El 26 de febrero de 1990, mientras las calles de Managua estaban prácticamente desiertas, pasadas las tres de la tarde, una comitiva abordo de varios vehículos, escoltada por un aparatoso dispositivo militar, llegó hasta el reparto Las Palmas y de los vehículos se bajaron, Daniel Ortega, todavía presidente de Nicaragua, el canciller Miguel d’Escoto Brockmann y el director del periódico sandinista Barricada, Carlos Fernando Chamorro.
Entraron a la casa de la mujer que acababa de darle un giro de 90 grados a la historia de Nicaragua, y luego de rápidos saludos el comandante se echó a los brazos de Violeta Barrios de Chamorro, conocida como «doña Violeta», y lloró, sí, lloró mientras la mujer que lo acababa de derrotar en las elecciones presidenciales lo consolaba.
Según un reportaje publicado por el diario La Prensa en el 2016, doña Violeta lo abrazó y le dijo: «Mi muchacho, no pasa nada». Alfredo César Aguirre, que estuvo ahí presente, cuenta que doña Violeta se veía maternal, «No papito, no papito, todo está bien», le repetía para tranquilizarlo.
¿Por qué lloraba Ortega?
Doña Violeta Barrios de Chamorro, la viuda del Mártir de las Libertades Públicas Pedro Joaquín Chamorro, al frente de la Unión Nacional Opositora (UNO), una coalición de 14 partidos políticos contrarios al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), solo un día antes, el 25 de febrero, acababa de propinarle a los sandinistas una contundente derrota en las urnas donde se contaron el 54.8 por ciento de los votos para la UNO contra el 41 por ciento para Ortega, y así se convertía en la primera mujer presidenta de Nicaragua y de Latinoamérica.
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Daniel Ortega veía truncado su sueño de seguir siendo el presidente de una Nicaragua que estaba sumida en una penosa guerra que llevaba ya 10 años y cobraba, según datos conocidos, al menos 50 mil víctimas mortales, sumado a esto a la escasez de alimentos.
El candidato sandinista derrotado, en uno de sus pocos actos de estadista, llegó a reconocer su propia derrota ante doña Violeta y a felicitarla por su triunfo, aunque unas horas después frente sus seguidores que no digerían el revés electoral, pronunció un discurso que encerraba malos presagios jurándoles que gobernarían «desde abajo».
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Este 25 de febrero de 2021, con Ortega nuevamente enraizado en el poder y en año electoral, se cumple el 31 aniversario de aquella victoria, y de aquel llanto en los brazos de la señora Barrios de Chamorro.
La UNO, con doña Violeta como candidata a la presidencia y el abogado Virgilio Godoy Reyes como candidato a la vicepresidencia, enfrentaron a la fórmula sandinista compuesta por el exguerillero Daniel Ortega Saavedra y el escritor Sergio Ramírez Mercado, quienes intentaban repetir en los cargos de presidente y vicepresidente respectivamente.
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La victoria de la candidata de la UNO fue contundente, algo no esperado por los sandinistas que en cada acto proselitista llenaban plazas gracias a que tenían a su disposición todo el aparato logístico del Estado. Sin embargo, no pudieron revertir los efectos de los 10 años de guerra, escasez, la represión y miles de muertes, sobre todo de jóvenes que eran obligados a cumplir el Servicio Militar en las montañas.
Un reporte de La Prensa, publicado en la mañana de aquel 26 de febrero de 1990, da cuenta que pocos minutos antes de las dos de la mañana, el presidente del Consejo Supremo Electoral, Mariano Fiallos Oyanguren, anunció la tendencia clara del voto, al dar a conocer el informe de un cinco por ciento de las mesas electorales ya contadas y la victoria era para la UNO, que también derrotó con 51.4 por ciento contra el 44.5 al FSLN en la tercia por el dominio de la Asamblea Nacional.
El camino a la victoria
Doña Violeta, como cariñosamente fue conocida por el pueblo durante su mandato, había sido postulada como candidata de la oposición unificada en la UNO en septiembre de 1989, luego de que los partidos políticos lograran ponerse de acuerdo en que solo juntos podrían arrebatarle el poder a Daniel Ortega y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y es así que logran montarse en el mismo barco, partidos de tendencias e ideologías tan variadas como liberales, socialistas, demócrata-cristianos y hasta comunistas.
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La campaña electoral duró apenas, poco más de un mes, entre el 11 de enero y el 21 de febrero de 1990, cuando entró en vigencia el silencio electoral para luego llegar a ese 25 de febrero, día en que los nicaragüenses debían salir a depositar su voto, que lo sandinistas creían, sería para ellos.
Según datos del Consejo Supremo Electoral de entonces, participó el 86.23 por ciento de la población apta para votar. Hubo una abstención de aproximadamente el 10.8 por ciento. Se emitieron 1,420,544 votos válidos y fueron anulados 90,249 sufragios.
Los derrotados
La excomandante guerrillera Mónica Baltodano, para entonces viceministra de la presidencia, contó a BBC Mundo en el 2018 que al momento de ir a las elecciones de 1990, El Gobierno estaba sometido a una gran presión, sobre todo militar.
«Había además una situación de desgaste económico enorme. Una inflación exagerada. La economía hacia aguas y el desabastecimiento golpeaba todos los hogares», dijo a BBC Mundo Baltodano.
Agrega la exviceministra de la Presidencia que aceptar el proceso electoral en aquel año no fue voluntad de Daniel Ortega sino de la Dirección Nacional del FSLN, además que era un compromiso contraído por Nicaragua en el proceso de paz que se impulsaba en la región centroamericana a partir de las cumbres de Esquipulas I y II.
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Además, otro factor que llevó a Ortega y la dirección sandinista a jugarse el poder en unas elecciones limpias fue la seguridad de que ganarían esos comicios.
«La verdad es que la gran mayoría de los sandinistas teníamos seguridad en que ganaríamos. Lo afirmaban las estructuras, las organizaciones y también las encuestas que estaban a cargo de Paul Oquist (hoy secretario privado de Ortega)», rememoró Baltodano.
Con todo esto, llegó el día esperado. El FSLN versus la UNO. «El gallo ennavajado», a como se hacía llamar Ortega en su campaña, vestido de pantalones y botas vaqueras y camisas multicolor frente a la dama vestida de blanco que prometía la paz y la reconciliación.
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El miembro de la Dirección Nacional del Frente, uno de los nueve personajes poderosos del sandinismo y hoy disidente del partido rojo y negro y además enemigo político de Ortega, Henry Ruiz, contó a La Prensa en el 2016 que ese día, por la noche, a eso de las nueve se les aguó la celebración que tenían pensada para festejar la victoria que según creían, tenían echada en el bolsillo. Lo llamaron a una reunión urgente de los nueve.
Cuando llegó al punto de reunión en la Loma de Tiscapa, los otros comandantes estaban con las caras «desencajadas», sobre todo los hermanos Humberto y Daniel Ortega.
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Ya reunidos, Daniel Ortega preguntó qué se haría a partir de ese momento. Cuenta Ruiz que Luis Carrión levantó la mano y habló de reconocer la derrota, seguidamente el propio Ruiz le habría dicho a Ortega: «Reconocé la victoria. Nos estamos jugando todo y si el pueblo decidió que no ganamos, pues lo tenés que reconocer» y ahí se acabó la reunión.
Lo que vino después fue como agua río abajo. La decisión fue transmitida a todos los líderes de las bases sandinistas. A las 10 de la noche, la dolorosa noticia para los sandinistas estaba en las calles, de boca en boca. El FSLN había perdido las elecciones ese 25 de febrero.
A las seis de la mañana del 26, Ortega compareció ante los medios de comunicación y en rueda de prensa que estaba siendo transmitida al mundo, reconoció la derrota. «El gallo ennavajado» había sido desplumado. Doña Violeta Barrios de Chamorro era la presidenta de Nicaragua.
La observación electoral
La misión de la Organización de las Naciones Unidas para la Verificación Electoral en Nicaragua (ONUVEN) en un informe de aquel proceso indica que contó con un equipo de 54 funcionarios, sin incluir los expertos consultores en la primera etapa del proceso y para el acto electoral del 25 de febrero, el equipo de ONUVEN se reforzó con la llegada de un mínimo de 160 observadores adicionales que representaban a más de 50 países del mundo.
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Mientras la Organización de Estados Americanos (OEA), en su informe del proceso indica que el número de observadores fue de aproximadamente doscientas personas.
¿Se repetirá la historia?
31 años después, Ortega, ahora cogobernando con su esposa Rosario Murillo en el último periodo presidencial, lleva ya tres periodos que suman hasta ahora 14 años y al llegar a las próximas elecciones previstas para noviembre del presente año, completará los 15, consecutivos al frente del Gobierno. Sumados a los primeros 10 años que gobernó en la década de los 80, Ortega se convierte en el hombre que más años lleva en el poder, sobrepasando incluso a los Somoza, la otra dictadura que ayudó a derrocar por entronizarse en el poder.
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En medio de una crisis política y social agravada por la crisis económica, el régimen Ortega-Murillo solo logra mantenerse en el poder gracias a la represión que ejerce sobre los opositores; una escalada represiva que a partir del 2018, cobra al menos 300 muertes, cientos de heridos, miles de exiliados y decenas de presos políticos.
Y aunque la oposición se mantiene dividida, el reciente anuncio de la periodista Cristiana Chamorro Barrios, hija de la expresidenta Violeta Barrios y Pedro Joaquín Chamorro, de estar dispuesta a enfrentar a Daniel Ortega en unas elecciones libres y democráticas hacen pensar que la historia de 1990 se pueda repetir. Otra vez una Chamorro podría destronar al ahora llamado «presidente se queda», que podría no quedarse.
Entonces va de nuevo la Desplumada porque el Pueblo de NIcaragua se la tiene Jurada, el dolor que Enternese a los NIcaraguenses por la muerte de los Jovenes eso no se lo van a perdonar JAMAS las madres de ABRIL 2018.
Aca se hace memoria a esa novela de Gabriel Garcia Marquez , CRONICAS DE UNA MUERTE ANUNCIADA………..
Saludos………………..