El 19 de junio del 2018, a las 11:40 de la maña, fue asesinado de un disparo en la cabeza Marcelo Mayorga López, de 40 años, mientras trataba de salvar su vida y la de varios jóvenes en el sector del barrio San Jerónimo, de la ciudad de Masaya, en la primera etapa del llamado “plan limpieza” ejecutado por la dictadura de Daniel Ortega, para desmontar a balazos las barricadas que la población había levantado en esta ciudad.
Noticia relacionada: 2018 sangriento para Masaya con 50 asesinados por el régimen de Daniel Ortega
A lado del cuerpo de Mayorga estaba una tiradora, la única arma con la que se defendía del ataque brutal de antimotines y paramilitares. “Estábamos en la zona de San Jerónimo, por el colegio Santa Teresita, habíamos varios chavalos queriendo pasar hacia el lado de “El Calvarito”. Marcelo nos estaba guiando, dijo que nos cubriría las espaldas mientras nosotros pasábamos, él asomó la cabeza e hizo el intento de hacer un tiro con su honda, pero recibió un balazo certero en la cabeza. Al ver su cuerpo tendido, no pudimos hacer nada, tuvimos que huir, para no morir”, informó un joven que estuvo en el momento en que asesinaron Mayorga.
¿Quién era Marcelo Mayorga?
La esposa de Marcelo Mayorga, Auxiliadora Cardoze Ramírez, de 35 años, narra en entrevista para Artículo 66, por qué el “hombre de la tiradora” se sumó a una lucha cívica en contra del régimen dictatorial de Daniel Ortega.
“Teníamos 20 años de vivir juntos; nos conocimos en un juego de beisbol, porque era fanático del equipo San Fernando, de Masaya. Iniciamos la relación, cuando yo tenía 15 años y él tenía 21. Tuvimos dos hijos, uno de 18, estudiante universitario y el otro de 10 años, que está en primaria. Siempre fue muy cariñoso con sus hijos y conmigo, no me puedo quejar del trato y esmero para con nosotros. Todo lo que pudimos adquirir y lo que podés ver, fue con nuestro esfuerzo y dedicación”, comenta Auxiliadora Cardoze.
Noticia relacionada: Comisionado Ramón Avellán, responsable de 35 asesinatos en Masaya, distinguido como “hijo dilecto”
“Marcelo fue muy inteligente y trabajador, obtuvo un técnico en topografía, trabajó para la alcaldía en el período 2000-2006, haciéndole dibujos, pero le gustaba más las ventas. Laboró para varias empresas fuertes como vendedor, su último trabajo fue de conductor para la cervecería, no era trabajador fijo, solo por temporadas lo llamaban, eso le permitía dedicarse a su propio negocio que era vender queso y huevos, prácticamente era un comerciante. Nunca se quedó sin hacer nada, siempre buscó el billete para que nunca le faltara nada a su familia. Como esposo te puedo de decir que le doy un 50, porque siempre hay sus dificultades en la relación, pero como padre tiene un 120, porque nunca nos faltó nada”, reiteró Auxiliadora Cardoze.
Amante a la cocina al cuido de sus hijos
“Mi esposo era muy hogareño, le encantaba cocinar, cocinaba divino, me ganaba. Te cuento que yo le enseñé ciertas cosas, pero él se perfeccionó, él era el que cocinaba en esta casa, yo era de otras cosas. Pero lo que más le encantaba era compartir tiempo con sus hijos, nunca los descuidó, siempre estuvo pendiente de ellos, era padre, amigo, era todo para ellos. Inclusive, el día que a él lo asesinan, dejó la comida echa a sus hijos, eso te da a entender la responsabilidad, el compromiso y el amor que Marcelo tenía para con sus hijos”, refirió la esposa del muchacho de la tiradora, asesinado en medio de las barricadas por las balas de la policía del régimen.
Marcelo y su aporte a la lucha cívica
Auxiliadora Cardoze afirma que, “desde el 18 de abril, todo cambió para todos los nicaragüenses y más para nosotros como familia. En la televisión mirábamos el sufrimiento de las familias, veíamos cómo morían los estudiantes. En Masaya todas las personas comenzaron a organizarse para comprar agua, medicina, comida y todo lo que las personas que estaban en la lucha necesitaban, alguien tenía que encargarse de llevar las provisiones. Es ahí donde mi esposo comenzó a unirse a la lucha, era él el destinado de hacer llegar las provisiones a los estudiantes”.
Una vez levantados los tranques en Masaya
Según Auxiliadora Cardoze, Marcelo Mayorga, siempre tuvo presente que su deber como ciudadano era servir al prójimo y defender su país. “Luego en mayo, cuando se levantaron los tranques en Masaya se formó lo que se llamó “la defensa civil de Masaya”, como mi esposo ya había apoyado a los estudiantes, lo llamaron a una reunión. Es ahí donde él asume la responsabilidad de hacer llegar las medicinas y provisiones a las iglesias, en cada tranque y en cada puesto”.
Noticia relacionada: Seis muertos y 36 heridos en brutal ataque a Masaya
“Cuando se da los ataques de la policía, Marcelo empezó a ir porque alguien tenía que hacerse cargo de retirar a los heridos, inclusive, cuando era capturado algún policía o CPC en los tranques, mi marido junto con otros abogaban para que no los golpearan y los entregaban al doctor Álvaro Leiva o a los sacerdotes, especialmente al de San Miguel, el padre, Edwin Román, para que fueran liberados”, reiteró Auxiliadora.
Marcelo y su compromiso con Nicaragua
Iniciados los saqueos en Masaya, muchos negocios fueron asaltados y dirigidos, según la ciudadanía de Masaya, por simpatizantes orteguistas. Muchos poblaodres, entre ellos Marcelo Mayorga, trataron de impedir que se ejecutaran y que dejaran más empobrecida a la ciudad. “Cuando se dan los saqueos a PALÍ, la CURACAO y otros negocios, mi esposo junto con otras personas se organizaron para quitar todo lo que la gente se quería llevar. Y todo lo recolectado se llevaba a la iglesia del parque central par que el padre pudiera entregarlos a los dueños. Al ver a mi marido más metido en la lucha, yo le preguntaba, ‘¿Por qué vas? Vas a salir implicado y no te vas a llevar nada”, pero él me decía: “No, es que hay que quitarle a esta gente las cosas, no podemos permitir que nos roben. Cuando miremos Masaya va a necesitar del comercio”, comenta la esposa de Marcelo.
Auxiliadora Cardoze afirma que, siempre intentó persuadir a Marcelo Mayorga, para que desistiera de la lucha para que no fuera blanco del orteguismo, pero su compromiso por la libertad de Nicaragua era más fuerte. “En muchas ocasiones traté de detenerlo, “no, no vayas” le decía, pero podía más ese amor, esa valentía. Él me decía que algún día seríamos libres”.
En compañía de sus dos hijos, Auxiliadora Cardoze recuerda las palabras de Marcelo, quien le repetía su deseo de ver a Nicaragua libre. “Yo quiero que tu hijo estudie, que caminemos normal en Nicaragua, que seamos verdaderamente libres”, me decía mi esposo. Cuando sucedió lo de la familia del barrio Carlos Marx, Marcelo me hizo más conciencia de lo que ellos (el orteguismo) eran capaces de hacernos. Él me decía, “eso puede pasarnos a nosotros, eso le puede pasar al vecino, no podemos permitirlo”, después de esas palabras comprendí el verdadero valor de esta lucha”.
19 de junio, “el hombre de la tiradora” fue abatido de un tiro
“El día de la muerte de Marcelo Mayorga, a las seis de la mañana, me llevó al hospital Cruz Azul, carretera a Masaya, porque yo tenía una crisis fuerte de migraña. Estábamos dentro de la clínica, cuando el doctor de turno nos dice que, “si se van a quedar, vamos a cerrar porque ya vienen tirando balas”, entonces mi esposo me dijo, “tus hijos están solos, ellos te necesitan, vámonos”. Medio me pusieron el medicamento y nos fuimos a casa”, narra visiblemente conmovida la esposa de Mayorga.
“Recuerdo, que ya estando en casa, Marcelo hizo el desayuno, me ayudó a bañar. Al momento recibió una llamada, donde le decían que había que entregar un medicamento y unos morteros, porque esta gente (la policía del régimen) venía con todo a Masaya. Yo le dije que no fuera, que delegara a otro, pero él me decía que no se podía porque él era el encargado y que había que hacer la entrega. ´Ya vengo, cualquier cosa me voy para donde tu mamá’, fueron las últimas palabras que me dijo”, refiere la viuda.
El último adiós de Marcelo
“Ese horrible 19 de junio, Marcelo se despidió de su hijo menor, le dio un beso a su hijo grande y le dijo que le dejaba el desayuno, que ya volvía. Salió en su moto, pasada la hora lo llamé, le pregunté si ya venía, pero él me dijo, ´no, ya no puedo volver, porque ya (los antimotines) están cerca, haceme un favor, pasale el sillón a la puerta y tirate al piso”. A la siguiente hora, lo volví a llamar y le pregunté si ya estaba donde mi mamá, pero me dijo que no podía, que esperara su llamada, que él me avisaría”, narra entre lágrimas la esposa de Marcelo.
Noticia relacionada: Otra embestida brutal de la dictadura de Daniel Ortega contra Masaya
La última conversación telefónica que Marcelo, “el hombre de la tiradora”, como muchos le ha llamado, fue con su hijo mayor. “Creo que cinco ó 10 minutos antes que a él lo maten, mi hijo lo llama y le pregunta si ya viene hacia la casa, Marcelo le dijo que sí, que iba a buscar la manera de subir. También, preguntó si yo estaba bien, mi hijo le dijo que yo estaba mal, entonces le ordenó que me hiciera un té. ´Preparale un té de manzanilla, le echas miel por favor, tal vez se relaja´. Yo le dije que se viniera ya, que sólo así me podía calmar. Lo último que me dijo, fue, ´ya llego´, pero no volvió; esa fue la última vez que hablé con él, la última palabra que aún recuerdo: “Ya llego”, recordó la viuda.
La noticia trágica
Auxiliadora Cardoze, narra cómo se da cuenta de la muerte de su esposo, el trato de la policía del régimen y cómo recogió su cuerpo. “Al instante que corté la llamada con mi esposo, estoy en mi cama, cuando una amiga me chatea y me dice que mataron a un hombre en (el barrio) El Fox, que le dicen “Pata plana”, yo le dije: “Pobrecito, que tristeza para su familia”. Al ratito un sobrino me envía una imagen y me dice, “mirá” y era la imagen donde él (Marcelo) está en el suelo, yo pego el grito, llamo a mi hijo, le digo que su papá está herido, pero muy adentro yo sabía que no estaba herido. Entonces mi hijo agarró un machete, quería ir a traerlo, pero yo le dije que no fuera. Yo me alisté y me fui con un montón de gente; recuerdo que un vecino me dio un pedazo de tela blanca y me fui con una vecina, yo llevaba extendido el trapo para que no nos dispararan”.
“Llegué, hasta la panadería Corazón de Oro y allí estaban ellos (los agentes del régimen), me preguntaron que hacia donde iba, les dije que iba a traer a mi esposo que estaba herido. Ellos me dejan pasar, pero al llegar a la estación de bomberos, otro grupo de policías me detuvo y me hicieron las mismas preguntas, y yo les dije lo mismo, que mi marido estaba herido. Me preguntaron si tenía certeza de que era mi esposo, yo le dije que sí, que tenía una foto de él, que estaba en la (farmacia) Aguilar, entonces me dejaron pasar”, continúa narrando la esposa del occiso.
Hostilidad policial e impotencia ante la muerte de Marcelo
“Al llegar a la Aguilar, una de las barricadas ya estaba a medias, ya la habían botado y un hombre muy pedante me dijo, “¿Qué querés?” Aquí cayó mi marido” le respondí. El oficial me dijo que allí no había caído nadie, pero yo le dije que sí, porque tenía una foto de él.
Noticia relacionada: Masaya, de la represión y los asesinatos a la insurrección ciudadana
“Si está herido decime adónde se lo llevaron”, le increpé, a lo que el policía me respondió, “¿Cuál, ese perro que está ahí?, lo hubieses detenido” ¡No es ningún perro, pero sí es él!” les dije, Pero yo no sabía que lo habían arrastrado, porque no estaba en la posición que él cayó, porque hay un vídeo donde se mira que a Marcelo lo arrastran y lo tiran a un charco de agua, porque iban a pasar las camionetas, entonces, yo corrí y lo agarré. Mi vecina fue a buscar ayuda, los bomberos quisieron auxiliarnos, pero el policía no dejó que se acercaran, y les apuntaban con las armas; yo pedía ayuda, pero nadie me ayudó.”
Odisea para recoger el cuerpo
Comenta Auxiliadora Cardoze, que se dispuso a recoger las pertenencias de su esposo, entre ellas, la tiradora, el arma que empuñó hasta las últimas consecuencias. “Yo recuerdo que me agaché y empecé a recoger lo que era mío, porque lo que era de Marcelo era mío. Entonces, recojo la tiradora, la mochila, dónde andaba varios libros de mi hijo para evitar (según mi esposo) que una bala le diera en la espalda, y la gorra la cual tenía el agujero donde cruzó la bala que mató a mi esposo”.
“Busqué el reloj, pero ya no estaba; el hombre, que se notaba que era un policía de alto rango me pidió la tiradora; entonces yo lo quedo viendo y le pregunto, ¿qué, esto?, ¿qué te puedo hacer con esto?, pero tomá le dije. Entonces, me levanté de donde estaba con mi esposo y miré un carretón, entonces le dije al policía, “¿Me permitís ir a traer el carretón, para llevarme al “perro” y que no te estorbe?” él me dijo que sí, entonces fui a traerlo, quité toda la basura que tenía, porque era un carretón de la alcaldía y les pedí que por humanismo me ayudaran a llevármelo, entonces uno de ellos me ayudó a montar el cuerpo de mi esposo”.
También, Auxiliadora refiere, que al avanzar con el cuerpo de su esposo, los oficiales orteguistas que estaban en la estación del ferrocarril, no la dejaban pasar. “Al llegar a la estación, los policías no me dejaban pasar, me pedían la cedula, pero mi vecina les dijo que me dejaran pasar, porque no les estaba haciendo nada. Entonces un policía me dijo: “Andate, si no te apurás, te disparamos”, yo no sé cómo pasé los tranque, yo digo que fue Dios el que me ayudó a levantar perlines pesados y avanzar con el carretón que de por sí pesa mucho. Al llegar a la entrada del barrio, mi hijo viene a encontrarme, pero yo les hacía señas que no avanzara, porque traía la amenazas de que me iban a disparar”.
“Estando con el cuerpo de mi esposo en mi casa, yo fui la que lo limpié y lo preparé con ayudas de unos vecinos. Luego improvisamos una hamaca y bajo las balas lo llevamos a la casa de mi mamá en las Siete Esquinas, dónde lo velamos, bajo el asedio de la policía. Al día siguiente, lo enterramos en el cementerio de San Carlos, donde asistió un mar de gente, que sin miedo alguno de recibir una bala, acompañaron a mi esposo a su última morada, jamás había visto tanta solidaridad en esta ciudad, como ese día. Antes de enterrarlo se le celebró una misa en la iglesia de San Jerónimo, porque él era cofrade del patrono de los masayas y bailaba cada año la imagen.
Su último deseo
“Tres días antes que lo asesinaran, estábamos conversando, él (Marcelo Mayorga), me dijo que, “si yo muero antes que vos, solo te pido que me enterrés al lado de mi mama, es lo único que te voy a pedir”, me dijo. Y así se hizo, él está a la par de su abuelita, que fue su mamá, porque lo crió desde chiquito, ya que su mamá biológica se lo dejó a su abuelita con tres meses de nacido”.
Abba Yahshua haMashíaj tenga en su reino a nuestro hermano Marcelo Mayorga y le de fuerza y paz y ayuda de la ciudadanía a sus hijos y esposa y en general a toda la familia y que pronto se cumplan los deseos de Marcelo de ver una nicaragua libre.
Buenos días Estimados señores de Articulo 66. Soy un seguidor de ustedes y quisiera copiar esta información e imprimirla para divulgarla entre personas que no tienen acceso a las redes sociales.
Les voy a creer para que no se pongan bravos.