«Las víctimas presentaban disparos en la cabeza, abdomen, pies y columna. Las secuelas son irreversibles», declara con una mezcla de resignación y dolor el médico cirujano Alejandro Lagos, que desde el 26 de abril 2018, a sus 61 años, se dispuso a ayudar a decenas de nicaragüenses que necesitaban ser atendidos de urgencia debido a que fueron heridos de bala por grupos paramilitares y oficiales de la Policía de Nicaragua, en las protestas cívicas en contra del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
I PARTE: Kevin: «El primer paciente que atendió el doctor Lagos»
El 19 de abril de 2018, el doctor Lagos atendió a su primer paciente, era un joven que se encontraba ingresado en el Hospital Alemán Nicaragüense debido a una fractura en el brazo provocada por una bala de AK-47. El galeno recuerda que la familia lo contactó, «me llamaron porque estaban preocupados, en ese centro hospitalario, no le estaban dando la atención adecuada al chavalo. Lo dejaron tirado en una camilla sin cobertor, si ninguna medida higiénica, no le sacaban la bala, ni hacían nada para que mejorara y la herida se le estaba infectando», explicó.
Ante el estado de insalubridad y la negligencia médica, el especialista le recomendó a la familia del joven herido que lo sacaran de ahí, para que él lo pudiera atender, cuando el joven salió del hospital, él tenía un yeso en todo el brazo que le cubría la herida que estaba abierta. «Desde el momento que lo sacaron del hospital yo lo fui a ver, la herida estaba abierta e infectada, me dispuse a abrirle una ventana en el yeso, y la curé. El yeso estaba hediondo lo habían dejado con agua, estaba podrido», relató el galeno quien aseguró que en cuestión de días logró operar al joven.
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Desde abril 2018 a diciembre 2019, el doctor Lagos ha atendido al menos a 115 pacientes heridos con armas de fuego, entre el conteo la mayoría de los casos son jóvenes desde 17 a 29 años. «Los pacientes llegaban con heridas por balas, heridas por balines, heridas por charneles, heridas por perdigones y fracturas por traumas directos», sostuvo el médico quien recibía a las heridos en un pequeño consultorio que tiene al lado de su casa, ubicada en el barrio Altagracia en Managua, que se convirtió en un quirófano improvisado en el que alcanzan dos sillas, una camilla, un closet y su escritorio.
Néstor: Quedó parapléjico y en estado vegetal
Postrado en una cama se encuentra Néstor Sotelo Ortega, otro de los lisiados de por vida por la represión Ortega Murillo. Aquel 21 de abril de 2018, un grupo de paramilitares, en el sector del puente el Edén, en Managua, lo vapulearon y le propinaron un balazo en uno de sus glúteos. Dos años después del ataque, se encuentra parapléjico y en estado vegetal.
Néstor como padre, esposo e hijo, es parte del censo del que no se ha precisado en Nicaragua tras la masacre de abril 2018: el de los lisiados de por vida. El doctor Lagos recuerda que a Néstor «lo encontró la Cruz Roja y lo llevó al hospital Bautista, donde estuvo aproximadamente dos meses, y en los dos meses nunca recuperó, le hicieron una traqueotomía y gastrotomía para que comiera, le pusieron sonda foley permanente y él está cuadripléjico y en estado vegetativo».
Además, el especialista cuestionó la censura que impuso el régimen Ortega Murillo para que los nicaragüenses opositores no pudieran acceder al sistema de Salud, por ello está completamente seguro que las víctimas se sintieron obligadas a buscar atención médica de forma clandestina, por temor a morir en los hospitales públicos por negligencia médica o a ser encarcelados por ser disidentes. «Casi todo los pacientes que han salido de los hospitales, han salido la bacteria pseudomona que hemos tenido que combatir por fuera», identificó el doctor Lagos como uno de las enfermedades que han adquirido los jóvenes.
Isaac: «Mi mayor miedo era perder mi pie derecho»
En abril 2018, Isaac Hernández era un adolescente de 16 años, que estudiaba el primer año de secundaria en el Colegio Benjamín Zeledón, en Managua. «El 18 de abril, con un grupo de chavalos nos fuimos a la Universidad Centroamericana (UCA) a protestar cívicamente con nuestras pancartas», relató con la voz entrecortada el joven de piel morena y algo recio que hoy se vale de unas muletas para poder caminar.
A dos años de la rebelión, Isaac aún no logra comprender cómo de un día para otro el ataque a los nicaragüenses en especial a los jóvenes se recrudeció. «Primero eran balas de gomas, después ya eran de Akas, ya no le tiraban a uno sólo para herirlo, sino para matar, tuve miedo de morir», sostuvo. El adolescente decidió atrincherarse y apoyar a los estudiantes de la Universidad Politécnica Nicaragüense (Upoli), sin imaginar que su decisión podría hasta costarle la vida.
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Eran las 12 de la medianoche del 23 de junio 2018, en la Upoli apagaron todas las luces, los atrincherados sabían que se aproximaba un ataque por parte de los grupos armados del régimen: «Yo me encontraba con otros jóvenes atrincherados en la Upoli, estábamos en barricadas armados con tiradoras y piedras (…) esperábamos el momento», explicó.
«Yo logré por un momento salir de las barricadas, salí desorientado (…) cuando iba caminando, mire a alguien vestido de negro, que tiró de un arma directo al pies, yo me sentí entumecido ahí me quede (…) el policía que me disparó se regresó me golpeó y caí desmayado», de lo poco que recordó de esa noche oscura.
Isaac fue trasladado por sus compañeros del recinto al hospital Fernando Vélez Paiz, en Managua, que queda a una distancia de 12 kilómetros y en un promedio de 25 minutos o media hora; al llegar, los médicos lo sometieron a un interrogatorio, él sabía que sí decía la verdad, de lo que le había ocurrido no lo iban atender e incluso lo podían apresar. «Del mismo miedo, dije que me habían disparado por rencillas, pero no me creyeron (…) me encomendé a Dios, a las tres de la madrugada me pusieron morfina para el dolor, y me decían que me iban a cortar el pie. Mi mayor miedo era perder mi pie, a la vez tengo secuelas porque hay charneles incrustados», concluyó el adolescente a quien la bala le destruyó la tibia de su pie derecho.
El doctor Lagos aseveró que la situación que viven los jóvenes en Nicaragua después de los dos años es una muestra clara de que desafortunadamente «en el país hay un gobierno que desprecia la vida, es una juventud ha sido despreciada buena y sana y despreciada ahora que está con secuelas y con daños irreversibles».
II PARTE: «La represión gubernamental les apagó la mitad de su vista»
La dictadura Ortega Murillo también mutiló las metas de al menos 37 adolescentes a quienes la represión gubernamental les apagó la mitad de su vista. Irela Iglesias, de 43 años, originaria de Granada, es administradora de empresas con mención en Banca y Finanzas, y desde abril 2018, se dio a conocer y a querer como la «doctora».
Entre abril 2018 y noviembre de 2019, Iglesias apoyó a unos 37 manifestantes que sufrieron algún tipo de lesión en sus ojos, por balas, charneles o golpes. Sin embargo, solo 17 necesitaron prótesis ocular y los otros casos solo necesitaban recuperar algún por ciento de la visión de sus ojos lesionados y finalmente solo uno perdió la vista en ambos ojos.
A través del «Programa de Prótesis Ocular y Ayuda a Otros heridos», Iglesias logró extender su aporte a los jóvenes. Atendió a unas 90 personas con heridas de gravedad, algunos de ellos recibieron disparos en la cabeza, brazos, piernas y abdomen.
«La bala me desbarató todo el pómulo y el tabique nasal de la cara y me quedó en la garganta»
En varias ciudades y departamentos del país se vivió la violencia del régimen en diferentes escalas. En Masaya, el 21 de abril de 2018, Juan Bosco Martínez se encontraba en una barricada de esa ciudad, junto a un grupo de jóvenes dispuestos a todo con tal de liberar a Nicaragua de la dictadura. «Ese día nosotros estábamos cuidando las barricadas en San Miguel para no dejar pasar a esa gente -grupos paramilitares y policías orteguistas- porque en esa zona habían muchos niños pequeños que podían ser perjudicados», relató el joven.
Ese disparo pudo terminar con su vida. «El disparo venía hacia mi frente, lo único que me salvó de ese disparo es que yo agarré una piedra y la tiré. Lo que me perjudicó el ojo fueron todas las astillas de donde me desbarató todo el pómulo y el tabique nasal de la cara», recordó Juan Bosco, quien permaneció durante una semana en el hospital Humberto Alvarado Vásquez.
«Ahí me hicieron un taponamiento interno sin anestesia, haciéndome sufrir», denunció, por lo que tuvo que ser trasladado a un hospital privado donde fue sometido a una cirugía. Así lograron salvarle su ojo derecho.
A dos años del ataque, Juan Bosco asegura que su vida no es la misma. «Ahora no puedo jugar fútbol, practicar boxeo, me gustaba el campo, pero ahora no puedo hacer fuerza. Quedé lisiado, no puedo hacer fuerza, cargar algo porque me duele la cabeza (…) a mí la bala me quedó en la garganta», remarcó.
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Contrario a la situación que atraviesa Juan Bosco, un ciudadano de siglas E.O.R, de 34 años, que por seguridad llamaremos «Sergio», es un panadero en Masaya, una de las ciudades más golpeadas por la llamada «Operación Limpieza», que ejecutó la dictadura orteguista entre junio y julio de 2018, y que dejó al menos 35 personas asesinadas y una cantidad no precisada de desaparecidos.
El domingo, dos de junio de 2018, Sergio fue a la panadería donde trabajaba, pero le dijeron que esa semana no se iba a trabajar. «Yo venía de trabajar, venía caminando, de repente se armó una balacera, y de pronto sentí el impacto en el ojo, sentí como si me habían dado una pedrada, me senté y me arrastré (…) cuando reaccioné yo quería abrir mis ojos, estaba cerca de San Miguel», relató el artesano quien perdió la visión de su ojo izquierdo producto de un impacto de bala.
A dos años, Sergio está completamente seguro que la bala que recibió fue disparada por los oficiales de la Policía al servicio del régimen orteguista. «Todo fue duro para mí, en el transcurso de todo lo que me sucedió, yo entré en depresión porque me dedicaba a trabajar y esto cambió mi vida, porque a veces voy caminando, con mis lentes, el reflejo del sol solo me entra en uno de mis ojos -el derecho- porque en el otro no veo, todo es oscuro», lamentó el nicaragüense que es padre de tres hijos.
Un recuento de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), publicado a finales de 2018, arrojó que unos 4,500 ciudadanos habrían resultados heridos durante la etapa más crítica de la represión gubernamental.
En tanto, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para conocer los acontecimientos políticos y la represión en Nicaragua entre el 19 de abril y el 30 de mayo de 2018, verificó que al menos 1,400 personas fueron heridas de bala en ese periodo de menos de un mes y medio.
Asesinos, genocidas, ya llegara el día que PAGARAN todos SUS CRIMENES, NARCODICTADURA ORTEGA MURKLLO, SANGUINARIA, OPROBIOSA Y GEN0CIDA
Es tiempo ⏳ de levantar la voz y exigir justicia, fuertes sanciones y cárcel para para estas 2 peste de narcos criminales, represores y corruptos de Ortega Murillo y a todo aquel fanático que se oponga a la libertad democrática y expresión que exigimos los ciudadanos que queremos paz 🕊, libertad, justicia a los crímenes organizados corruptos, y Elecciones Electorales transpante y controlados de fraudes!!
Juntos seremos una Nación libre de corrupción, de represión, tortura y libertad de la dictadura Orteguista!!!