El jueves 14 de noviembre, a la 10 de la mañana, siete mujeres, que son familiares de presos políticos, iniciaron en la iglesia San Miguel Arcángel de Masaya una huelga de hambre demandando la libertad de todos los secuestrados a manos de la dictadura de Daniel Ortega. El asedio de la Policía orteguista no se hizo esperar. Los agentes se ubicaron en la zona de la parroquia y en horas de la tarde, la cantidad de efectivos y de turbas orteguistas se triplicó y no permitieron más el acceso a ninguna persona.
“Estamos en la casa del Señor, ahora no se puede entrar a misa, exigimos libertad de culto”, denunció el padre Edwin Román, párroco de la iglesia San Miguel Arcángel, quien tuvo que realizar una breve misa en las afueras del templo, a causa de la pared humana de agentes de la Dirección de Operaciones Especiales (DOEP) para evitar que entraran los feligreses a la misa del Santísimo. Ya a las seis de la tarde, la totalidad del perímetro de la iglesia fue tomado por los agentes orteguistas.
Sin agua ni luz
A la represión orteguista en contra de las madres y del padre Edwin Román se sumó el corte de agua potable y luz eléctrica. A las cuatro de la tarde del mismo jueves, 14 de noviembre, mientras se celebraba una misa, una cuadrilla de Unión Fenosa suspendió el servicio. Una hora después (a las cinco de la tarde) Enacal suspendió indefinidamente el servicio de agua potable. “Nos dejaron sin luz y ahora nos quitan el servicio de agua potable, no entiendo el motivo, porque voy al día con los pagos”, denunció en esa ocasión el padre Edwin Román.
Desde que inició la huelga de hambre hasta el viernes 22 de agosto que decidieron salir de la iglesia, las personas estuvieron sin los servicios básicos, afectando su salud y haciendo más difícil las posibilidades de seguir resistiendo al ataque de la dictadura.
“No pensábamos que la represión iba a hacer tan violenta”
Diana Lacayo, de 42 años, presidenta de la Asociación de Familiares de Presos Políticos y madre del preso político Scanier Merlo, refirió su asombro ante el asedio policial y de turbas del régimen de Daniel Ortega, quienes los amenazaban de muerte y les aseguraban que “saldrían en bolsas negras”.
“Nuca pensamos que este hombre (Daniel Ortega) nos iba a atacar de la forma que lo hizo, desplegó a todo un ejército solo por un grupo de personas que decidimos protestar de manera pacífica para exigir la libertad de nuestros familiares”.
“La ofensas y amenazas eran a cada momento, no teníamos descanso. En el día eran los antimotines que nos amenazaban y en la noche eran las turbas, quienes tiraban piedras al templo, empujaban las puertas y se burlaban de nuestra lucha”, denunció Lacayo, una de las madres que se vio más afectada de salud, porque al padecer de asma, se descompensó en varias ocasiones.
“Fue horrible lo que pasamos, pero valió la pena”
Aunque fueron nueve días difíciles y de angustoia, aseguran que valió la pena, “porque pudimos demostrar una vez más que Daniel Ortega es un ser déspota y que en Nicaragua sí vivimos una dictadura”, reiter´ Lacayo.
Karen Johana Lacayo Rodríguez, de 42 años, originaria de Masaya y hermana del preso político Edward Lacayo, afirmó que vivieron “momentos de zozobra, las turbas y la Policía le decían cosas feas al padre y a nosotras, nos vigilaban con drones, los policías se subían a la tapia de la iglesia y nos amenazaban con matarnos.
Además, señaló ante este medio de comunicación que la Policía orteguista se tomó la casa de una vecina para evitar que le ayudaran al padre Edwin Román con sus medicinas. “La Policía se tomó el patio de una de las vecinas, porque se dieron cuenta que esa familia le ayudaba al padre con el hielo para refrigerar la su insulina y que además le pasaban comida”.
Por su parte, Heysell del Carmen Palacio, de 24 años, hermana del preso político de Masaya Dennis Javier Palacios Hernández, refirió que el unirse a la huelga de hambre fue con el propósito de ver a su hermano libre, aunque no estaba preparada para aguantar la represión por parte del gobierno de Daniel Ortega.
“A mí me afectaron psicológicamente, porque las turbas nos decían bascosidades, incluso llegaron al extremo de intimidar a nuestros familiares para que nos llegaran a sacar. Yo tengo anemia y tuve con suero, porque me vi muy mal de salud, pero eso no me hizo declinar, si hicimos una pausa, fue por la salud del padre, porque él se puso muy mal, pero vamos a seguir en la lucha”.
Suleyka Sánchez, de 21 años, esposa de del preso político Virgany Zavala dijo a Artículo 66 que pese a las adversidades seguirá demandando justicia y libertad. “Esto no termina aquí, seguiré demandando la libertad de mi esposo. Esto no es una derrota, seguimos firmes y con la frente en alto”.
Piquetes exprés y saludos al Comisionado Ramón Avellán
Diana Lacayo relató que en medio de las circunstancias en las que estaban no perdieron el entusiasmo de seguir demandando justicia, por lo cual hicieron un piquete exprés desde el campanario de la iglesia. “Nosotros queríamos hacer saber que estábamos vivas y que seguíamos en la lucha, es por eso que el jueves, 21 de noviembre, cortamos una tela blanca y otra azul e hicimos una especie de papelillos, además inflamos globos y los tiramos”.
También Lacayo dijo que no pudo faltar los saludos al comisionado Ramón Avellán, máximo represor de la ciudad de las flores. “Todos los días les dábamos las buenas noches y los buenos días a Avellán: Buenas noches comisionado Avellán, que descanse si es que puede., porque nosotros sí lo hacemos, no estamos derrotadas”.
“El padre Edwin Román es nuestro héroe”
Como un gran hombre de fe, héroe y extraordinaria persona, califican las familiares de los presos políticos al padre Edwin Román, quien abrió las puertas de la parroquia y dio acompañamiento a la protesta cívica.
“El padre Edwin Román es una gran persona, nunca nos dejó solas, siempre nos dio palabras de aliento. A veces llorábamos por el miedo que sentíamos, pero él nos decía que todo iba a salir bien, que tuviéramos fe en Dios. Gracias a la misericordia de Dios y a la ayuda del padre estamos vivas”, refirió Cinthya López, de 33 años.
“La huelga culminó, no porque nosotras hayamos querido, sino porque teníamos que priorizar la salud del padre, él hizo mucho por nosotras, pero ya estaba decaído, no podíamos dejarlo morir, sin embargo, esta lucha continuará, esto no termina”, expresó Heysell Palacio.
Desde que culminó la huelga de hambre, la la iglesia San Miguel Arcángel de Masaya sigue tomada por antimotines orteguistas y el padre Edwin Román continúa hospitalizado. Sin embargo, tanto las familiares de presos políticos como el párroco afirman no declinar y continuar luchando por la libertad de Nicaragua.