La vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo celebró los 47 años de la toma de la casa de José María Castillo, importante personaje del círculo del gobierno de la dictadura de los Somoza. Además aprovechó su monologo de este lunes, 27 de diciembre, para arremeter en contra de la oposición de Nicaragua.
«Conmemoramos y recordamos el 27 de diciembre de 1974, día de protagonismo del pueblo nicaragüense, representado en su vanguardia, el Frente Sandinista de Liberación Nacional», expresó la portavoz del régimen sandinista.
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«Cómo nos sentimos todos los que escuchamos, los que oímos, los que vimos los comunicados del Frente Sandinista de Liberación Nacional, llamando a tomar conciencia de la atrocidad del odio en nuestra Nicaragua; el odio que siempre mata, que siempre atropella, que siempre destruye (…) El vendepatrismo cuánto destruye, cuánto mal ha hecho en tantas partes del mundo», agregó la primera dama.
Además insistió que su régimen se siente reivindicado y honrado por lo que llamó «hazaña revolucionaria del 74». «Nos sentimos todos en alegría de la dignidad nacional que se ponía en alto porque no éramos capaces de aceptar una dictadura (la de Somoza), porque un pueblo nicaragüense hecho un solo puño decía basta ya, no más Somoza, no más dictadura».
«Un día que nunca olvidaremos los que tuvimos el privilegio de vivirlo, cuando sonaron las voces en las emisoras de la dictadura, las voces de los mismos locutores que lanzaban oprobio contra los patriotas, contra el sandinismo, todos los días, cuando sonaron las voces dando lectura a los documentos y a las propuestas liberadoras del Frente Sandinista de Liberación Nacional», recordó la esposa de Daniel Ortega, cuyo mandato se ha vuelto, según opositores, peor que aquella dictadura que asesinaba, encarcelaba a sus críticos y obligaba al exilio a la disidencia.
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La vicedictadora aprovechó su monologo para decir que su régimen demanda se respeten sus derechos «y el principal derecho es que nos dejen vivir en paz, dignidad, en concordia y con justicia y paz de verdad», una narrativa oficial que se traduce en la petición al mundo a que no defiendan los derechos humanos que la nueva dictadura sandinista aplasta todos los días.
En alusión a la Iglesia católica, Murillo refirió que «muchas veces podemos utilizar palabras tan hermosas y luminosa para expresar odios tóxicos, ese odio que nos ha afectado y destruido tanto…».