Como si fuera un virus maligno que se propaga por la región centroamericana, el nepotismo practicado por el dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, contagió al político y empresario panameño Ricardo Martinelli, quien el pasado fin de semana designó a su esposa, Marta Linares, como su compañera de fórmula para buscar juntos, marido y mujer, la presidencia y vicepresidencia respectivamente, de Panamá.
Analistas nicaragüenses ya habían advertido que las prácticas políticas del dictador Ortega podrían constituirse, a mediano plazo, en un mal ejemplo para la región y efectivamente eso es lo que está ocurriendo, según dijeron activistas consultados por Artículo 66.
Como agradecimiento personal le busca cargo público
Martinelli, de 71 años, que gobernó Panamá desde 2009 hasta 2014 y llegó al poder gracias a un discurso anticorrupción, anunció el domingo pasado que su esposa, Marta Linares, será su candidata a vicepresidenta para las elecciones generales de 2024 en el país canalero. El exgobernante busca un nuevo mandato, pese a estar condenado por blanqueo de capitales.
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«Esta persona (su esposa) me conoce de arriba abajo. Hemos pasado por cosas buenas, malas, hemos viajado, es una persona que me conoce de pie a cabeza, es una persona en la que yo confío», insistió Martinelli como si le estuviera dando un regalo de agradecimiento personal, al anunciar la candidatura de su esposa como su vicepresidenta.
Para el dirigente opositor nicaragüense, desterrado y desnacionalizado por la dictadura de Ortega, Juan Sebastián Chamorro, el paso dado por Martinelli, imitando al tirano de Nicaragua, «es una aberración» política.

El exreo político considera que no es correcto que «una pareja (matrimonio) sea fórmula política» tal como lo hizo Ortega en 2016, cuando anunció a su mujer, Rosario Murillo, como su compañera de fórmula presidencial. Murillo se convirtió en la segunda al mando pero con igual o más poder que Ortega, en algunos ámbitos políticos, al punto de ser señalada de haber dado la primera orden de disparar a matar a los manifestantes en 2018.
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Por su parte, el también exreo político, desterrado y desnacionalizado, Félix Maradiaga, opina que «cuando un comportamiento político autoritario o cuestionable, en determinado país del sistema interamericano, se da sin mayor sanción moral o jurídica, se genera un estímulo de malas prácticas», refiriéndose al mal ejemplo que ha constituido la dictadura de Ortega y Murillo en la región.
El también exprecandidato presidencial en las elecciones nacionales de 2021, recordó que antes de la mala influencia de Ortega, el tema de la reelección, era «un tabú» para muchas democracias latinoamericanas. «Hoy, vemos más y más democracias débiles cayendo en la tentación autoritaria de forzar la reelección, aún en contra de las constituciones que lo prohíben», refirió el politólogo.
El dirigente opositor cataloga lo anunciado por Martinelli como «síndrome de House of Cards», que es la práctica de poner al cónyuge como fórmula presidencial. «Daniel Ortega lo hizo sin mayor reparo, superando incluso a la ficción, al poner a su esposa, Rosario Murillo, como su vicepresidenta. Al ver a Martinelli siguiendo esas prácticas, pienso que la imitación de lo malo se debe a la falta de conciencia y la ausencia de valores que guíen acciones hacia el bienestar común», valoró Maradiaga.
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En tanto, el opositor y exdiputado nicaragüense Eliseo Nuñez analizó que hay un enorme malentendido del poder y los espacios que debe de tener la mujer en política, en empresas y en todo, con estos actos como el de Ortega y ahora el de Martinelli, realmente lo que vos esperás no es que un candidato lleve a su esposa, a su pareja o a su compañera como fórmula, sino que lo que esperas es que las mujeres por sí mismas tengan relevancia».
Para Núñez, está de más decir que Ortega ha hecho eso y más y nada ha pasado en Nicaragua y a eso le atribuye el opositor que «el efecto contagio en toda la región se está sintiendo ya».
El opositor exiliado considera que el tema de Ortega está bajando de nivel en todas partes y es eso lo que Ortega quiere: «la invisibilidad de él, pero ya el daño y la semilla del autoritarismo lo dejó sembrado en toda Centroamérica».