A las 00:36 minutos de la madrugada de un día como hoy, 19 de agosto, hace un año, monseñor Rolando Álvarez Lagos, obispo de la Diócesis de Matagalpa, escribió su último tuit en libertad: “Preocupémonos por llevar el traje de fiesta en el Reino de Dios”, escribió desde su residencia religiosa donde ya cumplía dos semanas de un primer encierro ilegal.
Los que seguían sus prédicas dijeron después, que leyeron en la cita del religioso un presagio de lo que algunas horas después pasaría. “En su inmensa sabiduría, estaba claro que su sacrificio apenas comenzaba”, dice un servidor de la iglesia Católica en Matagalpa que recuerda aquella madrugada que cambió para siempre la vida de los católicos de ese departamento y del país entero.
Recuerda que tras ese “post” del Obispo, que se regó como pólvora en las redes sociales, hubo un silencio que él llama “triste”. “Tres horas y media después de esa publicación, los cobardes armados asaltaron la residencia y se lo llevaron”, contó. “Se supo aquí rápidamente, aunque lo hicieron en la oscuridad, como lo hacen los delincuentes”, critica.
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Al amanecer de ese día, los medios digitales nicaragüenses en el exilio y las redes sociales, se agitaron con la noticia. Periódicos y televisoras del mundo replicaron el hecho, uno sin precedente en la historia de este país: la dictadura asaltó la Curia Arzobispal de Matagalpa con policías armados y se llevaron a un Obispo, a varios sacerdotes y a los laicos que lo acompañaron.
Sufrimiento entre paredes
Daniel Ortega, el dictador de Nicaragua, otra vez encabezaba los titulares de los medios de comunicación más importantes de las Américas exhibiendo su crueldad y confirmando que dirige uno de los peores regímenes de América Latina. Secuestró a un obispo y elevó a su máxima temperatura, otra guerra contra la Iglesia católica, peor que la que ordenó en los años 80, cuando gobernó también como dictador con pistola al cinto y vestido de verde militar.
Dos días antes de aquella madrugada que nadie olvida, el obispo Álvarez informó que él y sus colaboradores atrapados en la Curia que estaban rodeados de policías desde dos semanas antes, se quedaban sin alimentos ni medicinas.
En la misa que transmitieron en redes sociales y que celebró monseñor Oscar Escoto, Vicario General de la Diócesis de Matagalpa, solo pudo consagrar la mitad de una hostia, la que partió en pequeñas partículas para que todos los secuestrados pudieran comulgar. Más tarde el Obispo reiteraría la precaria situación que atravesaban durante la transmisión del rezo del Rosario uno de los últimos que hizo desde su encierro ilegal.
“Con comando de asalto”
El asalto a la residencia religiosa comenzó con la acción de agentes de Dirección de Operaciones Especiales, DOEP de la Policía del régimen, que empezaron a tumbar la puerta a las 3:20 de la madrugada de ese 19 de agosto. Los retumbos de los golpe, al menos cuatro, según uno de los religiosos que estaban en la Curia Arzobispal de Matagalpa, se magnificaron con el eco del edificio y el silencio del sueño matagalpino de aquellas horas.
“Lo que se oía, era como si un comando militar asaltaba la casa de un grupo, de una banda de alta peligrosidad, pues. Lo poco que se oía desde la calle era terrible, había varios vehículos con luces y motores encendidos. Fue una pesadilla que tardó algo más que una hora”, rememora una católica que vive a unas cuadras de la residencia religiosa.
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“Claro que hubo miedo, miedo a que le hicieran algo al Obispo, o a los padres, o a los muchachos que estaban allá. Esa (los policías) era gente armada y rabiosa, una cuestión de pesadilla. Uno sabe cómo comienzan esas cosas, pero no como termina”, comparte un religioso de esta ciudad al recordar los hechos de aquel agosto.
“Peor que la GN de Somoza”
A los religiosos, apenas les dio tiempo de recordarle a los armados que “se encontraban en la casa de Dios”. Al tumbar la puerta de la Curia, entraron con violencia y encañonaron a los religiosos.
“Ni siquiera la Guardia de Somoza hizo eso contra los curas, los trataron como narcotraficantes, les apuntaron con armas, olvidaron que ahí solo habían hombres de Dios, gente piadosa”, rememoró una colaboradora de Catedral.
El obispo Rolando Álvarez, pasó más de diez días encerrado en su residencia, impedido por la fuerza policial a salir sin contar con sustento legal alguno, rodeado de agentes y civiles entrenados para intervenir y matar.
“Todo lo actuado en el caso del Obispo fue ilegal, el encierro sin orden judicial, su detención y claro su juicio y condena”, señala la abogada nicaragüense en el exilio Amelia Sánchez.
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“Algo inolvidable, triste, algo que esperábamos no volvería a pasar en este país. Un solo hombre, como hace 40 años, lo destruye todo y nos sumerge a todos en la más profunda incertidumbre”, se queja un adulto mayor que dejó de ir a misa desde el secuestro de monseñor Álvarez.
“Ya nada es igual señor, todo cambió y no para mejorar. Otra vez hay guerra de hermanos como en el pasado y han rugido los cañones. Este es un país manchado de sangre otra vez”, se lamentó.
Sobre el estado en que se encuentra monseñor Rolando Álvarez ahora poco se sabe, tras la condena de 26 años que la dictadura le imputó por negarse al destierro y dejar a sus ovejas.
“Como dice Jesús en las sagradas escrituras; Él da la vida por sus ovejas, nadie se la quita, él mismo la da, por eso no ha querido irse, prefiere sufrir con su pueblo, con sus ovejas”, señalan un delegado de la palabra que según dijo para este reporte, aprendió a predicar con el Obispo.
Por: Voces Unidas.