En un hecho sin precedentes en la historia de las relaciones internacionales de Nicaragua, el dictador Daniel Ortega ha confiado a solo tres de sus leales en el cuerpo diplomático un total de 26 embajadas; dos de ellos son extranjeros nacionalizados nicaragüenses, que manejan los hilos de las relaciones con 17 países, en una búsqueda desesperada por romper el aislamiento diplomático al que se somete el régimen de Managua por su deriva totalitaria, según valoran expertos consultados por Artículo 66.
Ortega es criticado por manejar las relaciones internacionales y al cuerpo diplomático de Nicaragua a su antojo, sin ninguna agenda práctica de largo plazo ni prioridades estratégicas para el país. El exembajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, valora que el dictador está más preocupado por tener respaldo internacional de quien sea, no importa qué país y romper el aislamiento al que está siendo sometido por los aliados tradicionales, que por buscar relaciones de beneficio para los nicaragüenses.
En ese sentido, la dictadura Ortega-Murillo recurre hasta el abuso de la calidad de «embajador concurrente» para establecer relaciones con países que «ni saben dónde está Nicaragua», indica el exdiplomático.
Los súperembajadores
De acuerdo con el sitio web oficial de la Cancillería de Nicaragua, el país tiene 34 sedes diplomáticas con categoría de embajadas en todo el mundo, pero sus relaciones bilaterales podrían ser más del doble de ese número, pues la última actualización de esa información data de 2008, es decir, lleva 15 años sin ser actualizada. «Lo que pasa es que la dictadura maneja la información diplomática igual que todo, con secretismo», explica el exembajador ante la OEA.
En el sitio web de la Cancillería solo se registran 19 concurrencias, ninguna de África ni de Asia. «Creo que este ha sido el gobierno que se ha caracterizado porque casi todos los embajadores están a cargo de al menos dos embajadas o dos misiones ya sea en calidad de representantes permanente, embajador o itinerante», señala McFields.
El sobrino del dictador Gadafi
Sin embargo, solo el ciudadano libio Mohamed Farrara Lashtar, nacionalizado nicaragüense en 1990, ostenta 12 nombramientos como embajador, de ellos 11 son en calidad de concurrente en países de África y Asia.
Farrara Lashtar es un protegido de Ortega por ser sobrino del desaparecido dictador libio Muammar el Gadafi, quien fuera en los años 90 el benefactor de Ortega al mantenerle, a él y su familia, su estilo de vida.
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Farrara, de 65 años, llegó a Nicaragua a finales de la década de los 80. En 1990, antes que Ortega entregara el poder al nuevo Gobierno de Violeta Barrios de Chamorro le otorgó la nacionalidad nicaragüense y se quedó en la nación centroamericana sirviendo de enlace entre el caudillo sandinista y su tío, el dictador de Libia.
A partir de 2007, con el regreso de Ortega al poder, Farrara Lashter se convirtió en uno de los superdiplomáticos de la dictadura.
Analistas consultados por Artículo 66 para este reportaje, sugieron que Mohamed Farrara Lashtar, el «súperembajador» de Ortega y sobrino de Gadafi, que ostenta 15 cargos, no es un simple embajador en los países petroleros, sino un representante de los negocios de la familia Ortega-Murillo en el extranjero.
Farrara ha sido nombrado por Ortega como embajador residente en Kuwait, y embajador concurrente ante Egipto, Jordania, República Argelina Democrática y Popular; Arabia Saudita; República Tunecina; Qatar; Emiratos Árabes Unidos; Turquía; Bahrein y Brunéi Darussalam. También es designado representante de Nicaragua ante la Liga de los Estados Árabes.
La «escritora y poeta»
Luego, figura la nicaragüense Alba Azucena Torres Mejía, a quien la dictadura la presenta como poeta y escritora, pero que intentando rastrear sus libros o poemas no se encuentra uno solo ni en internet ni redes sociales. Tampoco hay ensayos o artículos que den cuenta de su condición de «mujer de letras».
Torres Mejía también es una triste desconocida entre círculos de escritores nicaragüenses. «Jamás en mi vida había oido el nombre de esa vieja», contestó con sorna una fuente que conoce esos círculos de escritores.
De esta supuesta escritora tampoco se le vincula como una diplomática de carrera, pero carga con ocho nombramientos de embajadora en la región euroasiática, en su mayoría en países de la exUnion Soviética.
Los países encargados a Torres son: Federación de Rusia (residente) y concurrente en Abjasia, Osetia del Sur (separatistas de Georgia), Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, todos de la antigua Unión Soviética y Mongolia.
Fue precisamente a Torres Mejía a quien Ortega le otorgó «plenos poderes» para que, actuando en nombre de Nicaragua, firmara el memorando de entendimiento entre la Corporación Estatal de Energía Atómica ‘Rosatom’ y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua sobre la «Cooperación en la Esfera del Uso de la Energía Nuclear con fines Pacíficos».
El hijo de un mafioso italiano
El tercer súperembajador es otro extranjero, el controversial italiano también nacionalizado nicaragüense Maurizio Carlo Alberto Gelli, quien ostenta simultáneamente como cargos diplomáticos, 4 de embajador y uno de representante permanente.
Gelli fue nacionalizado por el Gobierno de Ortega en 2009, según la resolución 2458, publicada en La Gaceta el 11 de mayo de 2009, y solo tres meses después se convirtió en diplomático, al ser nombrado encargado de negocios y ministro consejero de la Embajada de Managua en Uruguay. Menos de cuatro años después, en marzo de 2013, el dictador Ortega lo nombró embajador en ese mismo país suramericano.
El artículo 152 de la Constitución Política de Nicaragua establece que para ser ministro, viceministro, presidente o director de entes autónomos y gubernamentales o embajadores se requiere ser «nacional de Nicaragua» y quienes «hubieren adquirido otra nacionalidad, deberán haber renunciado a ella cuatro años antes de la fecha de su nombramiento». Sin embargo, el italiano es embajador de Ortega en España como residente, y como concurrente en Grecia, el Reino de Andorra, la República Eslovaca y representante ante la Organización Mundial de Turismo (OMT).
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Pero más allá de su nacionalidad, el italiano ha sido señalado de intentar lavar millones de dólares, adquiridos por su padre de forma no transparente.
El delegado de Ortega, Gelli, es hijo de Lucio Gelli, italiano fallecido a los 96 años, que fue acusado de operaciones clandestinas de infiltración anticomunista durante la llamada Guerra Fría, de conspirados en los años ochenta en Argentina y escándalos financieros en Uruguay e Italia, incluyendo la quiebra del Banco Ambrosiano y señalado como uno de los cooperantes de la Contra en Nicaragua.
Incluso, en 1999, el diario El Mundo, de España, afirmó que Maurizio Gelli, el embajador de Ortega, era sospechoso de la justicia italiana por el intento de lavado de dinero que había dejado su padre.
Ortega desesperado por no quedar aislado
El exembajador McFields explica que esa estrategia de nombrar a la misma persona en varios cargos puede servir para ahorrar recursos, sin embargo «también es una manera de disminuir la calidad. Esa es una característica propia de este gobierno».
Siendo un conocedor de los embrollos internos del cuerpo diplomático de la dictadura, el exembajador McFields opina que normalmente los países muy pequeños utilizan la estrategia de embajadores múltiples, sin embargo no pasan de dos o tres nombramientos.
Valora que la diplomacia nicaragüense, manejadas al antojo de los dictadores Ortega y Murillo, «trabaja de forma muy desorganizada, porque están los nombramientos oficiales que vemos en la Gaceta y los que no vemos, pero que ellos están ejerciendo esa función. Al final no importa quién sea el embajador las relaciones diplomáticas las manejan desde El Carmen», dice el experto.
«Así que a ellos (Ortega y Murillo) no les importa poner a cualquier persona de embajador porque al final quienes manejan las relaciones son ellos (Ortega y Murillo), cuando se trata de relaciones estratégicas, pues ya hemos visto de forma notoria, quiénes son los elementos claves. Eso lo podemos definir claramente cuando se trata de embajadas como la de China y Estados Unidos o las embajadas de países del mundo árabe que están a cargo de otra persona, pero esas personas concentran ciertas embajadas claves», explica McFields.
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Asimismo, reiteró que, el actual régimen de Nicaragua, en la historia del país, es el que más embajadores itinerantes ha utilizado. «Abusan de esta medida, un embajador itinerante puede ver tal vez dos embajadas, pero aquí son 10 y más, entonces, la dictadura para no quedar aislada en el mundo ha establecido relaciones con países tan pequeños, países que tienen 50.000 habitantes, países que están en África, que ni saben dónde queda Nicaragua», señala el exdiplomático.
Por su parte, para un exdiplomático que ocupó cargos de alto nivel en la Cancillería de Nicaragua y pidió mantener su nombre en reserva «no existen antecedentes con asignaciones tan numerosas en la diplomática de Nicaragua».
«Puede que un embajador sea residente en un país y concurrente en países vecinos pero no en el número exagerado de esos personajes (los súperembajadores y tampoco es correcto que tengamos de superembajadores a personas nacionalizadas, de conducta cuestionable o trayectoria dudosa, esto se debería tratar de evitar para proteger la imagen del país», recomendó el exdiplomático.