Siete años han pasado desde la tarde en que Richard Eduardo Pavón Bermúdez, un joven de 17 años, cayó asesinado en Tipitapa, en las afueras de Managua, por un disparo que le arrebató la vida mientras protestaba contra las reformas impuestas por el régimen de Daniel Ortega. Era 19 de abril de 2018. Su muerte marcó un antes y un después: fue el primer asesinato documentado de la represión sangrienta que sacudió a Nicaragua durante el levantamiento cívico de abril.
Desde entonces, Richard se convirtió en un símbolo: el primer mártir de una generación que salió a las calles exigiendo justicia, democracia y libertad. Hoy, su nombre encabeza las listas de víctimas que las organizaciones de derechos humanos y los colectivos ciudadanos se han negado a olvidar.
El día que empezó la tragedia
El 19 de abril de 2018, Nicaragua despertó bajo el impacto de las protestas que estallaron en varias ciudades contra las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), impuestas unilateralmente por el régimen sandinista. En Tipitapa, jóvenes estudiantes y pobladores se congregaron frente a la Alcaldía para protestar. En ese contexto, Richard Pavón decidió unirse a la movilización.

Según testigos y familiares, Richard no llevaba armas ni objetos peligrosos. Estaba parado junto a otros jóvenes cuando recibió un disparo en el cuello. Su cuerpo fue trasladado de emergencia al hospital primario Yolanda Mayorga de Tipitapa, pero murió minutos después de ingresar, producto de las graves heridas. Además del impacto en el cuello, presentaba heridas en el tórax, la cara y el brazo. Activistas y defensores de derechos humanos que documentaron esa primera arremetida de la dictadura denuncian que esos primeros disparos fueron percutados por las fuerzas parapoliciales, o gente que aun siendo civiles, portaban armas de guerra, pero que estaban protegidos por la Policía.
Un joven con sueños
Richard cursaba el quinto año de secundaria en el Instituto Gaspar García Laviana, era parte de una familia humilde y trabajaba en un quiosco de su barrio para ayudar a sus padres. Soñaba con estudiar inglés y convertirse en profesional. Su madre, Maricruz Bermúdez, lo recuerda como un joven alegre, entusiasta, sociable y lleno de metas.
«Era un muchacho con muchos sueños. Le gustaba bailar, participar en la comparsa del barrio. No era violento, no era vago. Estaba luchando por su país», dijo su padre, Carlos Pavón, en declaraciones que brindó años después al medio Confidencial.
El Estado culpable y la impunidad
La muerte de Richard Pavón fue documentada desde el primer momento por organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), y posteriormente por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), quienes concluyeron que existió un patrón sistemático de represión estatal en abril de 2018.

«Su asesinato ocurrió en el marco de una protesta pacífica y fue perpetrado por actores armados en coordinación con la Policía Nacional. La responsabilidad del Estado es evidente y no ha sido asumida», denunció en su momento la CIDH.
El régimen, sin embargo, negó la versión de los hechos y, en una maniobra propagandística, intentó responsabilizar a los mismos manifestantes por su muerte, algo que fue desmentido por la evidencia médica, testimonios y peritajes independientes.
Hasta la fecha, ninguna investigación seria ha sido abierta por la Fiscalía para esclarecer su asesinato. Nadie ha sido juzgado, y la familia no ha recibido reparación alguna.
La familia ha enfrentado hostigamiento
Desde su asesinato, la familia Pavón Bermúdez ha sido víctima de hostigamiento policial. Su casa ha sido vigilada por agentes y parapolicías, y durante varios años se les impidió visitar su tumba en el cementerio de Tipitapa, por temor a que se convirtiera en un sitio de peregrinación o protesta.
En 2023, tras años de persecución, el padre de Richard se exilió en Estados Unidos bajo el programa de parole humanitario. Desde el exilio, ha reiterado que no dejará de exigir justicia para su hijo.

«Han pasado los años y sigue doliendo como el primer día. No me voy a rendir. Mi hijo no fue un delincuente. Fue un joven valiente, como tantos otros», dijo recientemente en una entrevista.
Las Madres de Abril
La Asociación Madres de Abril (AMA), conformada por familiares de las víctimas de la represión, ha colocado a Richard en el corazón de su lucha. Fue el primer nombre que encabezó el memorial de asesinados que mantienen, y su caso ha sido uno de los más visibilizados internacionalmente.
«Richard fue el primero, pero su muerte nos alertó de lo que vendría. Desde entonces, no ha parado el dolor ni la injusticia. Seguiremos luchando para que su crimen no quede en la impunidad», declaró la agrupación AMA en un comunicado con motivo del séptimo aniversario de su asesinato.

En diferentes expresiones artísticas, documentales, murales y campañas, el rostro de Richard —un adolescente de mirada dulce, piel morena y sonrisa juvenil— aparece junto a otros mártires como Alvarito Conrado, Franco Valdivia o Gerald Vásquez.
Siete años sin justicia
A siete años del inicio de la represión, el caso de Richard Pavón sigue representando el grito silenciado de la juventud nicaragüense. Su nombre ha sido inscrito en placas conmemorativas, su historia ha sido relatada en informes de Naciones Unidas y su memoria sigue viva en los barrios donde estalló la protesta, aunque en silencio, para evitar la arremetida criminal de un régimen que no tolera ni siquiera que los nicaragüenses tengan memoria sobre sus mártires.

La dictadura de Daniel Ortega ha hecho todo lo posible por borrar las huellas de aquel abril rebelde, pero las familias, los colectivos de memoria y las organizaciones internacionales han sostenido el compromiso de que los crímenes no prescriben.
Hoy, 19 de abril de 2025, Richard Pavón debería estar celebrando su vida. En cambio, su tumba sigue custodiada por el silencio forzado del Estado. Pero su historia, su nombre y su legado siguen gritando: justicia.