[vc_row][vc_column][vc_column_text]Luego de casi medio siglo tras las rejas, el profeta de la muerte Charles Manson murió a los 83 años en el hospital Mercy de Bakersfield, California. El hospital «Misericordia» vio el último respiro del líder de una de las agrupaciones más sangrientas de la historia reciente. A sus espaldas, Manson y sus seguidores llevan las horribles muertes de la actriz Sharon Tate y un número aún desconocido de crímenes.
El origen del mal
Charles Milles Maddox nació en Cincinnati, Ohio, un 12 de noviembre de 1934. Su madre, Kathleen Maddox, se dedicaba a la prostitución y era alcohólica. Ella tuvo a Charles siendo adolescente, pero, ni en sus peores pesadillas, Kathleen soñaría que su hijo se convertiría en un monstruo.
Charles nunca conoció a su padre biológico; el apellido Manson lo recibió de la pareja de su madre. Desde los 12 años, Manson comenzó a dar indicios de su maldad: entró y salió de varios reformatorios, fue acusado de múltiples violaciones; se convirtió en ladrón, en proxeneta, y cometió varios fraudes. Tanto así que para 1967 ya había pasado casi la mitad de su vida tras las rejas.
La familia
Manson fundó el grupo «La Familia», que se dedicaba a cumplir las órdenes de su líder absoluto y a perpetrar una serie de asesinatos atroces con signos de cultos demoníacos. «La familia» parecía más una secta satánica que un indefenso grupo de «Aliados de Dios», como ellos mismos se hacían llamar.
Charles Manson quiso ser músico, incluso, se conservan algunas de sus grabaciones. Fue, precisamente, en la cárcel donde aprendió a tocar la guitarra. Con tanto tiempo libre, Manson se sumergió en las drogas, el misticismo oriental y la música.
Por aquellos años, la universalmente conocida banda de rock The Beatles lanzó su «White Album», una de sus canciones era ‘Helter Skelter’. Para Manson, la letra de esta canción era una apología de la guerra racial entre blancos y negros. Tomó esta filosofía para dar rienda suelta a sus terribles asesinatos. Se creía la reencarnación de Cristo y consideraba que su misión era comenzar una batalla de razas.
Su personalidad magnética y sus discursos salpicados de mística y revelaciones apocalípticas hicieron que un grupo de jóvenes lo siguiera a todas partes y llegara a realizar todas las aberraciones que Manson ideó.
«La Familia» se movía en una avalancha de drogas duras, rock ‘n’ roll, orgías, asesinatos y otros delitos. Los seguidores de Manson encarnaban los oscuros ideales albergados en la mente del «Diablo Blanco».
Las víctimas
Para satisfacer su sed de sangre, Manson asesinó a un activista de las Panteras Negras. Después, mató al profesor de música Gary Hinman, a quien secuestró durante dos días, le cortó las orejas y, finalmente, apuñaló. El adinerado Leno LaBianca y su esposa fueron otras de sus víctimas.
Pero uno de los peores crímenes de este grupo fue el de la famosa actriz Sharon Tate, esposa del reconocido director de cine Roman Polansky. Sharon, de 26 años, fue apuñalada 16 veces una semana antes de dar la luz.
El demonio encerrado
Charles Manson fue condenado a muerte el 25 de enero de 1971. De la parca lo salvó un cambio de doctrina judicial y fue sentenciado a cadena perpetua por todos sus crímenes. Igual suerte corrieron sus acólitos, quienes —hasta la fecha— siguen encerrados. Según algunas fuentes, Manson ordenó unos 33 asesinatos.
Con los años, Manson se ha convertido en una figura icónica de la cultura popular de Estados Unidos. La frase «Manson Superstar» (Manson superestrella) es utilizada en canciones, camisetas y en todo tipo de artilugios que se comercializan.
«El Terror de Hollywood», como se le llamaba, jugaba al ajedrez, pasaba las tardes leyendo libros y los cientos de cartas que recibía a diario de sus seguidores. Cuentan que uno de sus libros favoritos era la Biblia. En 2014, pidió autorización para casarse con una mujer de 26 años, pero no lo logró.
De existir el infierno, seguramente, Manson tendría un espacio reservado. Después de medio siglo, sus barbaries siguen causando pesadillas y morbo en todo el mundo. Ahora, el «Diablo Blanco», al fin, está muerto.
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