La dictadura de Nicaragua está entre las «más opresoras del mundo», junto a Corea del Norte, Sudán y Somalia. El país se hunde en atraso económico y democrático, sufre crímenes de lesa humanidad y es desolado por una ola migratoria forzada sin precedentes, y ante tantos desmanes, urge que EE.UU. asuma su «protagonismo político» aumentando sanciones, penalidades y apoyo sin cesar a grupos cívicos; y la oposición nacional debe pasar a la acción, «el momento de la denuncia pasó», debe actuar uniéndose con opositores de otros países en igual condiciones, propone el investigador nicaragüense Manuel Orozco.
Consultado por Artículo 66, Orozco, investigador del organismo internacional Diálogo Interamericano, basado en Washington, Estados Unidos, advierte a la oposición nicaragüense en general que deben pasar a la acción porque ya se venció la etapa de «solo denuncia», y sobre todo comprender que deben dimensionar correctamente al «monstruo» que encarna la dictadura Ortega-Murillo, para dar el «golpe» requerido.
«Mientras no se dimensione el tipo de régimen con el que se está lidiando, no se podrá dar el golpe proporcional, por eso es importante contar con la precisión de saber con qué monstruo se está lidiando. Ya pasó el momento de la denuncia», advierte el politólogo, que fue desnacionalizado por la dictadura, acusándolo de ser uno de los ideólogos de las protestas sociales de 2018.
En una reciente investigación elaborada por Orozco y publicada en la revista especializada inglesa The Economist, el investigador detalla que, de acuerdo con el «rango de radicalización dictatorial» que toma en cuentas aspectos como corrupción generalizada y límites a la participación ciudadana aplicando control total, al peor estilo de los Talibanes o Corea del Norte, la dictadura impuesta por Daniel Ortega y Rosario Murillo está entre las más radicales y opresoras del mundo.
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El análisis de Orozco señala que son 45 las dictaduras existentes en el mundo con características radicales. Aplicando los parámetros de democracia como procesos electorales justos y pluralistas, buen gobierno, participación política activa, cultura democrática y respeto a los derechos civiles, definitivamente la dictaduras Ortega-Murillo resulta ser «de las peores», pues se ubica en octavo lugar, como uno de los regímenes más opresores del planeta.
Por arriba de Nicaragua solo están países tan atrasados democráticamente como Sudán del Sur, Somalia, Afganistán, Myanmar, Corea del Norte, República Centroafricana y Siria. El régimen nicaragüense ha fortalecido sus relaciones diplomáticas con todas estas dictaduras.
Todas estas tiranías se han enraizado en el poder aplicando métodos cada vez más sofisticados y sorteando las sanciones y el aislamiento internacional.
El analista sostiene que las dictaduras del siglo XXI han mejorado su técnica represiva, su mecanismo de control social y sus métodos para lidiar con el aislamiento diplomático sin perder mercados internacionales. Algo que se evidencia claramente en el régimen Ortega-Murillo que ha logrado mostrar desprecio a los órganos diplomáticos internacionales como la Organización de Estados Americanos, de la cual incluso se separó, y ha ignorado todos los llamados de la ONU; y a pesar de ellos sigue gozando de las prerrogativas y ventajas de un TLC con Estados Unidos y Europa.
«El resultado sigue siendo el mismo, sociedades reprimidas, controladas por un líder autócrata, sacrificando el desarrollo económico y social de sus ciudadanos. Pero las consecuencias son peores no solo porque retrasan el desarrollo, sino que condenan a la sociedad a una pobreza política y económica a más de una generación», dice el investigador.
En ese sentido, Orozco afirma que, es importante que las sociedades y la comunidad internacional se preparen para resistir a las dictaduras. «No se trata de ir a la calle y arriesgarse a que te peguen un tiro, se trata de informarse, de conocer cómo funcionan estos regímenes, cómo roban y cómo el pueblo se prepara cuando estas dictaduras empiezan a dar señales de desgaste», advierte.
El golpe proporcional
En su análisis, Orozco propone que Estados Unidos asuma su verdadero «protagonismo» ante las dictaduras existentes y contra las nacientes, a la vez que llama a una efectiva «unión de las oposiciones de todos estos países», en una especie de «oposición transnacional».
«En medio de una polarización y populismo exacerbado (de las dictaduras), la suma de las fuerzas democráticas toma más peso cuando un país asume el riesgo de apoyar procesos democráticos en el resto del mundo. El liderazgo de Estados Unidos tiene que tomar un rol protagónico apuntalando presión política en países que son adversarios, lo que incluye a Nicaragua, Cuba y Venezuela», propone el politólogo de Diálogo Interamericano.
Recuerda que la amenaza de China y Rusia no es sólo en materia económica, sino que están tratando de exportar su modelo político dando legitimidad a estados autoritarios.
La propuesta de Orozco agrega que «Estados Unidos debe apuntalar más su política exterior hacia la condicionalidad cruzada con socios comerciales que estén en favor de la democracia, y restringir sus relaciones con aquellos países que se alían oportunistamente con China, Irán o Rusia. Debe dar el ejemplo que las sanciones sí funcionan, y que la transgresión a la democracia tiene consecuencias entre quienes violan los derechos humanos».
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Asimismo, sostiene que, de parte de Washington, más que una política exterior a través de redes sociales, use su liderazgo en la defensa de los demócratas y apoye en la conformación de «un movimiento global liderado por el apoyo político y material a los grupos cívicos en estos países, sin temor a la acusación de intervencionismo».
«La comunidad global de democracias empieza con el apoyo al movimiento cívico y la resistencia política, que presionan para lograr una transición democrática», afirma el analista nicaragüense.
En ese sentido, Orozco propone que, dado que las dictaduras también están aliadas con los poderes fácticos de sus países, «para enfrentar los poderes criminales se requiere un frente democrático transnacional, organizar presión interna, “bola recia”, e inteligencia política».
Afirma también que la «movilización política para contener la expansión y profundización de estos regímenes (totalitarios) recae en manos de un movimiento democrático transnacional con raíces entrelazadas al interior y exterior de las estructuras de resistencia democrática».
Esa alianza transnacional democrática con la que se debe combatir a las tiranías y prever el surgimiento de nuevas dictaduras, requiere, a visión de Orozco, «reclutar fuerzas con la inteligencia política y experiencia que conocieron cómo tratar a monstruos dictatoriales durante los setenta y los ochenta. Dado que los nuevos movimientos cívicos no tienen experiencia para lidiar con los poderes fácticos que hoy acechan la región, la alianza entre experiencia, preparación, y riesgos, bajo condiciones de represión, es de vital importancia».
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«La estrategia sigue teniendo los tres ángulos clave: desmoralización interna, neutralización de cuadros del régimen, presión externa. Pero el comienzo de debilitamiento gira en torno a las bases económicas que sostienen el poder fáctico y de ahí que es importante la estrategia transnacional que incluya al sector privado internacional», propone el politólogo en sus análisis.
Esa estrategia debe incluir, además de la aplicación de sanciones, el escrutinio de financiamiento externo, penalizaciones por violaciones a acuerdos comerciales y otros tratados internacionales, así como «campañas de boicot internacional a personajes involucrados en violaciones de derechos humanos».
El analista le insiste a la oposición nicaragüense que ya no están en la etapa de denuncia sino que se debe pasar a la acción, a «la bola recia» para dar el «golpe proporcional a la dictadura».