El dictador Daniel Ortega, usando, como de costumbre, su vieja retórica antiimperialista y haciendo un extenso discurso de casi una hora para vociferar contra los Estados Unidos, descartó aceptar un diálogo con Washington.
Ortega volvió a remojar la historia del asesinato del general Augusto C. Sandino por parte de la Guardia Nacional, del dictador Anastasio Somoza García, e insistió que dicho crimen fue «apadrinado por el embajador de Estados Unidos» en la época, para descartar negociar con la administración norteamericana. «¿Qué diálogo puede haber con el Diablo?», se preguntó el caudillo sandinista, quien, no obstante, ha buscado acercamiento con personeros de la Casa Blanca, a través de su hijo Laureano Ortega Murillo, según lo revelaron recientemente fuentes del Departamento de Estado de Estados Unidos.
Ortega prosiguió enfatizando que «no hay diálogo. Es imposible el diálogo. Los diálogos son para ponerle la soga al cuello a uno y que uno mismo se ponga la soga al cuello», insistió descartando nuevamente abrir canales de comunicación con la administración de Joe Biden.
«Hijos del demonio»
Ortega, usó al veterano estadounidense Brian Wilson — un exmilitar norteamericano que se opuso a la guerra de Estados Unidos en Vietnam—, y a quien tildó de «un norteamericano hijo de Dios» para decir que Wilson no era como los «norteamericanos hijos del demonio, como son los que viven agrediendo a nuestros pueblos», en alusión a los personeros de la Casa Blanca que han criticado su deriva autoritaria, la represión y la violación a los derechos humanos contra opositores nicaragüenses por parte del dictador sandinista.

Desde el inicio de su intervención, Ortega se dedicó a vociferar contra la intervención norteamericana, el injerencismo yanqui, el filibusterismo de William Walker y el intento de Estados Unidos de apropiarse del territorio nicaragüense para construir un canal interoceánico desde el año 1912, sin mencionar que en el 2013, fue él mismo quien entregó la soberanía nicaragüense a un supuesto empresario chino de nombre Wang Jing, quien podría disponer del territorio nacional a sus anchas para la construcción del mismo canal interoceánico, una obra que presuntamente costaría 50 mil millones de dólares, pero que jamás lograron concretar.
En sus ataques a «los imperios», Ortega también volvió a referirse a la colonización española y a los que calificó de «hipócritas», en referencia a la iglesia católica.
«Venían como buenos hipócritas con la cruz o con la espada y le decían a los indígenas “o se someten o les aplicamos la espada. O renuncian a sus dioses y se bautizan, o les aplicamos la espada”, y exterminaron a millones de seres humanos en toda América. Exterminaron millones en nombre de Dios, santificados por las altas autoridades de la iglesia. Ahí no había ningún papa protestando contra esas barbaridades, contra esos crímenes, y lógicamente la complicidad de todas las potencias que más bien estaban disputándose entre ellas, y se hacían las guerras entre ellas para apoderarse del mundo».
«Una mentalidad hegemonista, una mentalidad egoísta, una mentalidad que no tiene nada de cristiano, nada de cristiano, y todo eso lo hacían con la bendición de las diferentes iglesias que existían en esa época», remojó.
Ortega se proyecta como «héroe único» de la revolución sandinista
En el acto por el 43 aniversario de la revolución sandinista, este 19 de julio, Daniel Ortega, convertido en «héroe único» del sandinismo por una comparsa organizada por su esposa Rosario Murillo, se mostró solo y aislado. No hubo ningún gobernante acompañando su carnaval. Ni siquiera vinieron a Managua los dictadores de Cuba, Miguel Diaz-Canel; ni de Venezuela, Nicolás Maduro, con quienes se juran lealtad eterna mutuamente.
Entre los invitados internacionales de «mayor peso» que estuvieron en el acto sandinista, destacaron el Primer Ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, el canciller de la dictadura venezolana, Carlos Farías; y el Primer Ministro de Cuba, Manuel Marrero.

La izquierdista presidenta de Honduras, Xiomara Castro, tampoco mandó a un funcionario importante. El delegado hondureño fue el vicecanciller Gerardo Torres. Sin mencionar nombres, Rosario Murillo solo saludó la presencia de congresistas de América Latina y «delegaciones» de Abjasia y Osetia del Sur, dos territorios separatistas de Georgia, que han sido apadrinados por Rusia, aunque no cuentan con el reconocimiento del concierto de naciones del mundo.
En sustitución de los héroes de la revolución, como la comandante guerrillera Dora María Téllez, encarcelada por la dictadura de Ortega desde el 13 de junio del 2021, o del general retirado y exguerrillero Hugo Torres, muerto en manos de los carceleros de Ortega, el 12 de febrero de 2022, Rosario Murillo saludó como «heroínas» presentes en su acto partidario a la presidenta del Consejo Supremo Electoral, la orteguista Brenda Rocha; y a la magistrada Alma Nubia Baltodano, a quienes llamó «mil veces heroicas».
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Ortega y Murillo se hicieron acompañar por todos los ministros y presidentes de los Poderes del Estado —que rinden culto y sumisión al caudillo sandinista—; por las jefaturas de la Policía y del Ejército y por una portátil de jóvenes vestidos con camisetas blancas y pañoletas rojinegras y azuliblanco en el cuello. Estos jóvenes fueron ubicados en sillas ordenadas alrededor de dos estrellas dibujadas en el centro de la Plaza de la Revolución para bailar y gritar consignas de adulación a Ortega.

El partido sandinista dejó atrás aquellos actos masivos en la Plaza Juan Pablo II, hasta donde acarreaban a los simpatizantes de todo el país. El último evento multitudinario fue el 19 de julio de 2018. Desde entonces, por el pretexto de la pandemia del Covid-19, Ortega no volvió a llenar las plazas, y ha reducido el acto partidario a una convocatoria cerrada y controlada, con invitados sentados en sillas apiladas alrededor de símbolos esotéricos, aunque el régimen siempre convocó a la población a aglomerarse en actividades culturales, deportivas y religiosas, sin importarles el contagio por el coronavirus.
Los ausentes
Ortega ni siquiera invitó a su carnaval a las figuras de la «militancia histórica» del sandinismo. Desaparecieron por completo de las tarimas a los líderes de los paramilitares, que en el 2018 se lanzaron a matar a nicaragüenses desarmados para proteger al régimen. Por el contrario, Ortega más bien mantiene encarcelado a uno de esos paramilitares, identificado como Marlon Gerardo Sáenz, conocido en las redes sociales como «El Chino Enoc», quien se atrevió a criticar con dureza lo que denunció como la «usurpación» del liderazgo del FSLN por parte de Rosario Murillo.