«Esperen, no tenemos permiso para matarlo», dijo con desprecio un paramilitar encapuchado a sus compinches luego de haber pasado varios minutos llamando a sus superiores para que le dijeran si «procedía» o no. Los jefes a su vez consultaron a sus jefes: «tenemos al hombre», dijeron. Frente a la escuadra de fusilamiento, a plena luz del día y en la vía pública, tenían al opositor, en ese momento dirigente de la Coalición Nacional, Félix Maradiaga, encomendándose a Dios.
El ahora exreo político desterrado a EE.UU., bien podría comenzar su relato como inicia Gabriel García Márquez su libro «Crónica de una muerte anunciada»: «El Día que lo iban a matar», se levantó muy temprano, se alistó y se dispuso a viajar a Matagalpa. Iba a una actividad opositora, pero fue interceptado por un grupo de paramilitares que los pusieron al borde de la carretera, dispuestos a asesinarlo.
Cuando el paramilitar que actuaba como líder del grupo terminó de hablar por radio, regresó hasta donde sus compinches, les habló y luego se dirigió al opositor, le dio unas palmadas en el hombro y le dijo: «No tenemos orden de matarte».
Aquella mañana del primero de Julio de 2018, en pleno escalada represiva ordenada por la dictadura, Maradiaga quedó claro de dos cosas: que Dios lo ama y le preservó la vida, y que lo paramilitares obedecían a una cadena de mando muy corta y directa, cuyo primer eslabón eran Daniel Ortega y Rosario Murillo. «Fueron ellos los que dieron orden de matar, por eso son criminales de lesa humanidad», acusó directamente el exreo político en entrevista a Artículo 66.
Noticia relacionada: Consideran oportuno elevar a la Corte IDH el caso de la estudiante brasileña porque en Nicaragua no hay justicia
Investigaciones periodísticas han establecido que los principales organizadores y jefes de los grupos paramilitares que actuaron en la represión de 2018, que cobró la vida de al menos 355 personas y más de 2 mil heridos, según datos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), eran los comandantes sandinistas, Leopoldo Rivas Algfaro, José Valdivia, Glauco Robelo Callejas, general de brigada retirado del Ejército y Edén Pastora Gómez. Los cuatro respondían directamente a Daniel Ortega y bajaban las órdenes a los grupos de esbirros a los que una vez el dictador llamó «policías voluntarios».
«Los paramilitares no actuaban solos ni a la libre, respondían a una cadena de mando, respondían a las órdenes de Ortega», sostiene el exprecandidato presidencial.
Dictadores decidían quién debía morir y quién no.
El exreo político expone que su relato no es por contar lo que le pasó sino para ilustrar, cómo la pareja de tiranos dispuso de la vida de los nicaragüenses al punto de creerse dioses y decidir quién debía morir y quién no.
Ese día, cuenta Maradiaga, cuando fueron interceptados por los paramilitares, «bajaron del vehículo al sociólogo Fidel Moreira y a ‘Esteban’», el conductor. Los llevaron al borde de la carretera, pero a él lo adentraron en un predio cubierto por maleza y ahí se formó la escuadra que se disponía a «fusilarlo» pero la orden fue dejarlo vivo.
Mientras le apuntaban con las armas de guerra, uno de los encapuchados le dijo: «¿Qué vas a decir?», pidiéndole que dijera sus últimas palabras. «Que mi vida es de Cristo y que amo a mi hija», respondió el opositor.
Noticias relacionada: Ortega tilda de «malicioso» el informe de la ONU que lo acusa de crímenes de lesa humanidad
«¿Y al comandante (Ortega), qué le dirías?», le dijo de nuevo. «Que pensamos diferente», respondió. Minutos después llegó la contraorden. Y tras ofensas, amenazas y una minuciosa requisa al vehículo, lo dejaron seguir su camino. Pero no terminó ahí. Lo asediaron. Se les escabulló a León y allá fue descubierto. Un grupo de paramilitares le propinó una paliza que lo mandó al hospital, de donde fue sacado con la intercesión de la Organización de Estados Americano (OEA) y se fue al exilio.
«Doy gracias a Dios por estar vivo. Otros hermanos nicaragüenses no fueron tan afortunados», expresa el dirigente opositor desde el destierro.
Para Maradiaga, todos los que han sido víctimas de los Ortega-Murillo deben contar sus historias, que queden documentadas para que sean tomadas en cuanta cuando se haga justicia contra los tiranos y sus cómplices, por todas las muertes, desapariciones y torturas que han ordenado.
Noticias relacionadas: «La justicia los va a alcanzar», advierten analistas a «verdugos» orteguistas
El 5 de septiembre de 2018, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas citó a Maradiaga para dar su testimonio. En las conclusiones de esa instancia, pese a las objeciones de China y Rusia, se concluyó que este caso y otros debían ser remitidos para seguimiento al Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Organizaciones de derechos humanos han acompañado a Maradiaga en una campaña de incidencia en la ONU. Finalmente, en marzo de este año, el CDH de la ONU emitió una resolución y un informe en el que se señala directamente a Daniel Ortega cómo «responsable de crímenes de lesa humanidad».