Cuando se habla de gobiernos «no democráticos» en América Latina, el dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, es la referencia, que ha cambiado reglas a su conveniencia para perpetuarse el poder, ha disfrazado su régimen despótico para establecer una «electo-dictadura» al punto de ser considerado «un sultán» que reparte el poder y las riquezas del país entre familiares y amigos a su antojo, según deja ver el más reciente estudio del Latinobarómetro, dado a conocer esta semana.
La Corporación Latinobarómetro, que realiza un estudio sobre la situación de la democracia en la región cada año, considera que para el 2023, en esta parte del mundo se ha marcado una «recesión democrática» preocupante y Nicaragua es un punto de referencia, aunque advierte que para este último informe, no se incluyen datos actualizados sobre este país, debido a que no se logró realizar la encuesta, por niveles de inseguridad para los encuestadores que podían ser encarcelados por la dictadura Ortega-Murillo.
El informe señala que, cuando Daniel Ortega se convirtió en dictador en Nicaragua, en América Latina tardaron mucho tiempo en reconocerlo, y fue hasta que nombró a su mujer, Rosario Murillo, como vicepresidenta en 2017, y a la vez se empezó a allanar el camino para perpetuarse en el poder encarcelando a sus opositores, que empezaron a condenarlo.
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De igual manera refiere que, dadas las características de la «electo-dictadura» que ha establecido Ortega en Nicaragua, podría ubicarse en la categoría de «sultán», definida por el politólogo Juan Linz «porque trata el país como si fuera de su propiedad y reparte los bienes entre sus familiares».
«Los autoritarismos de tipo sultanista no tienen ninguna ideología elaborada y coherente. Son las ideas del líder que definen los límites de aceptabilidad de las posiciones políticas del régimen», define Linz, coincidente con la dictadura de Nicaragua, donde el Estado se rige por lo que digan los dictadores Ortega y Murillo aún cuando sus órdenes violen las layes del país o tratados internacionales.
Motivos que generan la recesión democrática
El informe de Latinobarómetro concluye que la recesión democrática en la región es culpa de las élites políticas. «Ellas han erosionado la fortaleza de las instituciones al intentar forzar las reglas del juego para quedarse en el poder».
«Los personalismos (caudillismos), la debilidad de los partidos políticos que entregan a las personas en cargos de responsabilidad, aún más poder, es uno de los elementos más perversos que está socavando la democracia», señala el documento.
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Asimismo indica que la corrupción del poder, a nivel presidencial «es una forma brutal de minar las bases de la democracia», porque lleva a la presidencia a personas que se valen de recursos ilícitos para alcanzar el poder y sostenerse en ellos. Un ejemplo claro de lo que hace el régimen Ortega Murillo.
«La política se transformó en un botín para los corruptos en América Latina y eso debilitó la democracia», sentencia el organismo responsable del estudio.
Partidos políticos no sirven ante el caudillismo
La encuesta regional incluyó la pregunta: «¿Los partidos políticos funcionan bien?»
La respuesta fue contundente en contra de las organizaciones políticas: «el 77% está en desacuerdo con la afirmación, en contraste con solo el 21% que coincide con ella. Los datos acusan a los partidos en todos los países. No hay ningún país de América Latina donde los ciudadanos perciban mayoritariamente que los partidos políticos funcionan bien», concluye el informe.