Monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, declaró que los «sistemas siniestros, injustos y corruptos, que no soportan la verdad y que no están dispuestos a escuchar a Dios, calumnian y agreden a los profetas y ofenden y denigran a la Iglesia». Pero, a pesar de las amenazas, un profeta auténtico «nunca se calla».
Las palabras del líder religoso, que se encuentra en el exilio, fueron dadas durante su homilía de este domingo, 30 de enero, en la iglesia Santa Agatha, en Miami, Estados Unidos, en un contexto de ataques contra la Iglesia católica por parte de la dictadura de Nicaragua.
En su reciente monólogo, la vocera del régimen, Rosario Murillo, tildó a los sacerdotes católicos de «retrasados y atrasados» que se «disfrazan con máscaras y con vestuarios pretendidamente elegantes». En otras ocasiones, les ha llamado «iracundos, amargados y perversos».
Murillo junto a su esposo, el dictador Daniel Ortega, acusa a los religiosos de «terroristas» después que los jerarcas alzaran sus voces en contra de la violación a los derechos humanos y represión gubernamental, lo que se acentuó desde las protestas sociales de 2018.
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A monseñor Báez no le sorprenden los ataques contra la Iglesia católica y «esto de eliminar a los profetas», por el contrario, señaló que es algo muy antiguo que lo practican siempre los sistemas injustos, intolerantes y violentos. Antes, los expulsaban del país o intentaban despeñarlos.
«Hoy, esos mismos sistemas siniestros, injustos y corruptos, calumnian y agreden a los profetas y ofenden y denigran a la Iglesia», manifestó monseñor.
Continuó señalando que, esos sistemas, «no soportan el anuncio de la verdad y de la justicia que pone al descubierto su maldad y sus crímenes. Los poderosos de hoy temen a una Iglesia profética, quisieran ver a la Iglesia encerrada en la sacristía, con la boca cerrada y ojalá doblegada ante ellos».
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Por tanto, «al no lograrlo, se llenan de rabia con discursos agresivos con los cuales no hacen más que mostrar su propia debilidad y la oscuridad de su conciencia».
Monseñor Báez explicó que esas sociedades injustas, «donde los poderosos desean silenciar el sufrimiento de quienes lloran», el rol del profeta es denunciar las injusticias.
Advirtió que sin profetas la sociedad se acomoda al sometimiento y a las injusticias. Y una Iglesia sin profetas se vuelve temerosa e indiferente ante el sufrimiento humano.
«A pesar de las amenazas, un profeta auténtico, que ha recibido de Dios la misión de hablar en su nombre, nunca se calla» ni nunca se detiene ante la mezquindad y la violencia humana, afirmó.
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«El verdadero profeta obedece solo a Dios. No es movido por intereses personales, motivaciones ideológicas o búsqueda de fama (…) Los profetas de Dios no buscan contentar a sus oyentes, diciéndoles lo que quisieran oír, ni pretenden ganar su aprobación, sino que anuncian lo que Dios les manda que digan. Por eso, como sucede todavía hoy, los profetas resultan incómodos y son objeto de ofensas, calumnias y agresiones», manifestó el líder religioso.
El obispo resaltó que en esto hay dos grandes lecciones: solidaridad y humildad porque «no hay lugar para la indiferencia, siempre hay que apoyar a las víctimas, proteger a los perseguidos por el poder y a los exiliados que huyen para salvarse».
Y «hay que superar la rigidez mental y la presunción de saberlo todo, dispuestos siempre a escuchar y a cambiar nuestro punto de vista si es el caso».
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Monseñor Báez, crítico de las injusticias en Nicaragua, invitó a los religiosos a que, «como Jesús, no huyamos ni nos escondamos. Sigamos abriéndonos paso en medio de la gente, en medio de las dificultades de la historia y el rechazo humano».
«Anunciemos el evangelio sin temor, con entusiasmo, sabiendo que, a pesar del rechazo y la maldad humana, “la palabra de Dios no está encadenada“», finalizó.