El nueve de junio de 2018, hace cinco años, cuando Carazo aún lloraba a sus hijos, asesinados un día antes por las fuerzas paramilitares; en la Basílica Menor de San Sebastián, en Diriamba, fanáticos orteguistas se lanzaron contra una comisión integrada por obispos y sacerdotes del país para cometer el mayor ultraje en la historia de Nicaragua contra la más alta jerarquía de la Iglesia.
Encapuchados gritaban consignas sandinistas y vociferando contra la religión, en el templo diriambino, un grupo de fanáticos orteguistas entró por la fuerza y agredió física y verbalmente al arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, al obispo auxiliar Silvio José Báez, al nuncio apostólico en Nicaragua en ese entonces, Waldemar Stanislaw y otros sacerdotes.
Los paramilitares profanaron la iglesia. Hubo golpes, arañazos, y sangre. El obispo Báez resultó con heridas en sus brazos y hoy recordó y condenó la agresión de la que él junto a sus hermanos en la fe fueron víctimas. En sus redes sociales subió un video que resume el plan diseñado por el orteguismo en esa ciudad para agredirlos.
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Dirigentes opositores en el destierro o exilio recuerdan ese día, que bautizaron como «el día del ultraje a la jerarquía católica». El exreo político Juan Sebastián Chamorro, que integraba la comisión que fue a verificar la masacre que había ocurrido un día antes, en su cuenta de Twitter rememora que “El 9 de julio del 18, paramilitares por toda Diriamba, uniformados y armados, puertas cerradas, terror. Secuestrados en la Basílica, paramilitares adentro agrediendo obispos, rasguños, sangre y periodistas golpeados. Pudimos salir en medio de los gritos de la turba enardecida por el odio”.
El periodista Miguel Mendoza, por su parte, recuerda que hace cinco años en Diriamba «las turbas sandinistas agredieron a los obispos que llegaron a contener la agresión armada en contra de la población».
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Los encapuchados no llegaron solos, afuera, una turba de sandinistas también acosaba a los religiosos y feligreses, les lanzaban piedras, los empujaban y acusaban de golpistas y asesinos, repitiendo las acusaciones que proferían constantemente los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Los obispos viajaron a Diriamba, situada 42 kilómetros al sur de Managua, para liberar a un grupo de enfermeros y misioneros franciscanos sitiados por los paramilitares en el templo y para verificar la masacre ocurrida el día anterior. Eran acompañados por líderes opositores y una batería de periodistas. Todos fueron agredidos.