Karelia de la Vega tiene 28 años, es activista trans, miembro de la población LGBTIQA+ e influencer. Desde las redes sociales y con su personaje «Lady la vulgaraza» ha criticado la represión estatal, el encarcelamiento de las personas presas políticas y ha demandado su liberación a la dictadura criminal de los Ortega Murillo.
A De la Vega la podíamos ver sentada en una rama columpiándose de un lado a otro en sus videos de sátira, usando un lenguaje coloquial, propio del habla popular nicaragüense, con palabras subidas de tono, de ahí el mote «vulgaraza».
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Su popularidad la ha llevado a recibir palizas de simpatizantes del régimen, amenazas de cárcel y hasta de muerte; estas últimas la llevaron a salir de Nicaragua a inicios de junio de este año, mes del Orgullo LGBTIQA+.
Javier Hernández, el nombre elegido por su mamá al nacer, es fundadora de un comedor infantil que alimenta a unos 80 niños, niñas, adolescentes y personas de la tercera de la edad en la comarca Pochocuape, en Managua.
Las manos solidarias de algunos amigos y conocidos de Karelia permitieron que la labor social se mantenga aún en Nicaragua y ayuden a las familias de escasos recursos con un tiempo de comida, tres veces por semana.
Cruzó la frontera Nicaragua-Costa Rica a eso de las 3:30 de la madrugada y llegó al vecino país del sur «con una mano atrás y la otra adelante», solo con el dinero justo para abordar un bus que la trasladara de la frontera de Peñas Blancas a San José. Huyó del país tras varias semanas de asedo policial y ante una inminente captura. En las afueras de su vivienda se mantenía una patrulla y varios oficiales que amenazaron con detenerla.
Desde San José, capital de Costa Rica, conversamos con Karelia sobre su exilio, lo que más le preocupa es la salud y las medicinas de su madre. Asegura que trabajará haciendo dulces típicos nicaragüenses para enviar remesas a su progenitora y que pueda continuar con su tratamiento médico.

Ahí la esperaron unos amigos que le han tendido la mano y le han proveído alimentos, ropa, techo y acompañamiento en estos momentos difíciles en un nuevo país. En ese país solicitará refugio para regularizar su situación migratoria y contar con un permiso laboral.
«Solo pude traerme unas cositas, una ropa, porque venía con el temor que podía agarrarme (detener) la guardia (Ejército) en el monte y así poder correr. Ahora trataré de sobrevivir aquí en este país donde no tengo familiares. Gracias a unos amigos tengo dónde quedarme una temporada», dijo a Artículo 66.
Una difícil situación
Karelia de la Vega llegó a San José y no se ha quedado de brazos cruzados. Comenzó a elaborar cajetas tradicionales nicaragüenses de coco y papaya (piñonate). Dice que por falta de presupuesto no ha podido producir los demás dulces que hacía junto con su madre en casa y con los que se ganó la vida por algún tiempo pregonando sus nombres por las calles de los barrios de Managua.

Comenta que los dulces típicos que elaboró con muy poco dinero son distribuidos en una soda (fritanga) en Costa Rica. «La vida y la situación actual en este país para nosotros los migrantes es bastante difícil, sobre todo las oportunidades de trabajo», lamentó.
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Algunas organizaciones que apoyan a la diversidad sexual en Costa Rica ya se han acercado a ella para brindarle ayuda con alimentos y asesoría para la solicitud de refugio.
«Desde que vine acá (a Costa Rica), vine con el deseo de trabajar, salir adelante y ayudar a mi mamá. Los seres humanos no podemos vivir a expensas de los demás, que me estén ayudando. Tenemos que buscar la manera de sobrevivir», mencionó.
Su lucha contra la discriminación

La activista trans explicó que uno los retos principales que debe enfrentar la población diversa en Nicaragua es la discriminación, asegura que recibió varios comentarios homofóbicos de «machitos», que algunas personas la han visto de manera «extraña, diferente, con rechazo».
Incluso se ha enfrentado a comentarios y ataques dirigidos de simpatizantes del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, todo por expresar su desacuerdo con la política represiva de la dictadura contra la ciudadanía. Los principales insultos, asegura, fueron por su identidad de género.
«Por el hecho ser gay, lesbiana, trans o bisexual no somos de otro planeta. Somos personas que sentimos, amamos y merecemos respeto. En muchas ocasiones somos ejemplos para heterosexuales con nuestro trabajo, humildad y comportamiento», remarcó.
En el mes del Orgullo LGBTIQA+, Karelia de la Vega llamó a toda la población diversa a continuar luchando por sus derechos humanos y seguir exigiendo respeto. «Que las chicas trans luchemos por nuestros sueños, luchando por lo que queremos y sobre todo venciendo todos los retos que tenemos como ciudadanos y seres humanos», exhortó.
¿Quién es Karelia de la Vega?

En el reportaje «Un día con Karelia de la Vega: Viaje al centro de Lady La Vulgaraza», relata que no pudo terminar la secundaria, estudió hasta segundo y quería estudiar periodismo. Sufrió violencia con una de sus parejas. Ha trabajado en los semáforos, ha vendido turrones, cajetas, donas. Una vez intentó quitarse la vida por un hombre.
«¡Aquí empezó la vida de Lady La Vulgaraza!», dijo para el reportaje mientras mostraba el árbol y la rama donde grabó el video que la catapultó a la «fama».
«Era 2015, estábamos de goma, yo me subí a la rama de este palo -que ya hasta se quebró- me senté, me empecé a mecer y a cantar. Un muchacho sacó su teléfono y se puso a grabar. Plan jodedera. El video lo suben porque se robaron el teléfono, alguien encontró el video y ahí se publicó. Yo había prohibido que lo subieran porque era vulgar y vos sabés que los niños ven esas cosas», continuó.
A ella no le gusta que le digan que es famosa, se define como «popular». «La fama es algo más pesado que la popularidad. Todo mundo quiere ser famoso, todo mundo quiere sobresalir, pero popularidad es juntarse con la gente, saber lo que la gente necesita y así ver si vos tenés corazón y te ponés la mano en la conciencia para ayudarles», afirmó.

La primera vez que se vistió de mujer fue en 2013, para un concurso de belleza, cuenta. Dice que ha tenido que «matar todos los estereotipos» en su barrio con sus acciones, dándose su lugar porque hay homofobia, rechazo y discriminación.
«Si los niños me dicen cochón es porque los padres eso les enseñan. Entonces yo vengo y le digo al niño: ¿Quién te dijo que yo me llamaba cochón? Dígale a su mama que yo me llamo Javier», dice sin titubear.
Karelia le dice a sus amigos gais que ser homosexual es duro, difícil, que ha llorado y que muchos han perdido la vida por intentar mostrarse al mudo tal cual son. «Si yo volviera a nacer sería homosexual de nuevo, pero no quisiera que la gente repitiera mi historia. Por eso les digo que se preparen, que los estudios van a ser lo más importante que van a tener en la vida, que así nadie los va a ver como mierda», afirmó.