La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua ha anunciado la firma de una serie de convenios con Bielorrusia, en el marco de la IV Sesión de la Comisión Mixta entre ambos países, realizada este jueves, 22 de mayo, en Managua. Aunque los documentos oficiales firmados permanecen en secreto, el contenido propagado por los medios oficialistas revela señales preocupantes sobre los objetivos reales de esta relación bilateral: cooperación en seguridad y defensa, transferencia de tecnología en comunicaciones, y la intención de convertir a Nicaragua en una plataforma regional para los intereses de regímenes autoritarios como Rusia, China, Irán y la propia Bielorrusia.
Laureano Ortega Murillo, hijo de los dictadores y representante de la presidencia para asuntos de inversión y comercio, confirmó que entre los acuerdos firmados se incluyen programas de cooperación para el «suministro de maquinaria, equipos de tecnologías» y la «cooperación en tecnología de la comunicación e información». Agregó explícitamente: «también la cooperación en seguridad y defensa». Esta afirmación reafirma el interés del régimen en obtener respaldo técnico-militar de parte de sus aliados autoritarios, en momentos de creciente aislamiento internacional y sanciones de países democráticos.
«Seguiremos fortaleciendo la cooperación en el ámbito bancario, en el ámbito financiero, en el suministro de maquinaria, equipos de tecnologías y ampliar nuestra cooperación cultural y educativa, ampliar la cooperación agrícola, la cooperación farmacéutica en materia de salud, cooperación en tecnología de la comunicación e información, también intercambios entre los medios de comunicación de nuestros pueblos, cooperación en comercio e industria, cooperación científica y técnica entre las universidades, entre las ciudades y regiones, cooperación en deporte y turismo, y también la cooperación en seguridad y defensa», sostuvo Ortega Murillo.
La mención a los «intercambios entre medios de comunicación» y el desarrollo de «software en la esfera de comunicación e información», también mencionado por el vicecanciller bielorruso Evgeny Shestakov, introduce una nueva preocupación: la posible exportación de sistemas de vigilancia, control o propaganda digital que podrían fortalecer la censura y el aparato represivo de la dictadura nicaragüense.
Otro punto de alerta es el planteamiento de Laureano Ortega de que las empresas bielorrusas establezcan en Nicaragua «una plataforma regional» para sus productos y tecnologías.
«Recordemos a nuestros hermanos de Belarús que todos los programas y proyectos de cooperación económica y comercial científico-técnica que realicemos deben ser vistos para proyectarse desde Nicaragua como una plataforma regional de sus productos, de sus empresas, de sus tecnologías para toda la región centroamericana», dijo sin ningún tipo de pudor el hijo de los dictadores.
Esta visión ratifica la estrategia del régimen de Ortega de disponer del territorio nacional como un punto de expansión geoestratégica de intereses rusos, chinos, iraníes y ahora también bielorrusos, en contraposición a los intereses de seguridad y estabilidad impulsados por Estados Unidos en su tradicional esfera de influencia regional.
Pese al despliegue propagandístico, ni el régimen de Managua ni la delegación de Bielorrusia han ofrecido detalles verificables sobre los términos financieros de los convenios, los montos específicos involucrados, ni las condiciones de crédito que supuestamente se acordaron. Se habla de líneas de crédito con el Banco de Desarrollo de Bielorrusia para la compra de maquinaria, pero no se conoce si estos compromisos implican nuevo endeudamiento para un país que atraviesa una severa crisis económica y carece de transparencia fiscal.
Tampoco se sabe con certeza si los convenios firmados se ejecutarán realmente, o si forman parte del libreto propagandístico habitual del régimen para alimentar expectativas entre sus bases y simular alianzas estratégicas mientras el país enfrenta aislamiento, sanciones y una prolongada crisis de legitimidad. Lo cierto es que esta es la segunda ocasión, en menos de dos meses, en que la dictadura nicaragüense anuncia acuerdos en materia de defensa: el pasado abril se divulgó un entendimiento similar con la empresa armamentista china Poly Technologies, conocida por sus exportaciones militares.
Las reuniones con Bielorrusia también se producen en un contexto global marcado por las tensiones entre Rusia y Occidente por la guerra en Ucrania, y podrían ser interpretadas como un intento de Ortega por garantizarse respaldo logístico en caso de que el Kremlin deba replegar su influencia o priorizar otras alianzas. Mientras tanto, los convenios siguen bajo reserva, lo que incrementa las sospechas y la desconfianza sobre su verdadero alcance e intenciones.
Bielorrusia, otra dictadura
Bielorrusia, gobernada desde 1994 por Aleksandr Lukashenko, se ha consolidado como uno de los regímenes autoritarios más cerrados y represivos de Europa. Calificado por organismos internacionales como una dictadura consolidada, el país ha suprimido toda forma de oposición política, ha clausurado medios de comunicación independientes y ha institucionalizado la persecución de activistas, periodistas y ciudadanos críticos. Desde las elecciones presidenciales de 2020, ampliamente denunciadas por fraude, Bielorrusia ha experimentado una ola de represión sin precedentes que ha dejado miles de detenidos, torturas documentadas, desapariciones y un éxodo de voces disidentes.
El régimen de Lukashenko ha fortalecido su alianza con Rusia en todos los frentes, especialmente en materia de defensa y seguridad. Bielorrusia no solo ha permitido el despliegue de tropas rusas en su territorio para la invasión de Ucrania, sino que también ha aceptado el estacionamiento de armamento nuclear táctico, lo que eleva considerablemente su papel como plataforma militar del Kremlin. En paralelo, ha empezado a replicar las estrategias rusas de desinformación y control del ciberespacio, desarrollando software y tecnologías de comunicación bajo estricta vigilancia estatal, con posibles aplicaciones en vigilancia masiva y censura.
En los últimos años, Lukashenko ha dado señales claras de querer proyectar su influencia más allá de Europa del Este, tendiendo puentes con regímenes autoritarios en América Latina como los de Nicaragua, Venezuela y Cuba. Estas alianzas, más que comerciales, son de carácter político e ideológico: regímenes que comparten un patrón común de represión interna, aislamiento internacional y rechazo a los valores democráticos impulsados por Occidente. El interés de Bielorrusia en América Latina no solo responde a una necesidad de romper el cerco de sanciones internacionales, sino también a la búsqueda de plataformas estratégicas desde donde desafiar el equilibrio geopolítico tradicional dominado por Estados Unidos en la región.
Entonces, el tal Laureano, aunque no oficialmente ya heredó el cargo de Co-Presidente, dado el caso de la gravedad de la salud de Daniel Ortega (según las mas recientes noticias) a menos que éstas sean falsas.
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