Han pasado tres años desde el asesinato al universitario Álvaro Gómez, originario del barrio indígena de Monimbó, Masaya. La madrugada del 21 de abril de 2018 fue ultimado al recibir un tiro de fusil AK en el pecho, mientras protestaba en contra de las reformas al Seguro Social en la zona de la calle Real de su barrio.
El padre del joven de 23 años, Álvaro Gómez, un profesor Matemática-Física, recibió la trágica e inesperada noticia a las siete de la mañana, «yo no podía creerlo, pensé que era broma; tenía la esperanza que los jóvenes que me informaron estuvieran equivocados, pero no fue así, llegué a reconocer el cuerpo, era mi hijo muerto», expresó entre lagrimas el académico y exguerrillero sandinista de 52 años.
En una casa ubicada a dos cuadras de donde vivió hasta el 2018, sentado en una silla de madera, con el retrato de «Alvarito Gómez» —a como le decían de cariño al estudiante de la carrera de Banca y Finanzas en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua)— recibió el profesor Álvaro Gómez al equipo de Artículo 66 y contó qué ha representado esta situación para él. Reconoce que no tiene paz, porque el crimen de su hijo sigue impune.
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«A tres años del asesinato de mi hijo, es lamentable que sigamos en la impunidad, es lamentable que en nuestro país no hay Estado de derecho, no hay libertad de expresión; desde el 2018 lo que ha habido son actos de represión hacia los familiares de las víctimas, y todo ejecutado por este régimen sandinista», refirió Gómez, señalando que constantemente llora la pérdida de Alvarito.
El nivel de represión que vive Nicaragua, ejecutado por paramilitares y policías al servicio de los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo —es muy triste— según el profesor Álvaro Gómez, «porque a tres años uno no puede ir a dejarle flores con tranquilidad a sus parientes asesinados, pero seguimos en resistencia y exigiendo justicia por todos los jóvenes asesinados en las protestas del 2018».

—Las heridas siguen, no he podido tener un duelo, porque se saben los motivos por el que mi hijo y muchos jóvenes fueron asesinados; hasta hoy no hay ninguna persona presa por tantos crímenes— dice indignado el profesor Gómez, lisiado de guerra en los 80 y que antes de abril de 2018, militaba en las filas del Frente Sandinista, partido por el cual votó y ahora se arrepiente de haberle dado su voto «a un dictador».
«Yo no he podido llorar a mi hijo (ávaro Gómez Jr) con tranquilidad, porque sigue la represión, pero esperamos que llegue ese día en que podamos tener tranquilidad y satisfacción porque se hizo justicia», agregó Gómez.
«Mi vida cambió por completo»
—Yo quise seguir mi vida normal, ir todas las tardes al parque central de Masaya a tomarme un café y hablar de la crisis social que vive el país, pero nada volvió a ser normal. Mi vida dio un giro de 180 grados—, cuenta el exguerrillero sandinista mientras se le humedecían sus ojos viendo el retrato de sus hijo, «Alvarito», a como le llamó de cariño por 23 años.
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«Yo estaba en el instituto y vi cómo la Policía, los antimotines y la Juventud Sandinista arremetían contra los ancianos que protestaban por las reformas al Seguro Social. Para mí fue impresionante, porque no había visto eso, y también vi cómo el barrio de Monimbó se levantó contra toda esa injusticia. Eso fue el 19 de abril, el día 20 fue igual, las calles de Masaya estaban desoladas, y el día 21 me dan la noticia que mi hijo lo habían asesinado», rememora.
—Yo quería ir a los salones de clase y seguir impartiendo la asignatura de Matemática, pero no tenía motivación alguna, me sentía y aún me siento muy dolido (…) Recuerdo que el 24 de abril, tres días después del asesinato de mi hijo, yo llegué al Instituto (Carlos Vega Bolaños) donde trabajé por varios años y ese día me dijeron que tenía que dar una charla acerca de la familia, ¡Yo me puse en rebeldía, porque de qué familia iba a hablar si me habían arrebatado a mi hijo!— expresó indignado Gómez.
El docente monimboseño indicó que nuca fue despedido por parte del Ministerio de Educación, sino que decidió desertar por considerar que su vida estaba en peligro, únicamente por exigir justicia. «Tuve que refugiarme para no ser blanco de este régimen», aclara.
«Mi exilio fue culpa de la dictadura»
El 17 de julio de 2018, cuando Daniel Ortega ejecutó el denominado «Plan Limpieza», que consistía en desplegar decenas de policías y civiles armados para desmontar a punta de balas las barricadas que los ciudadanos habían levantado en la ciudad de Masaya para protegerse de las embestidas de la dictadura, fue el último día que Álvaro Gómez padre, estaría en Nicaragua, porque decidió exiliarse en Costa Rica, donde estuvo más de un año, hasta que en 2019 regresó.
—El culpable que yo y muchos nicaragüenses nos hayamos exiliado es el gobierno de Daniel Ortega—, afirma el exguerrillero sandinista. «Nos sentíamos amenazados de caer presos», recalca.
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Ya de regreso en Nicaragua, el papá de «Alvarito Gómez» recalca que ha sido difícil batallar con la situación hostil que vive el país y aún más por la crisis económica que se agudizó desde el 2018, sin embargo dice que está dispuesto a seguir adelante luchando por justicia y libertad para el país.
«Al regresar a Nicaragua, confieso que todavía no me siento bien psicológicamente, porque no puedo andar por las calles libremente; muchos que eran mis amigos me dieron la espalda y eso me hace sentir mal», remarcó.
El único traidor es Ortega
Luego que la dictadura orteguista calificara de traidor a todo disidente de las filas del sandinismo, el profesor Álvaro Gómez aduce que «es irrisorio que nos llamen traidor, porque no hemos traicionado al pueblo. Para ellos (el régimen orteguista) un traidor es una persona que lo que le queda es la muerte, pero yo no me considero desleal a nadie, porque no tengo ningún vínculo con el sandinismo».
«El único traidor es el sandinismo, porque asesinó a los hijos y nietos de los que hicimos la revolución y hemos mantenido la famosa revolución de los 80; eso sí es ser traidor, porque luego que mantuvimos la revolución, matan a nuestros hijo, eso sí es ser traidor para con su pueblo», recalca el docente.

Además señala que los «verdaderos traidores son los dictadores» Daniel Ortega y Rosario Murillo, «porque luego que en los 80 nos decían que Somoza era el más millonario de Nicaragua, ahora podemos ver que también Daniel Ortega actualmente es el más millonario de este país».
«A los políticos se les olvidó el espíritu de abril»
En entrevista con este medio de comunicación, el monimboseño y lisiado de guerra refiere sentirse decepcionado, por los actuales grupos y partidos políticos, a los que «se les olvidó el espíritu de abril».
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«El espíritu de abril y la memoria de los jóvenes asesinados, los políticos solo lo ocupan para tener una aceptación en el pueblo, pero en verdad ellos no tienen amor a la patria, lo que más bien tienen es interés a su ego y a su partido, pero que no me vengan a decir que lo hacen por su país».
—Me siento decepcionado—reitera el profesor Gómez, mientras observa el retrato de su hijo, el joven que ya cumple tres años de asesinado y cuyo crimen sigue impune. «Todos los partidos políticos hablan de unidad, pero los que ellos tienen es arrogancia, porque no les interesa el país».

—La muerte de Álvaro (Gómez) no fue en vano— afirma su padre, «porque se desnudó al Frente Sandinista y también se desnudó al gran capital, porque todo salió a la luz». Además calificó a la dictadura como «un cadáver, que solo lo que queda es enterrarlo, y lo que mataron al Frente fueron todos los jóvenes del 19 de abril».
El profesor Álvaro Gómez concluyó que el día en que tendrá paz será cuando el gobierno de Daniel Ortega deje el poder. «Con solo saber que del poder se fue el asesino de mi hijo, entonces podré tener un poco de tranquilidad», y remarcó no creer en la amnistía, porque no pueden quedar impune todos los crímenes de lesa humanidad de la dictadura de Daniel Ortega.
La primeras victimas de la dictadura
Masaya comenzó a llorar a sus jóvenes el 20 y 21 de abril 2018, luego que la Policía y paramilitares recrudecieran sus ataques. Jairo Hernández, originario del barrio de Pancasan; y José Abrahán Amador, habitante de Villa Bosco Monge, fueron las primeras víctimas; el primero recibió un disparo en la espalda, el segundo cayó luego de un fulminante disparo que perforó uno de sus pulmones.

Mientras que Álvaro Gómez murió el 21 de abril en horas de la madrugada. Esos crímenes y las decenas que vendrían en los siguientes meses, siguen en la impunidad.