Decenas de venezolanos se encuentran varados en Costa Rica. Su deseo de llegar a Estados Unidos se les ha estancado, debido a que no se les está permitiendo el ingreso irregular, sino es con un patrocinador y viajando en avión.
San José, capital de Costa Rica, está abarrotado principalmente de ciudadanos de Venezuela y algunos de Colombia o Ecuador, quienes duermen y deambulan por las principales avenidas de esa ciudad,
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Muchos se ven obligados a pedir ayuda o vender caramelos, mascarillas o lavar vidrios de automóviles. «¡Amigo, por favor ayúdenos! Andamos con nuestros hijos, somos venezolanos, no tenemos qué comer, Dios se lo pague», «mascarillas a 100 colones», son algunos de los pregones que desde muy tempranas horas se escuchan y transcurren hasta la noche.
Otros evitan hablar. Se reúnen en grupos para ver «qué se hace en el día». Caminan con su mochila, con la esperanza —según cuentan— de encontrar algún empleo o a la espera de que «al presidente Joe Biden se le ablande el corazón» para poder seguir su camino hacia Estados.
«Vine con mi hijos; dejamos todo en Venezuela porque allí no se puede vivir, ni dos empleos nos da para llevar la comida a la familia», narran los migrantes que aseguran «que Dios no los ha abandonado y que han encontrado apoyo en Costa Rica.
Los riegos en el trayecto
En un recorrido realizado por Artículo 66 se conoció el testimonio de varias familias venezolanas y otros que viajan solos, que cuentan que tras la crisis económica que enfrenta el país suramericano decidieron emigrar de forma irregular hacia Estados Unidos en búsqueda de mejores oportunidades de vida.
La decisión los obligó a cruzar la peligrosa Selva Darién, área pantanosa ubicada en el límite de América Central —Panamá— y América del Sur —Colombia—, conocida por el cruce irregular de inmigrantes de Sudamérica.
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La historia que cuentan los migrantes venezolanos tras aventurarse al pasar el Darién es similar. Inminente sol, hambre, enfermedades, peligros de muerte, extorsiones por los nativos de la zona, pero aseguran que «era necesario para poder rehacer sus vidas».
En el parque La Merced, se encuentra en una esquina la familia Espinoza Gutiérrez, originaria de Caracas, Venezuela, compuesta por 10 personas, incluyendo dos niños y una mujer embarazada.
Primeramente estuvieron en Medellín, Colombia; cuentan que trabajaban y les iba relativamente bien, sin embargo decidieron salir el 26 de septiembre del país cafetalero rumbo hacia Estados Unidos, llegaron a Costa Rica el cuatro de octubre, pero se encontraron con el bloqueo fronterizo.
Esta familia tuvo que pasar por Darién junto a su niños y la joven de casi ocho meses de embarazo. Cuenta que vieron morir en el trayecto a varios migrantes . «Inclusive hubo unos haitianos que ahogarom a sus hijos, suponemos que estaban desesperados y buscaron una solución más fácil que no era la acertada, y los lanzaron al río».
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«Gracias a Dios nuestros niños no se enfermaron, pero otros no corrieron con buena suerte, fue duro pero Dios hasta el momento no nos ha desamparado. Pero ya no hay nada más qué hacer, esperamos que nos puedan deportar hacia Colombia para poder estar mejor, pero a Venezuela no podemos llegar», expresaron resignados.
Aunque creen que si Joe Biden permite su ingreso a Estados Unidos, quizás puedan seguir avanzando. «En Costa Rica estamos sobreviviendo por amor a los niños y la familia, creyendo en un esperanza. Las personas nos ayudan por lástima porque les decimos que tenemos hambre, pero ojalá hubiera una persona que nos dijera que nos dará trabajo, porque nosotros sabemos trabajar», relataron.
«Íbamos a buscar el sueño americano pero no se nos dio, Teníamos que salir de Venezuela porque la situación allá está muy dura, para poder estar medio bien se necesita un ingreso de 800 dólares», cuenta uno de los integrantes del núcleo familiar, mientras vende caramelo. Para poder comer está cuidando a dos niños entre tres y cuatro años.
«Solo Dios me ha dado fuerza para continuar»
Cristian Gómez, originario de Colombia tiene 15 días de haber llegado solo a Costa Rica. Da gracias a Dios porque a pesar de todas las situaciones hostiles y difíciles que vivió hoy se encuentra en el país tico y confía en que seguirá avanzando hasta llegar a Estados Unidos para dar un mejor futuro a su familia,
«Primeramente le doy gracias a Dios por estar aquí, fue duro haber dejado a papi y mami y luego pasar lo más peligroso que es la selva —Darién— porque nos podemos encontrar con muchos peligros».
Cuenta que se encontró con muchos connacionales, entre ellos niños que «tenían esa misma hambre de pasar y llegar al sueño americano» pero murieron de hambre u otros se perdieron en la selva, «pero Dios es bueno y Él les dará descanso eterno».
«Uno tiene que prepararse física y mentalmente para llegar aquí, pero hay uno que yo doy las infinitas gracias que es a Dios que me hizo llegar hasta aquí», expresó con un tono triste.
Al igual que otros venezolanos que están ilegalmente en Costa Rica, Gómez ha tenido que pedir en la calles, «porque el mejor método es hacer las cosas bien, no hacerle daños a las personas, sino hablar con el corazón en las manos».
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«Me ha tocado pedir, trabajar, ayudar a las personas para ganarme el sustento, y siempre hay personas aquí en Costa Rica que les agradecemos, ya que gracias a Dios se ponen las manos en el corazón y nos están ayudando», subrayó.
Hasta el momento no tiene fecha de salida de Costa Rica, espera que la situación se mejore y les permitan a todos los venezolanos seguir avanzando e ingresar al país norteamericano. «La última palabra la tiene Dios, espero reunir mi pasaje para continuar en el nombre de Jesús», dijo optimista.
Rodrigo Chávez: «Esto es una tragedia humana»
Por su arte, el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, ha calificado la situación de miles de venezolanos de «tragedia humana, de pelotones de personas cruzando El Darién a pie».
Migración de Costa Rica registra hasta más de tres mil personas cruzando el país en un día. El Gobierno de ese país decidió abrir el libre tránsito por su territorio y brindarles atención médica, albergue y alimentos, y evitar que los niños migrantes mendiguen, mientras los sudamericanos, en su mayoría, siguen su viaje.
Sin embargo, al intentar cruzar por Nicaragua se encuentran con otra dificultad, ya que las autoridades migratoria del país vecino los regresan hacia Costa Rica informándoles que la frontera de EE. UU. está cerradas, perdiendo así el poco de dinero que llevaban.
Todos los migrantes ruegan que haya una respuesta positiva a su solicitud. «Presidente Joe Biden, con todo respeto, piense en nosotros, crea que no llegamos para ser un estorbo, sino para contribuir con la economía de su país», prometen los varados en Costa Rica.