El más reciente roce diplomático en el que se metió la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo con el gigante económico de Latinoamérica, Brasil, gobernada por el izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva, demuestra que los dictadores de Nicaragua están quedando cada vez más solos en el «concierto de naciones» democráticas y últimamente ya ni la izquierda los quiere, según valoraron analistas y opositores consultados por Artículo 66.
Esta semana se conoció que la dictadura nica ordenó la expulsión del país del embajador extraordinario y plenipotenciario de Brasil en Managua, Breno De Souza Brasil Dias Da Costa, y la justificación dada por el régimen nicaragüense, según los analistas es absurdo pues no puede ser una causal para la expulsión de un embajador, una medida extrema en asuntos diplomáticos.
Ante la acción de la dictadura, el Gobierno del izquierdista Lula da Silva, reaccionó aplicando el principio de reciprocidad y también expulsó a la representante de los dictadores en Brasilia, Fulvia Castro Matus.
La decisión parece no tener pie atrás, pues los dictadores ya nombraron a Castro Matus como ministra de Economía Familiar, por lo que todo indica que las relaciones diplomáticas entre Nicaragua y Brasil bajarán de nivel o serán canceladas.
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El ex embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA) Arturo MacFields, al analizar el choque diplomático provocado por los Ortega-Murillo, calificó a la dictadura como «un régimen herido y solo que no soporta que hasta los grupos de izquierda den la espalda».
Según el exembajador, el innecesario conflicto diplomático con la mayor potencia económica de América Latina, es una «fotografía más de la diplomacia de Murillo, el sello, que ella le impone a las relaciones internacionales, una diplomacia ruda, carente de los elementos fundamentales de la diplomacia».
Dictadores se hunden en su soledad
McFields señala que otro elemento importante de resaltar es «la soledad de Ortega en el concierto de naciones», y ante esta soledad que la resintió, sobre todo el 19 de julio, lo habría puesto en ánimos de lanzar un mensaje al resto del cuerpo diplomático, tomando en cuenta que el jefe de la misión diplomática brasileña no fue el único que faltó.
El exdiplomático nicaragüense recordó que el aislamiento de Ortega es tanto que a sus aniversarios no llegan representaciones importantes, no solo del resto de Centroamérica, sino que también lo han abandonado en esas celebraciones figuras representativas de la izquierda como los cubanos, Lula, Petro, la presidenta de Honduras, Xiomara Castro; Evo Morales. «No llega nadie a esos actos y eso le duele profundamente a la dictadura», reiteró McFields.
Por su parte, la activista opositora Alexa Zamora, opina que la decisión de la dictadura nicaragüense de expulsar al diplomático brasileño «es arbitraria» porque el Estado de Nicaragua no puede tomar represalias contra una delegación diplomática por no sumarse a un evento de carácter político partidario.
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«La decisión del régimen de expulsar al embajador de Brasil de Nicaragua es totalmente arbitraria dado de que ningún funcionario diplomático está obligado dentro de sus funciones a asistir a actividades de orden partidario, porque en toda regla, las actividades de conmemoración del 19 de julio son actividades de carácter partidario», reiteró la analista.
Por su parte, el dirigente opositor Donal Muñoz, integrante de la Asociación Cívica por la Democracia, considera que la medida tomada por los Ortega-Murillo es extrema y solo demuestra «un alto nivel de intolerancia que tiene el dictador hacia cualquier muestra de desaire o falta de apoyo».
Muñoz opina que a los dictadores Ortega-Murillo les duele que gobiernos importantes, y sobre todo de izquierda, les muestren rechazo.
«Lo interpretan como una falta de respeto o apoyo a su gobierno y creo que esto es lo que más les duele, que se vea que Brasil, el gobierno de Lula no está apoyando su gobierno, entonces lo que percibo es que Ortega está molesto precisamente porque ve la ausencia como una señal de desaprobación y eso obviamente trata de verlo o lo interpreta como una amenaza a su propia autoridad esa desaprobación al régimen sandinista», sostiene Muñoz.
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El enfriamiento en las relaciones diplomáticas entre el régimen de Nicaragua y el gobierno del líder izquierdista del Partido de los Trabajadores, (PT), comenzó en 2023, cuando el papa Francisco le pidió al dirigente brasileño y antiguo amigo de Ortega, que intercediera ante el dictador nica para lograr la liberación del obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, entonces preso injustamente, en las cárceles sandinistas.
La mediación de Lula no prosperó y fue hace poco que el propio mandatario brasileño reveló el motivo: Ortega nunca quiso contestar una llamada telefónica. Ante tal hecho, Lula dijo que él tampoco quiere hablar ahora con el dictador nicaragüense.
El único amigo fuerte de Ortega en América Latina era Lula, pues ya no lo tiene, y México sigue cerca del tirano nicaragüense pero AMLO ya va de salida.