La Conferencia Episcopal de Argentina expresó su «cercanía fraterna» con la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) ante la deriva autoritaria de persecución religiosa que es víctima la Iglesia católica nicaragüense, sus obispos, sacerdotes y feligresía por parte de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
En una comunicación enviada al cardenal Leopoldo Brenes Solórzano, el obispo Óscar Ojea, presidente del Episcopado de Argentina, asegura que han tomado conocimiento de las «dificultades» que atraviesa el obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez.
«En nombre de los obispos argentinos quiero saludarte y manifestarte que seguimos con preocupación la situación de la Iglesia en tu país. He tomado conocimiento de las dificultades en las cuales desempeñan su misión, particularmente la situación que se vive en la Diócesis de Matagalpa», señala la comunicación.
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«Te aseguramos nuestra cercanía fraterna y nuestra oración para que puedan llevar adelante el ministerio pastoral, sin restricciones de ninguna índole. Te encomiendo a nuestra Madre Santísima de Luján, en su ternura encontramos consuelo y fortaleza», añade.
La persecución de la dictadura contra la Iglesia incluye el encarcelamiento de tres sacerdotes: monseñor Leonardo Urbina, padre Manuel Salvador García y el padre Óscar Benavidez, este último fue detenido el pasado 14 de agosto, según confirmó la Diócesis de Siuna.
El obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, cumple hoy, 18 de agosto, 15 días encerrado en la Curia Episcopal. La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ordenó mantenerle retenido en la sede del episcopado de la ciudad por tiempo indefinido. La sancionada Policía mantiene un cerco de oficiales en las afueras de la Curia impidiendo su labor pastoral y violando el derecho constitucional a la libre movilización.
El sacerdote Sebastián López, párroco de Santa Lucía en Ciudad Darío, departamento de Matagalpa, ofició una misa matutina en el atrio de la Iglesia que administra, ante el asedio policial. Los oficiales de la dictadura se apostaron en las afueras del templo religioso e impidieron que la feligresía ingresara a la parroquia para participar de la misa programada en horas de la mañana.
El régimen también ordenó el cierre de una docena de radios y canales de televisión de la Iglesia e independientes en su delirio furibundo por acallar todo resquicio de voz disidente que no responda a los intereses de la familia Ortega Murillo.