Ramón Avellán y Horacio Rocha, dos de los principales jefes de la Policía de Nicaragua, no estuvieron en el acto de toma de posesión del Primer Comisionado Francisco Díaz, lo que refuerza las versiones de que han sido apartados del círculo de poder de Daniel Ortega.
La ceremonia de juramentación del Primer Comisionado y consuegro presidencial, Francisco Díaz, quien fue ratificado por otros seis años al frente de la Policía, estuvo marcada por notables ausencias. En el evento, realizado este 26 de febrero de 2025, no estuvieron el Comisionado General Ramón Avellán, segundo jefe de la Policía hasta hace pocos meses, ni el Comisionado Horacio Rocha, asesor presidencial en temas de seguridad y una de las figuras más poderosas en el aparato represivo del régimen de Daniel Ortega.
Ambos nombres han estado en el centro de especulaciones desde finales de 2024, cuando comenzaron a circular informes sobre una posible fractura dentro del círculo de poder de la dictadura sandinista. Su ausencia en este acto oficial, donde deberían participar todos los altos mandos de la institución, refuerza las versiones de que han sido desplazados o apartados de la estructura de mando.
Un acto con más de 30,000 encapuchados de la «policía voluntaria»
El acto de juramentación de Francisco Díaz también estuvo marcado por la incorporación formal de al menos 30,000 nuevos miembros de la llamada «policía voluntaria», una fuerza de la dictadura identifica como paramilitares debido a su rol en la represión y persecución de opositores. Estos grupos, creados por el régimen en los últimos años, han sido desplegados en barrios y comunidades para controlar cualquier intento de protesta y mantener la vigilancia política sobre la población.
La presencia de esta fuerza irregular, que fue legalizada por el régimen de Ortega en el nuevo texto que la dictadura tiene como nueva constitución, en la ceremonia ratifica la estrategia de Ortega y Murillo de reforzar su aparato represivo con elementos no oficiales, muchos de ellos sin formación policial pero con lealtad absoluta al régimen, y otros coaccionados y bajo amenazas de perder su trabajo en el Estado si no se sumaban.
¿Qué significa la ausencia de Avellán y Rocha?
Ramón Avellán y Horacio Rocha han sido figuras claves en la estructura de seguridad del orteguismo. Avellán, exsubdirector de la Policía, fue uno de los principales operadores de la represión en 2018 y tuvo un papel activo en la «Operación Limpieza», el violento operativo que desmanteló los tranques de protesta con saldo de cientos de muertos. Desde su cargo como jefe de la delegación policial de Masaya, dirigió personalmente las redadas, detenciones y ejecuciones extrajudiciales de opositores. Bajo su mando, en esa ciudad fueron asesinadas al menos 36 personas durante la Operación Limpieza, en 2018, en lo que se convirtió en uno de los episodios más sangrientos de la represión estatal. Avellán impuso en Masaya un régimen de terror que incluyó persecuciones nocturnas, torturas a detenidos y el hostigamiento permanente de las familias de las víctimas.
Por su parte, Horacio Rocha ha sido una figura clave dentro de la Policía Nacional, pero no ha estado en el anonimato por mucho tiempo. En los últimos dos años, desde su nombramiento como asesor presidencial en temas de seguridad, Rocha se consolidó como una pieza central en la estructura represiva de Ortega y Murillo, operando como la «mano de hierro» dentro de la Policía Nacional. Su historial no solo lo vincula con la persecución de opositores, sino también con purgas internas dentro del propio régimen. Rocha fue el encargado de ejecutar órdenes directas de Ortega y Murillo para deshacerse de funcionarios que dejaron de ser confiables para el régimen.
Su historial de represor no se limitó a las calles: ordenó la expulsión de magistrados del Poder Judicial y supervisó la purga de altos funcionarios que, pese a su lealtad, se convirtieron en prescindibles dentro de la estructura de poder sandinista. Su rol ha sido clave en las depuraciones internas de la dictadura, encargándose de desmantelar redes de influencia y eliminar cualquier amenaza, real o percibida, dentro del mismo sistema.
La ausencia de Avellán y Rocha en la juramentación de Díaz es significativa porque el acto no solo era una ceremonia protocolaria, sino una reafirmación del liderazgo de la Policía bajo el mando de Ortega y Murillo. Si bien en el pasado han habido cambios en la cúpula policial, la exclusión de estos dos nombres sugiere una posible purga interna o una fractura en la cúpula del poder.
Desde hace meses, informes extraoficiales han señalado que ambos comisionados habrían perdido la confianza del régimen. La ausencia de Avellán y Rocha en un evento de tal importancia parece confirmar que su rol dentro de la estructura policial ha sido reducido o que han sido desplazados por completo.
Los jefes policiales que sí estuvieron presentes y los eventuales sucesores de Francisco Díaz
En contraste, los altos mandos que sí asistieron y fueron mencionados en el protocolo oficial del evento fueron el Comisionado General Zhukov Serrano, Subdirector General de la Policía; el Comisionado General Aldo Sáenz, Subdirector General de la Policía; y el Comisionado General Jaime Antonio Vanegas, Inspector General de la Policía.
Estos tres oficiales, además de consolidarse como la nueva cúpula de la institución, son quienes se ubican en la línea de ascenso para eventualmente ocupar el cargo de director general de la Policía Nacional. En la estructura de mando de la institución, cualquiera de ellos podría ser el próximo en asumir el máximo cargo policial en caso de que Díaz, por alguna razón, sea removido o apartado de su puesto.

La continuidad de la Policía bajo el control de Ortega dependerá, en gran medida, de la lealtad de estos oficiales, quienes, hasta el momento, han demostrado alinearse con la estrategia del régimen y su política de represión sistemática.
Ortega reafirma su control sobre la Policía y refuerza su aparato represivo
Con esta juramentación, Daniel Ortega reafirma su control sobre la Policía, una de las instituciones clave para la sostenibilidad de su régimen. La permanencia de Francisco Díaz al frente de la institución garantiza la continuidad de la política de represión y persecución contra opositores, activistas y periodistas.
La oficialización de la policía voluntaria y la exclusión de figuras clave como Avellán y Rocha envían un mensaje claro de reestructuración interna dentro del aparato de seguridad del régimen. Ortega mantiene su modelo de lealtad absoluta, donde cualquier fractura o pérdida de confianza puede significar el desplazamiento de figuras que antes eran claves para la represión.
La ausencia de Avellán y Rocha deja abierta la interrogante de si fueron removidos en silencio, si siguen en la estructura de poder pero en un rol menor o si, eventualmente, podrían enfrentar represalias dentro del mismo sistema que ayudaron a sostener.
Mientras tanto, el régimen sigue avanzando en su estrategia de consolidación de poder, utilizando la Policía como su principal brazo represivo y consolidando el uso de grupos parapoliciales como parte de su esquema de control social y político.