El dictador Daniel Ortega presidió el Acto de traspaso de presidencia protémpore del Consejo Superior de la Conferencia de las Fuerzas Armadas Centroamericanas (CFAC), en el que el sancionado jefe del Ejército de Nicaragua, Julio César Avilés Castillo, le entregó el cargo de esa instancia militar regional al Mayor General José Manuel Castillo, inspector general del Ejército de República Dominicana.
Ortega, que se regocijó de su vocabulario guerrerista, dando términos bélicos casi a todo lo que dijo, apareció en un acto militar que nunca había sido ni tan público ni con tanto despliegue publicitario, lo que podría ser visto como una estrategia utilizada por el dictador para mostrarse a la comunidad internacional como líder de la región y que cuenta con la aceptación y apoyo de los militares de Centroamérica, a la vez mostró a su jefe del Ejército en relación con sus homólogos regionales, pese a que el General Avilés está sancionado por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, lo que le inhibe de hacer cualquier tipo de relación económica y estratégica con los mismos Estados Unidos o con los socios de ese país.
En un discurso desordenado de principio a fin, inició hablando sobre el «repunte» de la pandemia en Estados Unidos, Europa y países potencia, como intentando justificar la inacción de su régimen sobre la pandemia, que según los datos del independiente Observatorio Ciudadano, ha cobrado la vida de más de 2,700 nicaragüenses. «Los países que tenemos economías más frágiles, más pequeñas, entre los que nos encontramos los países de la región centroamericana, pues tenemos que realizar acciones extraordinarias y sacar fuerzas de flaqueza para pedir que nos dé fortaleza a Dios, que les dé fortaleza a nuestras instituciones, a las instituciones de salud, que son las que están dando la batalla para salvar vidas».
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Y haciendo gala de su mentalidad de guerra, comparó al COVID-19 con un conflicto armado que mata en todos los países del mundo. «Esta vendría a ser la tercera guerra mundial, donde están habiendo bajas todos los días en todo el planeta… Hoy nos estamos enfrentando a un enemigo que está disparando todos los días. El virus se está disparando todos los días. Cada persona, cada ciudadano que aparece afectado por el virus ya es una baja, una baja que tiene que pasar a cuidados de diferente tipo», dijo el guerrerista Ortega.
Prosiguió, sintiéndose como en su propio ambiente, entre militares y armas, en su lengua de guerra y muerte para hablar de la pandemia que su gobierno minimizó desde sus inicios y dijo que «los que necesitan de atención médica, ya son heridos graves que pasan a los hospitales, que ya en este momento están siendo rebasados en este momento en todos los países. Y están falleciendo todos los días. Tanto que se ha estado hablando de que de repente estalla una tercera guerra mundial, nos ha estallado esta guerra, donde en cualquier momento, en cualquier sitio, pues hay una baja».
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Dijo que el virus es un enemigo que «subestimamos, se subestimó», aunque inmediatamente, como dándose cuenta que estaba aceptando lo que los críticos le cuestionaron durante varios meses, Ortega intentó enderezar su pifia verbal diciendo que «no nosotros, se subestimó en todo el mundo», al tiempo que fustigó que los países con economías más fuertes y con capacidad científica para encontrar la vacuna contra el COVID-19, «ahí están dando bandazos», en su intento de hallar la cura de la enfermedad.
De su propia guerra paso a hacerla de científico para referirse a los fenómenos naturales y abogando porque se evite el deterioro del planeta para evitar los daños ocasionados por los fenómenos naturales.
«El calentamiento global, de donde se derivan inundaciones, debemos evitar que se deteriore el planeta porque al final afecta a los países más frágiles… Estamos calificados, en los estudios como las regiones más frágiles en el planeta que pueden o serán mas seriamente afectadas como lo están siendo, por lo que hay que dar pasos prácticos para que se pueda contener el deterioro del planeta», dijo.
El Ortega poeta en su discurso fue apenas de una frase de cuatro palabra y al tratar de dar color a su desordenada perorata, recordó al poeta Pablo Neruda de quien dijo que llamó a Nicaragua «la cintura de América».
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El dictador Ortega, que se jacta constantemente de que su Gobierno es un ejemplo en la lucha contra el narcotráfico, contradiciéndose a sí mismo, se declaró víctima del tráfico de drogas, por que según dice, los grandes productores de droga tienen como paso los países de Centroamérica, pero llevan la droga hacia Estados Unidos.
Siempre negándose a sí mismo, se declaró incapacitado de cerrar el paso por completo de la droga, «porque cuando el narcotráfico se encuentra con el paso cerrado, entonces se van a la vía marítima, y luego a la vía aérea. Así van dando saltos. Y el problema no somos nosotros, son los países desarrollados, consumidores de la droga».
Pasó inmediatamente a los cuestionamientos «morales», y preguntó que con qué «moral» Estados Unidos viene a cuestionar los mecanismos para enfrentar el narcotráfico en estos países, y pidió al país norteamericano crear condiciones para que los jóvenes no entren en el mundo de la droga.
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Criticó que la droga entra por las fronteras terrestres, aéreas y marítimas de Estados Unidos y entonces «ellos tienen ahí una enorme responsabilidad, porque a pesar del poderío que tiene Estados Unidos no ha tenido la capacidad, o no ha querido tener la capacidad de detener esa droga». Prosiguió a acusar a funcionarios de Estados Unidos, de los que dijo, «son parte de la red del narcotráfico que introducen esa droga» en norteamérica.
«Esas redes son las que facilitan la introducción de esa droga en la juventud norteamericana, entonces ellos son los que tienen la mayor responsabilidad de enfrentar al narcotráfico», dijo.
A las fuerzas Armadas de la CFAC se les puso a la orden dando un mensaje más de que necesita mostrar aceptación y relación con las fuerzas amadas de la región. «Aquí está Nicaragua, siempre dispuestos a trabajar con ustedes con buen ánimo…», concluyó.