los sacerdotes son amenazados, hostigados, cazados y condenados en audiencias cerradas en centros de torturas; si no forzados al exilio, son expatriados a Roma o abandonados en las fronteras, sin documentos y apenas con sus hábitos puestos.
Desde 2018, la dictadura ha desterrado a 245 religiosos, incluyendo 91 monjas y a 54 sacerdotes los ha obligado al exilio al impedirles retornar a Nicaragua luego de haber salido del país en misiones temporales.
«Sandinistas como nazis»
A la par ha congelado sus cuentas y confiscado universidades, escuelas, clínicas, comedores infantiles, orfanatos, asilos de ancianos, terrenos y casas de sacerdotes y propiedades de la iglesia.
«La dictadura de Nicaragua comete crímenes de lesa humanidad contra la iglesia católica y evangélica. Es una operación de exterminio al estilo hitleriano», denuncia desde su cuenta en X el embajador de Nicaragua ante la OEA, Arturo McFields.
Es una de muchas voces desde el exilio que denuncian la barbarie, mientras el papa Francisco guarda silencio y manda a callar a los sacerdotes. «No quiere otro mártir», justifica al pontífice.
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Pero la saña religiosa es apenas uno de los tantos males que azotan al país centroamericano y uno de los pocos crímenes que Murillo apenas menciona. Nicaragua ha sufrido un éxodo de casi un millón de migrantes, en un país con una población estimada en 2023 de 6.7 millones de habitantes.
De la masacre, al aplastamiento del futuro
¿Por qué se van los nicaragüenses? Hay muchos factores a analizar: en el año 2018 la dictadura masacró las protestas sociales y mató a 355 personas, hirió a más de 4,000, secuestró, detuvo, condenó y torturó a más de 5,000 según datos del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más.
Luego, empezó a cerrar empresas privadas, a apresar a candidatos políticos, empresarios, periodistas, estudiantes y mujeres feministas; ha expropiado medios de comunicación con todo y sus salas de redacción.
A la par, ha anulado organizaciones de la sociedad civil y expoliado sus bienes.
Antes del 18 de agosto, había cerrado aproximadamente 3,700 organizaciones de la sociedad civil (ONG). Este 19 de agosto, en un hachazo sin precedentes, anuló 1,500 oficinas civiles y ordenó la expropiación de sus bienes.
Ahora suma más 5,163 organizaciones sin fines de lucro cerradas y confiscadas. Y ha sido la práctica de confiscar, una de las graves que comprometen a futuro los recursos de la Nación porque cuando la dictadura desaparezca, será el Estado quien tendrá que pagar los abusos, como se pagó el abuso con las confiscaciones a partir de 1990.
Más de 2,300 millones de dólares en pagos de propiedades de la mal llamada Piñata asumió el Estado, mientras Ortega y miles de militares y militantes sandinistas quedaron con mansiones, fincas y empresas.
Nada, ni nadie a salvo
La historia, que se repite, pinta peor que aquel capítulo que se creía olvidado. Ortega ha confiscado desde modestas oficinas como el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), hasta instalaciones modernas y gigantes como la Universidad Centroamericana (UCA) y sus institutos.
El hachazo contra la sociedad civil ha, de nuevo, preocupado a la Organización de Naciones Unidas que, mediante una declaración de la portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos, Liz Throssell, expresó «su profunda preocupación».
«Hacemos un nuevo llamado a las autoridades nicaragüenses a que dejen de imponer severas restricciones a los espacios cívicos y democráticos en el país y a que garanticen el respeto a los derechos humanos, de conformidad con las obligaciones internacionales de Nicaragua en materia de derechos humanos», subrayó la portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
«Júpiter se come a sus hijos»
Pero la persecución y la brutal arbitrariedad de la dictadura no están destinadas únicamente a sus adversarios naturales, como los religiosos y los medios, sino también contra su propia gente.
A inicios de mes, Murillo, en un sibilante discurso, anunció una reestructuración del Estado que incluye el despido masivo de los trabajadores públicos. Desde entonces, según el reporte de sindicalistas oficialistas a los medios nicaragüenses en el exilio, más de 3,000 trabajadores han sido echados a la calle en dos semanas y la purga sigue en curso.
«Vamos adelante, ordenando para ser más eficientes, avanzando para ser más eficientes. Ordenar quiere decir mejorar… quiere decir organizar mejor… avanzar. Ordenar quiere decir cumplir a nuestro pueblo», dijo Murillo furiosa por las filtraciones desde sus propias e inconformes filas.
Según Murillo, los despidos buscan hacer más eficiente el aparato burocrático, y ha dejado claro que no se detendrá hasta completar los cambios necesarios.
Nadie escapa a la guillotina
Entre los afectados por esta purga destacan generales de la guardia, comisionados de la policía partidaria, asesores privados del dictador, magistrados y jueces, ministros, médicos, alcaldes, embajadores y hasta porteros o personal de limpieza.
Muchos terminan presos en los centros de torturas, encerrados en sus casas con patrullas controlando su libertad o en la completa calle sin empleos, perseguidos y sus bienes arrebatados.
Nadie escapa a su guillotina. «Priorizamos la instrucción presidencial de custodiar la paz y asegurar el pleno cumplimiento de nuestro Plan de lucha contra la pobreza…», dijo a modo de justificación.
«¿Ya podemos hablar de implosión?», cuestiona Yader Morazán, el extrabajador judicial que sigue de cerca y devela las humillantes condiciones de degradación y abusos de la dictadura contra sus funcionarios en el aparato judicial.
La gran pregunta es: ¿Hasta dónde llegarán los abusos y desmanes?
La poeta y escritora Gioconda Belli se hace la misma interrogante: «Qué hay detrás de las reformas de las que habla Murillo en sus alocuciones del medio día? Está planeando un cambio drástico del Estado de Nicaragua, ella solita, sin nadie que la asesore, ni la critique…y este masivo cierre de ONG es parte del plan» dijo en la red X.
Nicaragua en las garras del diablo
Las atrocidades ocurren ante la pasividad e indolencia de la comunidad internacional que, quizás ya cansada de sus abusos inagotables, fija sus ojos en la crisis de Venezuela y da la espalda al país.
Apenas el presidente de Paraguay, Santiago Peña, se expresó con preocupación sobre lo que pasa en Nicaragua, pero en un combo que incluye a Cuba y Venezuela. Peña llama la atención a la comunidad internacional a actuar frente a los abusos que ocurren en estos tres países.
Pero nadie responde. La administración Biden, enfrascada en el declive del presidente y su lucha encarnizada por derrotar a Donald Trump, se ha limitado a nimios comunicados de advertencias.
Mientras tanto, cada mediodía, Murillo anunciará con su voz fría y calculada, siseo de por medio y entre miles de insultos, los próximos zarpazos contra un país que parece abandonado como cordero en las garras del diablo.