La historia moderna de Nicaragua está marcada por un régimen dictatorial que ha sometido al país en dos largos periodos, en la década de 1980 y a partir del 2007. El país está sumido en una crisis social, política y de derechos humanos desde 2018 que ha desencadenado una estela de duelo, dolor y exilio masivo.
La revuelta social que se registró en abril de 2018 se extendió por varios meses hasta que fue prohibida y sofocada a sangre y fuego por grupos paramilitares y la Policía Nacional, al servicio del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Los asesinatos acumularon 355 a julio de 2019, según registros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Noticia relacionada: Cenidh: Las Madres de Abril «encarnan el sentimiento más profundo de amor, dolor y lucha»
Entre esos muertos provocados por la dictadura nicaragüense se cuentan decenas de jóvenes que se unieron a las protestas sociales y a la toma de las universidades. Los grupos de jóvenes se organizaron para manifestarse en solidaridad con los adultos mayores.
El caso de Jonathan Morazán
Era el 30 de mayo de 2018, fecha en que Nicaragua celebra el Día de las Madres. La crisis había iniciado un mes y medio antes, los muertos ya sumaban más de 60 nicaragüenses. Ese día Josefa Meza salió de su casa, en Managua, acompañada de sus dos hijos.
Ella y sus dos vástagos habían decidido asistir a la marcha que se convocó en solidaridad con las madres de los jóvenes asesinados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, iniciativa a la que ellos también se habían sumado. Uno de los hijos de Josefa se llamaba Jonathan Eduardo Morazán Meza.
La mujer nunca esperó que, en una marcha de las madres, la dictadura diera la orden de reprimir a los manifestantes e incrementar la lista de asesinados que pesaba en ese momento sobre ellos.
«Nunca pensamos que la dictadura había mandado la orden de ir con todo, de dar la orden de disparar a matar a todos los muchachos estudiantes. Era una conmemoración en apoyo a las madres y nosotros estábamos ahí presentes», explicó Meza a Artículo 66.
Jonathan marchaba junto a sus compañeros de la universidad y un grupo de amigas con las que acordó apoyar a las madres de las víctimas del régimen. La marcha aún no terminaba, Josefa estaba en el sector de la oficialista Radio Ya, frente a la Universidad Centroamericana (UCA), cuando escuchó los disparos en el sector de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y con desesperación comenzó a llamar a su hijo por teléfono para que se retiraran del sitio y retornaran a su vivienda. Jonathan no le contestó el celular.
La fatídica noticia
Cuando comenzó el ataque de los paramilitares contra los jóvenes, Josefa no se imaginó que ese día también se convertiría en Madre de Abril. Después de media hora de llamadas al celular de Jonathan por fin contestaron el teléfono, pero no era su hijo.
«Mi hijo nunca me respondió. Me respondieron hasta la media hora de la balacera y me respondieron en el Hospital Vivian Pelas, en el área de emergencia y me dijeron que la persona dueña de ese celular estaba herida», relató.
«Yo pregunté dónde había sido la herida y me dijeron que no me podían dar información, que tenía que llegar hasta el hospital para poder saber», continuó. Josefa llamó a su exesposo para que la trasladara al centro hospitalario, llegó al lugar, preguntó por su hijo y ahí le dieron la mala noticia.
«Mi hijo tenía solo un 10 % de probabilidades de vida. Le habían disparado en la corteza cerebral. Hay evidencias que fue asesinado; y no solo a mi hijo, sino que fueron asesinados otros 18 muchachos. Fue una masacre lo que hizo ese Gobierno. El «vamos con todo», eso fue lo que dio el Gobierno de regalo para el día de las madres a nosotras las madres», dijo.
La búsqueda permanente de justicia
Jonathan Morazán Meza estudiaba Diseño Gráfico en la Universidad del Valle. Era miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocida como «Los Mormones». Tenía 21 años, era un joven con muchos sueños y emprendedor. Su madre comenta que sabía de informática, reparación de celulares y era un muchacho con mucho futuro.
«Este Gobierno asesino trunca los sueños y más cuando los muchachos son pensantes, que tienen su propio criterio y disienten del Gobierno. Por disentir de las ideas o por el hecho de protestar cívicamente les quitaron la vida, les arrebataron sus vidas. Los asesinaron. Mi hijo era estudiante, no era un delincuente», enfatizó.
La lucha incansable de Meza no ha terminado. Se unió a la Asociación Madres de Abril (AMA), que busca justicia por sus familiares asesinados por la dictadura. Ha tomado la palabra en los foros internacionales más importantes para denunciar las violaciones a los derechos humanos de los nicaragüenses, incluido el asesinato de su hijo Jonathan Morazán.
Estos hechos han sido catalogados como crímenes de lesa humanidad por informes de organismos internacionales de derechos humanos como el Grupo de Expertos en Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).