La perseguida política Victoria Cárdenas lamenta que a ella y su hija el régimen de Nicaragua aún no les permita comunicarse con el reo de consciencia Juan Sebastián Chamorro, «ni siquiera nos permiten una llamada telefónica, una carta o una fotografía». Madre e hija se encuentran en el exilio y cumplen 562 días sin ver a Chamorro.
En una entrevista, Cárdenas expresó la situación de angustia que atraviesa sin tener conocimiento de las condiciones en las que mantienen al economista. «He dormido en tantas camas, en tantos lugares, que despertar de noche y no saber dónde estás, ahora estoy sola», dijo entre lágrimas la esposa del opositor, quien se encuentra en la Dirección de Auxilio Judicial en Managua.
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Cárdenas afirma que su principal motivación actualmente es «liberar a mi esposo y al resto de presos políticos, tener derechos como nicaragüense, volver a mi país sin ser reprimida y sin ser acosada y perseguida».
La opositora, quien tuvo que exiliarse por la persecución del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, señaló que su deseo es poder volver a tener comunicación con su esposo, o poder encontrarse al final del día como solían hacerlo «disfrutar de la vida que hemos construido, ver nuestra casa. Extraño mi vida diaria como solía tenerla», refirió.
En ocasión a las festividades en honor a la Concepción de María, la dictadura autorizó entre el 7 y 8 de diciembre la visita de familiares a los presos políticos, sin embargo desde su detención, a Chamorro no se le ha permitido tener ningún tipo de comunicación con su esposa e hija.
Chamorro, de 51 años, fue condenado bajo juicios que, según su abogado internacional Jared Genser, estuvieron llenos de irregularidades. Durante la comparecencia, la Fiscalía presentó a 27 agentes de la Policía como testigos en contra de Chamorro y otros seis presos políticos. La única prueba que se les imputaba era su participación en un grupo de WhatsApp y unas entrevistas en televisión.
El reo de conciencia es parte de la lista de más de 220 presos políticos a los que la dictadura los tiene en cautiverio tras levantar su voz en contra de su política autoritaria; solo en 11 ocasiones sus familiares lo han podido visitar en el tildado como centro de tortura «El Nuevo Chipote».