“Creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”. Palabras escritas por José Saramago en su “Ensayo sobre la ceguera”. Palabras que nos sitúan como espectadores de una sociedad que se articula y se desarticula alrededor del “mal blanco” que produce la ceguera, como describe a los personajes de la novela que padecen de esa anomalía que se ha apoderado de su cuerpo y de su mente, imposibilitándoles ver.
Vemos al poder autoritario ciego, vemos ciega también a la elite dominante que no puede ver lo que el poder autoritario hace y que pone en riesgo al conjunto de todos los nicaragüenses. La ceguera colectiva cubre con gruesos mantos los horrores que la propia ceguera va creando y amontonando.
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El deseo desmedido de continuar en el poder de manera indefinida hace a la clase dominante: arrogante, soberbia, autista y prepotente. Muchos miembros de la “nueva oligarquía” intentan descalificar a los críticos del régimen autoritario, pero de tanto tratar de desautorizarlos que lucen exactamente insolentes, sordos y ciegos.
Ortega llama «sinvergüenza» a Estados Unidos pero les dice que quiere buenas relaciones. Foto: Internet.
Estos ciegos videntes luchan por sobrevivir en medio de un entorno donde las instituciones han dejado de funcionar; esta ceguera exhibe, ciega, los errores de que son capaces los hombres en la cúspide del poder.
Como dijera Gorbachov, el pez empieza a corromperse por la cabeza. En la realidad nicaragüense existe una semejanza en las instituciones que rigen al Estado y en los principales responsables de su funcionamiento. La corrupción de la cabeza, los ha dejado ciegos. Ciegos que miran, pero no ven.