No habían ni transcurrido dos minutos de su monólogo de este nueve de marzo cuando la vicedictadora de Nicaragua, Rosario Murillo, empezó sus ataques y descalificativos a la oposición del país. «Hay gente que se le ve, se le siente, se le oye una rabia, enojo permanente. ¡Pobre gente! Porque la rabia, el enojo, el corazón ácido no son buenos consejeros», dijo la vocera del régimen de Ortega; segundos antes afirmaba que el propósito de su gobierno es alcanzar la concordia y que dentro de sus filas lo que prevalece, según ella, es el «amor».
«El amor es potente, es poderoso. El amor que nos mueve a construir y no a destruir, que nos mueve, que nos moviliza a defender el amor en todas sus formas, desde el vientre materno y nunca apostar por la destrucción, por la muerte, por la tortura», expresó la primera dama sancionada, quien en ocasiones anteriores ha señalado a grupos feministas de «abortistas».
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«¡Nunca vamos a olvidar esos escenarios grotescos, abominables!», advirtió Murillo, elevando el tono de voz, para hacer referencia a las protestas iniciadas en abril de 2018 contra su régimen, que quería imponer unas reformas nefastas a la Seguridad Social en la que castigaba a los jubilados con una reducción del cinco por ciento de sus pensiones.
La dictadura Ortega-Murillo apostó por disolver las manifestaciones a punta de balas y cárcel, represión que aún sigue latente en Nicaragua. Los ciudadanos están impedidos hasta de su derecho a la reunión pacífica, el asedio a opositores es constante y hay más de 100 prisioneros políticos en las cárceles de la nación.
UNAB llama a continuar protestas en contra del régimen. Foto: Cortesía
«Creían que se lucían moviéndolos en las redes (los actos violentos) con seres humanos que fueron desnudados, que fueron atados a postes, que fueron pintarrajeados, deshonrando la bandera del honor nicaragüense. Seres humanos que secuestraron, que torturaron y que asesinaron ellos, los de siempre», acusó Murillo, en su discurso reiterativo colmado de contradicciones y en el que se deslinda cualquier responsabilidad al régimen que ella dirige junto con su marido, Daniel Ortega.
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Murillo continuó autollamándose cristiana y responsabilizó a quienes no comulgan con su dictadura de acabar con la «concordia», misma que afirma se terminó a punta de la imposición del terror e intimidación.
«¿Quién puede creer en los padrinos de esos crímenes? ¿Quién puede creer en los agentes foráneos? Que creyeron que matando, que violando, que asesinando, que violentando, iban a doblegar al pueblo nicaragüense y nos iban a alejar de los caminos de confirmación de la concordia para avanzar como buenos hermanos», se autopreguntó la portavoz, que día a día, a como ella misma señala, se encarga de «refrescar» lo que pretende que los ciudadanos asuman como la realidad de Nicaragua.
Murillo continuó tildando de golpistas y terroristas a los opositores, y aunque es su administración la acusada por violaciones a los derechos humanos afirmó que a las mujeres no se les guardó ningún respeto. Zoilamérica Ortega Murillo, hija de la vicemandataria, se encuentra exiliada en Costa Rica por la misma persecución incesante de su familia, después de que el 22 de mayo 1998 señalara a Daniel Ortega de abusarla sexualmente.
Arremete contra medios independientes
«¡Nunca olvidaremos cada imagen del secuestro, de la tortura del dolor! A cada imagen se sobreponen los que promovieron la tortura, el secuestro, el dolor, los que llegaban al sitio donde se iban a cometer tropelías, barbaridades, con sus cámaras. Ya estaban ahí esperando, ya sabían, eran parte, para al día siguiente llenar de sangre las pantallas de televisión o las páginas de medios escritos, llenando el país, llenando los escenarios que se llenaban de sangre de hermanos. ¡Quién les va a creer! ¡Quién puede pensar que representan futuro como el que queremos los nicaragüenses!», sostuvo Murillo, destacando la supuesta complicidad que le achaca a la prensa independiente, que ha servido como medio para exponer las violaciones a los derechos humanos y las denuncias de los que padecen las arbitrariedades de las fuerzas de seguridad del Estado.
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Un día antes Daniel Ortega aseguró que en Nicaragua hay libertad de expresión y que los periodistas que no repiten sus líneas estarían presos en Estados Unidos o Europa por sus publicaciones.
Murillo, apelando al clasismo, llamó a los opositores oligarcas, poquitos, mínimos, cuantitos, ladrones, malvados, desvergonzados, mafiosos, y aseguró que sus adversarios apuestan a denigrar y que por eso tildan a los que están con el orteguismo de «chusmas, mozos, mengalos, turbas».
Ella misma se hace su propia radiografia!