La brutal represión parece haber alejado, por el momento, un nuevo tsunami social, Nicaragua sigue gobernada por una minoría y ha dejado de formar parte prioritaria de la agenda diplomática internacional. Sin embargo, las cinco crisis se mantienen, mucho más emponzoñadas y generalizadas que el 2018. La demagogia desquiciada que Ortega-Murillo vertió en todos estos años elevó el resentimiento y la división sociopolítica.
La gran mayoría de los nicaragüenses sigue demandando el cambio y el fin de la represión. Esto no significa que el equilibrio de poder entre el régimen y la oposición se haya inclinado a favor de los últimos. Al contrario, uno de los obstáculos para un cambio en la correlación de fuerzas sociopolítica ha sido que Ortega-Murillo sigue gozando del apoyo del estamento militar (Ejército, Policía y paramilitares) y de falta de compromiso del gran capital a favor del cambio.
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El régimen se encuentra en un estado de crisis permanente porque no le ha resultado la solución militar para superar la crisis sociopolítica; sin embargo, los representantes políticos del gran capital están bloqueando la unidad de la oposición por obsesiones ideológicas y no mostrado ningún interés de apoyar el aislamiento diplomático internacional del régimen, apuestan a la estrategia del “orteguismo con o sin Ortega”.
El régimen persigue a los periodistas independientes porque no acepta ninguna información de los hechos, niegan todo, ocultan la información o la falsean. Reprimen porque la fragilidad del régimen sigue avanzando. No aceptan ninguna presentación de los hechos que contradicen su versión, están profundamente atrincherados en las teorías conspirativas. Están convencidos que los periodistas independientes son sus enemigos por abandonar la cultura donde los hechos se falsean y se manipulan.
Por otro lado, la idea del régimen de impedir la unidad de la oposición fragmentándose le puede resultar contraproducente, ya que el impedimento de que puedan participar en el proceso electoral a varios partidos y candidatos con el objetivo de evitar cualquier posibilidad de perder, demuestra la NO existencia de un proceso electoral democrático. En el futuro inmediato, el régimen tendrá que lidiar con el conocimiento internacional de que el proceso electoral no es transparente y legítimo.
El orden dictatorial y sus incertidumbres del presente solo aseguran mayores miserias para la población e impide la necesaria construcción de otro orden social. La salida de las cinco crisis no pasa por retener al orteguismo, en cualquiera de sus variantes, sino que se requiere combatirlo y establecer nuevas relaciones sociopolíticas. No solo es la política la que hay que cambiar, sino la economía, dos esferas de la actividad humana indisociables.
Que se cree, se forme la coalición de los que se oponen al regimen Ortega Murillo-fsln. Les une que reclaman un cambio de gobierno, les une una sed de justicia. No se enfoquen en las diferencias sino en los dones de servicio. Elijan un candidato o candidata que exprese la necesidad de este cambio, que pueda reflejar con el espejo del amor hacia el odio de las agencias de propaganda del gobierno; señalar la incompetencia del regimen en las areas de educación, sistema judicial, prensa, seguridad, libertad ciudadana y economía.